LOREN
CAPÍTULO 3: DÍAS ESPECIALES
Han pasado varios meses desde que Adolfo apareció en nuestras vidas nuevamente y cada día ha sido más maravilloso que el anterior. Mis hermanas lo adoran, mi abuela igual, conocimos a su padre y es como ver a Adolfo con canas, también ha traído en varias ocasiones a su hermanito Colton, al único que no hemos conocido es a su hermano mayor Finn.
Poco a poco me he ido acercando más a él, cada vez que estamos solos no paramos de besarnos y tocarnos, seguimos haciéndonos los locos y ninguno ha mencionado ninguna etiqueta aún para esto que estamos viviendo, pero Adolfo ha sido más que claro y enfático en que sólo está interesado en mí y me pidió que sólo fuera él para mí, a lo que por supuesto le dije que sí.
Hoy es mi cumpleaños y el de mi hermana y también es San Valentín… Sip, arruinamos el San Valentín de nuestros padres hace dieciséis años, nos adelantamos un par de semanas, los doctores les dijeron que era normal en los embarazos múltiples, a ellos realmente no les importó, dijeron que éramos el mejor regalo para celebrar su amor, los extraño tanto.
Adolfo nos preparó una sorpresa con ayuda de la abuela y Laila, nos despertaron con desayuno en la cama y todas mis golosinas favoritas y muchos regalos, demasiados, Adolfo es un consentidor con todas, y muy creativo a la hora de dar regalos, además de desinteresado, no necesita un día especial para darme algo, pero hoy, me dio de todo.
Al amanecer me ayudo a salirme de la casa por la ventana de mi cuarto y me regalo un collar hermosísimo con una esmeralda, mi piedra favorita, luego nos quedamos un buen rato juntos dentro de su auto, cuando por fin nos pudimos sacar las manos de encima, me ayudo a entrar de nuevo por la ventana. Nunca había sido tan aventurera, pero Adolfo ha hecho que sea más intrépida y me encanta tanto como me asusta.
Esta noche las chicas y yo salimos con los chicos del centro comunitario y con Adolfo a un bar donde dejan entrar menores de edad, eso sí, no le venden a alcohol y al que descubran bebiéndolo siendo menor, lo sacan, todos hablan de ese lugar y sonaba divertido, así que vinimos.
Hemos estado bailando, riendo y disfrutando al máximo, Adolfo de vez en cuando me roba un beso en la pista de baile, suerte que mis hermanas están tan concentradas en sus novios que no se han dado cuenta.
Me encanta verlas felices, hemos pasado por tantas cosas que estos momentos los atesoro, la felicidad de ellas es mi mayor satisfacción.
Me excuso de todos para ir al baño y Adolfo se ofrece a acompañarme, al salir me está esperando como todo un caballero, mira para todos lados y me empuja a un rincón oscuro donde me besa con tanta fuerza que siento que las piernas me flaquean, sus manos recorren mis costados y bajan por mis caderas hasta mis muslos haciéndome temblar.
- Esta noche, cuando las lleve a la casa, espérame en la ventana – susurra sobre mi boca – quiero celebrar San Valentín a solas contigo -
- Esta bien –
- Y no te cambies, te quiero en este mismo vestido –
Sus dedos rozan mis muslos y hace que se me erice la piel a medida que suben hasta mis caderas.
- ¿Loren? –
Al escuchar a Luisa llamarme, Adolfo se agacha y toca mi pie como si estuviera ayudándome con el tacón, nos hemos vuelto muy buenos en disimular.
- Oh, ahí están, ¿todo bien? –
- Si, estaba ayudándola con su zapato –
- Laila ya se quiere ir, está cansada y yo también, ¿te parece bien que nos vayamos ya a casa? –
- Si, también estoy cansada –
- Yo las llevo, ¿los chicos se van también? –
- Solo Jackson y Robert –
Regresamos a nuestra mesa, juntamos nuestras cosas y los chicos pagan la cuenta, nos despedimos de los demás y nos vamos a casa. La abuela Fabi nos recibe y está contenta al ver que no hemos llegado borrachas, apenas y un poquito achispadas, les agradece a los chicos y nos despedimos, Adolfo me envía un mensaje diciendo que llevará a los novios de mis hermanas a su casa y volverá por mí.
