El señor Duque la contempló y sonrió. —Usted me invitó. ¿Se le olvidó? —inquirió sin dejar de mirarla—, pero si no soy bienvenido, entonces…—Volteó. —¡No, no se vaya! —Mercedes lo agarró del brazo—, usted es mi invitado de honor. —Esbozó su amplia sonrisa—, venga por acá, le daré la mejor mesa, bueno este es un restaurante sencillo, nada comparado con los lugares que imagino que acostumbra a frecuentar. Don Miguel se aclaró la garganta, notó que los comensales, miraban y hablaban entre ellos. —Soy un hombre sencillo, aunque parezca lo contrario —comunicó—, veo que usted es muy popular, todos nos miran y cuchichean. Mercedes soltó una risita nerviosa. —No es a mí a quién miran, sino a usted, hombres tan apuestos y elegantes no visitan este lugar. Don Miguel arqueó una ceja, di