Capítulo 1: Heridas Imborrables (Parte 1)

4753 Words
Capítulo 1: Heridas Imborrables Joanne (Joa) Mi estómago gruñe, es hora de salir a buscar comida. Después que se marchó Hernán, me arrepentí de no bañarme con él. Me quedé mirando el techo y sintiendo su ausencia, esta noche será larga. Salgo de la habitación y me cruzo con Isabella e Isla, me abrazan y besan efusivamente. Es bueno que Isla se vea mejor y menos asustadiza. Su cabello se lo pintó de n***o, mi hermano la dejó bellísima como toda una princesa. —Te venimos a buscar —comentó Isabella, y me tomó de la mano—. En lo que vuelve tu hombre, debes distraerte. —Tengo hambre, no he comido. —Pues será almuerzo —dice Isla sonriendo, lo poco que he hablado con ella, aprendí que habla y después piensa. Es cómica la chica, desde que la secuestramos me cayó de maravilla. —Nosotras te acompañamos a comer —dijo con voz alegre Isabella, y me llevó de la mano. Al llegar al enorme comedor, el olor me abrió más el apetito y me suenan las tripas, toco mi panza avergonzada. —Tienes un dragón dentro —bromeó Isla. El menú es variado, terminé eligiendo unas salchichas rebozadas en pudín yorkshire y se me hizo agua la boca con cada bocado. Madre e hija conversaban, mientras asentía a todo. Me desconecté de su charla y pensé en mi hombre. Espero que le vaya bien en el viaje, odio que sea lejos la casa del abuelo. Lo peor es dormir sola, aunque me tenga enojada lo echo de menos. Debo aceptar que es un riesgo saber mucho, con eso que andan detrás de mi culo. En eso apareció James, se comió a Isla a besos y luego me abrazó. Con Isabella es menos afectivo, pero igual la trata bien. —Les robaré a mi estrella —la arrastró con él y ella se fue sin oponerse. En eso mi celular suena, es un número desconocido y pensé en ignorar. Debo contestar, puede ser Hernán, y si se quedó sin batería. Respondo la llamada y no saludo. —¡Hola, querida sobrina! —su voz me estremece e intento poner la cara relajada. Aunque Isabella, está hablando normal y comiendo. Necesito estar a solas, tapo la bocina con la mano y susurro a Isabella. —Es mi hombre, vuelvo luego. Sabes como es —viro los ojos para atrás. —Es tan insistente, anda ve —con la mano me despidió. Camino rápido y con cada paso mi corazón se acelera. La comida la siento pesada y coloco el celular en la oreja. —Dame tiempo para estar a solas —bajo el celular y cuando queda nada para estar en mi cuarto se cruzó Vic. Sobresaltada pego un grito y toco mi pecho. —¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —me sostiene por los hombros preocupada. —Estoy con sueño y tú apareces de la nada. Me das un susto —toco mi pecho. —¿Segura? —Anoche fue intenso con Jujitsu, y esta mañana… —se tapó el oído. —No más, ve a descansar —me empujó hacia mi cuarto. Le regalo una sonrisa forzada y se me queda viendo. —Te ves rara y pálida. ¿Te sientes bien? Puedo llamar a Anton. —Solo agotada, no dormí nada. —Ve a dormir —me empujó y cerré con seguro la puerta. Me encierro en el baño y con manos temblorosas respondo la llamada. —¿Qué quieres? —Tengo a tu adorado hermano, si no vienes lo mataré. —No mientas, él está bien. Espero que esté con Anton, y crucé los dedos. Mi corazón se cae al suelo cuando escucho gritando a Akin. —¡No lo hagas, Joa! ¡No arriesgues tu felicidad por mí! —¿Qué quieres? ¡No lo mates, por favor! —ruego en llanto. —Saldrás de tu escondite y vendrás al aeropuerto Heathrow. Nos iremos a tu nuevo hogar. Si sale algo mal, la pagará tu hermano. —Estoy lejos, llegaré entre las veintiuno —¿Te escondiste en una cueva? —Su acento marcado y cargado de maldad. —No sirvió de nada. ¿En qué parte te veo? —En el restaurante The Dark, te guardaré un pedazo de pizza. A la hora que llegas es la cena. Recuerda, sin trampa. La rabia me