Algo me dice que esta noche, será la primera vez que Adolfo y yo estemos juntos, en realidad la primera vez de ambos, el mes pasado me confeso que aún era virgen, como yo, así que hizo una cita con una ginecóloga a donde me llevó y quien nos explicó muchas cosas sobre el sexo, resulto ser sexóloga también, ella me recomendó un implante anticonceptivo, ya que soy muy olvidadiza para los medicamentos, si mi abuela no está detrás de mí recordándomelos, nunca termino mis recetas y que ella me recuerde tomar anticonceptivos, sería muy incómodo.
Alejando el pensamiento cedo a la expectación, me voy a mi habitación a refrescarme, afortunadamente por ser nuestro cumpleaños también, las chicas nos fuimos de spa y depilación antes, así que estoy aliviada que sea solo retocar mi maquillaje y cepillar mi cabello.
Abro con cuidado la puerta que conecta mi habitación con la de Luisa y la veo dormir a pierna suelta, salgo al pasillo y abro con cuidado la puerta de Laila para no asustarla, ella no soporta que nadie entre a su habitación mientras esta dormida, cierro con cuidado y voy a la habitación de mi abuela y ella también descansa, me siento un poco culpable por escaparme así, pero no puedo dejar de hacerlo, ¿sería todo tan fácil si les dijera lo que pasa entre Adolfo y yo?
El miedo araña mi cuerpo con fiereza y regreso a mi habitación temblando, necesito calmarme, no puedo estar inquieta cuando Adolfo regrese, así que hago mis ejercicios de respiración hasta que mi celular se ilumina con un mensaje, él está bajo mi ventana.
Con cuidado la abro y lanzo mi bolso y zapatos al suelo, Adolfo trepa por el árbol que hay junto a la casa y me ayuda a llegar a él para bajar, cuando llegamos al suelo, no pierde el tiempo, recoge mis zapatos y mi bolso y me carga en brazos, trota a su auto y me ayuda a entrar, lo rodea y sube, estoy abrochando mi cinturón cuando el me lo quita de las manos y me carga haciéndome subir a su regazo.
- Me encanta como te ves con este vestido – Adolfo acaricia mis muslos y me besa – mejor vámonos antes de que nos descubran – dice sobre mis labios
- Si –
Lo beso por última vez y regreso a mi asiento, Adolfo pone en marcha el auto y nos vamos.
- - - - - - -
- ¿Qué es todo esto Fito? –
- Lo mínimo que se merece mi reina –
La habitación del hotel al que me ha llevado Adolfo está decorada con pétalos de rosas rojas y blancas, arreglos con rosas blancas y rojas, lo mejor de todo, es que no son rosas frescas, son rosas de hace unos días, esas que empiezan a oscurecerse, luchando contra la marchitez, el paso del tiempo, tomando ese rico color casi vino tinto, en contraste de las blancas frescas, abiertas y llenas de vida, mis flores preferidas.
- Lo recordaste – susurro, sólo el abuelo sabia como me gustaban exactamente mis rosas
- Siempre –
Los brazos de Adolfo me rodean la cintura desde atrás, pegándome a su pecho.
- ¿Te gusta? –
- Me encanta Fito –
Me giro en sus brazos y lo beso en los labios, desde que nos conocimos, Adolfo presta atención a cada palabra que le digo, cada reacción que tengo, todo le queda registrado en su cerebro, si hace algo que me incomoda, jamás lo vuelve a repetir, ni hace cosas que sabe de antemano que me desagradan.
