LOREN
CAPÍTULO 2: CONOCIENDONOS MÁS
Día a día, disfruto de la compañía de Adolfo, tenemos muchísimas cosas en común, al igual que a mí, le encanta hacer ejercicio y los deportes, le gusta escalar y el paintball, es unido a su familia, inició este año la carrera de Derecho en la universidad de Nueva York.
Adolfo Latham es un chico privilegiado, pero muy centrado, es arrogante pero no por su dinero, sino esa arrogancia que le da la seguridad de respaldar sus palabras con acciones, su padre es un próspero empresario y abogado, viene a estos campamentos muy rara vez, él fue quien los inició con su esposa y sus mejores amigos. Me cuenta que quien casi siempre viene es su hermano mayor, Finley, él odia que lo llamen por su nombre completo, así que Adolfo adora llamarlo así, está a la mitad de su carrera en Harvard y es el héroe de Adolfo.
En varias ocasiones, durante el día, Adolfo se acerca a mí y me da alguna golosina o una flor silvestre y sigue su camino, otras veces hablamos un ratito nada más, siempre me deja con una sonrisa de oreja a oreja, por ello, Laila, la señorita perspicacia, se da cuenta y me pregunta un par de veces, no le doy mucha información salvo por su nombre, así que una noche me acecha y terminamos los tres en la oficina del director, comiendo helado y hablando hasta media noche.
Laila y Adolfo conectan enseguida, algo muy raro, ella es como yo, también mantiene a las personas lejos, incluso con el chico que le gusta le costó un tiempo hablar, pero verla hablar con Adolfo tan fluida y sinceramente me hace sentir bien, aliviada que mi hermanita se abra en sus pensamientos.
Por otro lado, mi adorada melliza Luisa, ni se entera de nuestras escapadas, duerme como un tronco apenas pone la cabeza en la almohada y en el día está más concentrada en el bosque y las actividades del campamento que mis pequeñas conversaciones esporádicas con Adolfo, Laila se ríe y dice que es la fiebre del bosque y que no dirá nada a menos que yo le diga.
Pero conozco demasiado a Luisa y sé qué hará de esto más de lo que es y querrá ser casamentera y todo se hará incomodo porque Adolfo y yo, solo somos amigos. Así que la dejaré en la oscuridad un poco más.
El tiempo pasa volando y ya hoy es el último día de campamento, mañana por la mañana, cada uno partirá a su casa, así que hoy es el último día que veré a Adolfo. Al igual que cada noche, nos vamos a la oficina del director a ver las estrellas mientras hablamos y comemos golosinas, esta noche, Laila se queda en la cabaña, así que, como la primera noche, estamos solos.
- Nunca pensé decir esto, pero no quiero que acabe el campamento –
- Pensé que no te gustaba acampar y estarías aliviado de volver a la ciudad –
- No me gusta mucho – se calla unos segundos y luego dice – pero sé que me gustará menos no verte cada noche –
Mi cara arde por su comentario y trato de cambiar la conversación, día a día Adolfo me ha parecido más y más guapo, su seguridad y caballerosidad es seductora, es un chico respetuoso y sé que hemos estado coqueteando, pero no quiero ilusionarme con un chico al que probablemente no vuelva a ver.
Una vez más, Adolfo me acompaña a la entrada de la cabaña de las chicas, nuestro tiempo ha terminado, las mochilas están empacadas, la suerte echada.
- ¿Me extrañaras? – me pregunta
- Si, en casa no puedo comer tantas golosinas –
- Que pena –
Adolfo se acerca a mí y acaricia mi mejilla, así como esa primera noche, sin lagrimas esta vez, su pulgar acaricia mi labio inferior y poco a poco acerca nuestros rostros, me mira los ojos y luego la boca, nuestros alientos se mezclan y cuando sus labios caen los míos, me siento en las nubes.
