CAPÍTULO DIECIOCHO Sam caminaba solo por Versalles, tratando de ordenar sus pensamientos. Caminó por un sendero que daba vueltas, se retorcía y giraba por entre los setos perfectamente recortados. Desde que había conocido a Kendra, no había podido pensar en otra cosa. Había algo en ella: era tan joven y su piel era tan suave y perfecta, y sus ojos color aguamarina lo habían hipnotizado por completo. Cuando ella lo miraba con todo el poder de sus ojos, él no era capaz de pensar en ninguna otra cosa. E incluso ahora, después que había pasado todo un día desde que la había visto, aún no podía pensar en otra cosa. Ella lo había intoxicado. Le habían mostrado su habitación, y todavía seguía esperando que Aiden lo convocara, y mientras tanto, no sabía qué más hacer, aparte de esperar. Así que