Hace casi un año que lo conocí en el campamento al que Luisa y Laila me convencieron de ir, de volver al bosque, desde el día que encontramos a Laila no había vuelto a acampar, y fue lo mejor que pude hacer, porque me llevo a los brazos de este maravilloso chico.
Se perfectamente a lo que vinimos a este lugar, quiero hacerlo, pero el miedo empieza a arañar mi mente y los escalofríos recorren mi cuerpo. No es el típico miedo a la primera vez, es algo peor, es miedo a perder a Adolfo, porque tengo que confesar que me he enamorado de este tonto arrogante.
Las manos de Adolfo me acarician sobre la ropa, paso a paso hemos caminado y siento que mi espalda choca con la pared y el beso se torna más febril, mi mente es un lio, quiero esto, pero empiezo a sentir el pánico florecer. Adolfo lo siente, así que se limita a bajar la intensidad y termina besándome suavemente y acariciar mi mejilla, besa mi nariz y mi frente.
- Tranquila mi Lolo, no haremos nada que no quieras, te lo juro –
- Si quiero, quiero estar contigo –
- Pero… –
Suspiro profundamente, Adolfo apoya su frente en la mía y acaricia mis mejillas con sus pulgares.
- Habla conmigo Lolo, ¿qué puedo hacer? –
- ¿Distraerme? –
Adolfo se ríe.
- Eso intentaba, no estaba funcionando, dime que pasa en esa hermosa cabeza para que pueda arreglarlo para ti –
- Desde que mis padres murieron, me cerré a todos y a todo, salvo por mi familia y ahora por ti, me da pánico acercarme a la gente –
- Emocional o físicamente –
- Ambos –
- Así que, vengo yo y rompo todas tus reglas –
- Todas, pero no quiero parar – rodeo sus muñecas con mis manos y lo miro a los ojos – no quiero que este miedo me detenga Fito, no quiero que nos detenga –
- Entonces vamos a tomarnos nuestro tiempo, si sientes miedo, háblame, yo te calmaré, ¿sí? –
- Si –
Adolfo vuelve a besarme y me quita su saco, besa mi cuello alejando los recuerdos tristes, toma mi cabello desde la base de mi nuca dominando la rotación de mi cabeza, tirando un poco, haciéndome gemir y erizar mi piel.
- A alguien le gusta rudo –
Abro su camisa bruscamente haciendo que varios botones salgan volando y entierro mis manos en su cabello imitando su agarre, me pego a su cuerpo sintiéndolo duro, nuestras alturas parecidas me dan ventaja.
- Si, a alguien le gusta rudo – susurro al sentirlo endurecerse contra mi
El comentario me vale una nalgada que me hace jadear y me aturde por medio segundo, no porque me hubiera disgustado, todo lo contrario. Adolfo me da una de sus sonrisas traviesas que me encantan, por supuesto que se dio cuenta de mi reacción el muy arrogante.
Estampa su boca en la mía y toma mi trasero en sus manos, alzándome, rodeo con mis piernas su cintura y me aferro a su cuello besándolo apasionadamente, él nos lleva hasta la cama, sentándose conmigo en su regazo, baja los tirantes y mi vestido termina bajo mis senos, vuelve a besarme el cuello y el nacimiento de mis pechos contra mi sujetador.
Ya hemos tonteado antes, Adolfo ya ha tocado mis senos, pero nunca lo ha hecho sin ropa, esta vez se siente más real, más íntimo, más intimidante…
- Háblame hermosa – susurra contra mi piel
- Yo… -
- Si –
- Siempre los tocaste con ropa –
- ¿Quieres conservarlo? –
- No –
Adolfo desabrocha mi sujetador y me come con la mirada, excitándome, tener el poder de ponerlo así, si, eso me gusta.
- ¿Te gustan? –
Su respuesta es acunarlos en sus manos cálidas y acaricia mis pezones con sus pulgares sacándome un gemido.
- Me encantan, son el ajuste perfecto para mis manos – susurra antes de meterse uno en la boca haciéndome perder la cordura.