Adolfo me besa suavemente al principio, sus labios se mueven más rápido y fuerte sobre los míos a medida que pasan los segundos, su lengua batalla con la mía y cuando menos lo creo estoy contra la pared de la cabaña, una de las grandes y fuertes manos de Adolfo sujeta mi cabello ladeando mi cabeza en la dirección que él quiere, su otra mano aprieta mi cintura pegando mi cuerpo al suyo, mis manos están aferradas a sus hombros y luego a su cabello, me encanta su cabello, me encantan sus labios. Nos besamos un rato más hasta que nuestros pulmones arden, Adolfo me abraza con fuerza unos minutos y luego enmarca mi cara con sus manos y apoya su frente a la mía.
- Te veré pronto –
- No lo creo –
- No me subestimes hermosa –
- Es hora de volver a la realidad –
- Lo que hace más importante mi promesa, te veré pronto –
Adolfo vuelve a besarme y me pierdo entre sus besos y caricias antes de que me suelte con una sonrisa y me deje entrar a la cabaña, esta noche no logro dormir, mis labios zumban, entre otras partes de mi cuerpo que nunca habían reaccionado a nadie, Adolfo me hace sentir… y eso me asusta.
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- Vayan con cuidado chicas, cuiden a Laila –
- Como siempre abuelita –
- Ci vediamo dopo, abue –
- Gracias por cuidarme abue Fabi –
Las tres nos vamos a la prepa, las vacaciones de verano han terminado y es hora de regresar a nuestra rutina, las clases esta primera semana han sido más que todo para recordar lo visto antes de las vacaciones, casi todas las clases las tenemos juntas, así que no es difícil cuidar a Laila.
El abuelo Malcom nos había estado educando en casa desde que nos fuimos a vivir con ellos, pero desde que él falleció, volvimos a las clases presenciales, al principio fue difícil, sobre todo para Laila, vive mirando por encima de su hombro desde que se escapó de casa, sin embargo, en esta parte de la ciudad está segura.
La abuela hablo con el director de la escuela, que era un gran amigo de mi abuelo, y él no puso ningún problema con incluir a Laila en la prepa utilizando su segundo nombre y nuestro apellido, su nombre real solo está en su expediente, información confidencial gracias a Dios.
No hemos tenido ningún problema con ningún profesor por ello y Laila a pesar de su evidente tendencia a no relacionarse mucho con la gente, le cae bien a todos, así que todos son cordiales y amables con ella y ella con ellos.
Mi última clase de hoy termina varios minutos antes, así que me voy al jardín frontal de la prepa, me siento junto a un gran árbol a esperar a mis hermanas, adelanto alguno de mis deberes y estoy tan concentrada en ellos que no miro a quien se ha sentado junto a mí, hasta que un empaque de galletas oreo cae sobre mis libros, levanto mi cabeza y jadeo de sorpresa al ver frente a mí a nada más y nada menos que a Adolfo Latham.
- Tan hermosa como siempre –
- Adolfo, ¿Qué haces aquí? –
- Te prometí que nos volveríamos a ver –
- ¿Cómo me encontraste? –
- Le pregunté al director del campamento tu nombre completo y luego le pedí a la asistente de mi padre que me ayudara a encontrar tu ubicación –
- ¿Me mandaste a investigar? –
- Solo tu dirección – le alzo una ceja incrédulamente – lo juro, llegue a tu casa hace como una hora y me presente con tu abuela, le conté quien era y donde nos habíamos conocido y ella me dijo que estudiabas aquí con tus hermanas –
- ¿En serio? –
- Si, me pidió que las recogiera, mi auto esta por allá – miro hacia donde el me señala y veo un sedán azul oscuro - ¿Tus hermanas no están contigo? –
- En la última clase de hoy no – consulto la hora en mi celular – aún les falta quince minutos para salir -
- Eso me alcanza –
Antes que pueda preguntar para que, sus labios están sobre los míos, Adolfo me come la boca con avidez y yo le respondo con la misma urgencia, no me había dado cuenta lo mucho que deseaba volverlo a besar, desde esa última noche de campamento hace dos semanas, me he obligado a no pensar en ello, ocupando mi mente en cualquier cosa menos en sus labios, pero este beso, este beso me remueve todo.
