CAPÍTULO OCHO Polly caminaba rápidamente por los pasillos de Versalles, sus tacones resonaban sobre el piso de mármol, se apresuraba por un pasillo sin fin, con techos altos y molduras, chimeneas de mármol, enormes espejos y lámparas de araña que colgaban bajo. Todo brillaba. Pero ella apenas lo notaba; lo tomaba como algo de lo más natural. Al vivir allí durante años, casi no podía imaginar otra forma de existencia. Lo que sí notó -en gran medida- era a Sam. Un visitante como él no era para nada parte de la vida cotidiana - y, de hecho, era más que inusual. Ellos casi nunca recibían visitantes vampiros, especialmente de otra época y cuando los tenían, nunca parecía importarle a Aiden. Sam debía ser muy importante, se dio cuenta. Le intrigaba. Se veía un poco joven y algo inocente. Per