CAPÍTULO TRECE Con el corazón palpitante, Caitlin se sentó, mientras Caleb, frente a ella, leía el pergamino con preocupación en su rostro. No lo podía creer. Había sido un momento mágico, uno de los momentos cumbre de su relación, y había sentido que ella y Caleb estaban a punto de acercarse mucho más. Y entonces esa ave estúpida tenía que aparecer de la nada, lanzarse hacia abajo como un mensajero de la muerte. Cualquiera que fuera lo que el pergamino tenía que decir, no podía soportar más el suspenso. El corazón le latía con fuerza ahora, no con amor y entusiasmo, pero con miedo y temor. Con amor, se había firmado. Eso sólo podía significar una cosa. Debía ser de Sera. ¿Quién más podría firmar de esa manera? El cuerpo de Caitlin se sacudió con rabia. Sera se las arreglaba siempre p