- Te extrañe hermosa – dice sobre mis labios antes de volverme a besar
Nos besamos unos minutos más hasta que mi celular suena con una llamada de mi hermana, le digo donde estoy y al vernos, Laila reconoce a Adolfo y corre a sus brazos, él la recibe con gusto, riéndose de su reacción, espero que los celos aparezcan, pero nunca lo hacen, Adolfo no ve a Laila como lo hace conmigo, tampoco a mi hermana a quien saluda amablemente, volviéndose a presentar y diciéndoles que nos llevará a casa.
En los próximos días, Adolfo aparece por la prepa y por nuestra casa varias veces, mis hermanas empiezan a hablarme de él todo el tiempo, la abuela también, Adolfo es todo un galán con ella, la ayuda en todo lo que ella necesita e incluso en lo que no, la consiente mucho, cosa que secretamente, me encanta.
Otra cosa que me encanta es que cada vez que nadie nos ve, me besa, y cada vez me hace vibrar todo el cuerpo, ninguno de los dos ha mencionado nada sobre estar en una relación, pero tampoco nos podemos quitar las manos de encima y es más que claro que nos hemos acercado muchísimo.
Adolfo predice casi todos mis movimientos y pensamientos, es excelente leyendo mi humor cambiante hasta más que mi hermana melliza. Él nos ayuda a mis hermanas y a mí con los deberes de la escuela y adora el piso por dónde camina mi abuela.
Un día que está de visita, nos acompaña al centro comunitario y Luisa le presenta a su novio Robert y a su hermano Jackson, Adolfo no tarda en darse cuenta que Laila se pone nerviosa, la abraza y ve la reacción de Jackson, mide cada movimiento entre ellos, es como un sabueso, oliendo el miedo y la incomodidad de ellos, hasta que se aleja con Jackson y habla con él, cuando regresan, están más relajados y lo deja acercarse a Laila, quien se ve más feliz que nunca.
Las semanas pasan y se vuelven meses, navidad llega y Adolfo nos trae regalos a todas, nos promete volver en un par de días con una cena post navidad, esta será la primera navidad sin su madre y no quiere pasarla lejos de su familia, sobre todo de su hermanito, sus hermosos ojos están cada vez más tristes hasta que se va a su casa, no me gusta verlo afligido, así que me paso casi toda la noche enviándole mensajes de texto, me contesta todos y cada uno, aunque no con la misma chispa de siempre, a media noche me envía el ultimo diciéndome que ira a hacerle “piojitos” a su hermanito.
Reconozco el término ya que también lo usaba mi papa para los masajes en la cabeza y el cabello, la madre de Adolfo les hacía eso a cada uno de los hermanos cada noche antes de dormir cuando eran niños, y cuando su hermanito se pone ansioso, hacerle piojitos lo calma, hoy ha estado muy triste y no quería ni siquiera abrir sus obsequios.
Sé cómo se siente, han pasado varios años desde que mis padres murieron y cada fecha especial sin ellos, duele tanto que me deja muda, paso todo el día sin hablarle a nadie y ahora que lo pienso, esta es la primera navidad que no me he sentido así, el sentimiento me abruma, así que lo aparto en el fondo de mi mente y me concentro en apoyar a la distancia a Adolfo.
Tal y como lo prometió, dos días después, llega a la puerta de nuestra casa con comida y con su hermanito, Colton, la abuela se enamora de él al instante y lo llena de galletas navideñas y apapachos, en menos de una hora, Colton está hablando con ella hasta por los codos, compitiendo con Luisa a ver quién come más galletas y luego dibujando con Laila, en la noche, los hermanos se van con enormes sonrisas en los labios y mis hermanas y abuela no dejan de hablar de ellos y aunque me encanta, no puedo evitar la cuota de miedo que se instala en mi corazón, allí mismo donde Adolfo también está entrado y ya no estoy segura que quiera que salga de ahí.