consume y restrallo el celular en el suelo. El llanto es incontrolable y me sostengo del lavamano. «Perdón Hernán, no puedo quedarme y tener nuestro futuro». Enojada limpio mis lágrimas, no me esconderé de mi destino. Los Nóvikov, quieren una sucesora, pues la tendrán. Los dormiré, los evaluaré, hasta alcanzar el poder y los masacraré a todos. Joanne Brown acabará con los rusos, no me rendiré. Enseguida agarro la camisa de Hernán con su aroma, me quito la mía y me empapo en él. Encima la chaqueta larga y ato la cintura con un nudo. Antes de salir escribo una carta para mi hombre. Otra vez lo lastimaré, pero tiene una familia que lo ayudará a seguir. Respiro profundo y dejo el papel en la cama. Antes de irme me miro al espejo y los ojos grisáceos cansados de tanto correr me saludan. «Joanne Brown, dejemos de correr y aceptemos el destino. Lo moldearé a mi antojo y todo mi enfoque será con un mismo fin, acabar con ellos. Para terminar en los brazos de Hernán Honnor y lo cumpliré». Al salir voy con mi pistola, por si la necesito para salir. Espero no tener que usarla. Rápido me encamino hacía el garaje y silbo al ver la variedad de vehículos. Como la perra que soy, escogí el Mercedes Benz blanco de la tía. Sonrío de lado cuando consigo la llave en el panel y en mi mente puedo imaginar el rostro perfecto de Bethany. Salgo del garaje esperando que nadie me detenga y se metió en mi camino uno de los hombres de seguridad. Respiro profundo y bajo la ventanilla. —Señorita ese es el auto de la señorita Bethany, puede escoger cualquiera de la gran variedad —dijo incómodo. —No sabes que me lo presto por ser la novia de su sobrino y si no me crees llama —agarró su móvil—. Te informo que está reunida y si te regaña por desconfiado, es tu culpa. Solo iré a la farmacia. —¡De acuerdo, tenga cuidado! —se hizo a un lado y me fui. Enseguida puse el GPS del carro y me enfoqué en mis planes. Después de tantas horas, me duele todo el cuerpo y me estacioné. Dejo la pistola debajo del asiento. Encontré papel de nota y un bolígrafo en la guantera. Escribo nerviosa y sintiendo dolor al abandonar todo Cuida a los trillizos, no permitas que Hernán haga una locura. ¡Gracias por el auto y aparecer! Espero que le des fuerza a mi hombre. Sí, siempre lo será. Le sugiero que mantenga la fe en nuestro amor, lo lograré. Entro segura y sin lágrimas, ni arrepentimientos al restaurante. El sitio se encuentra concurrido, al entrar los diviso. La cara de mi hermano es letal y de espalda tengo a mi tío. Puedo ver una cola de caballo rubia, espalda ancha y no hay hombres con ellos, de seguro ocultos estratégicamente. Con pasos grandes voy hacia la mesa y cuando Akin me ve resopló y me fulminó con la mirada. No aprende, no lo abandonaría. Arrastro una silla haciendo un estruendo. He conseguido que las demás personas detengan sus asuntos triviales y miren a la hermosa familia rusa. La empleada se disculpa con los clientes algo contrariada y se acercó hasta la mesa, sonrío hacia la cara dura de Alexei. —Joven no puede poner esa silla en el medio, habiendo espacio al lado de sus amistades —indicó estresada y la ignoro, doy la espalda a la silla y me siento recostándome del espaldar. —Señorita, agradecería que se esfume —sacó un fajo de dinero mi tío y puso en la mesa. La señora miró a los lados y sonrió de oreja a oreja agarrando el dinero. —Siempre hay excepciones —guardó el dinero en el delantal y se marchó meneando el culo. —¡Hola tio! Hasta que por fin, tengo tu rostro de frente —mi soberbia presente—. Deja ir a Akin, y soy toda tuya —lo desafío con la mirada. —Negativo, si tú vas, voy detrás —busco en su mirada y la determinación en él será un gran problema. —Si es tu decisión, que se joda. No muestra sorpresa Akin, es bueno leyéndome y sabe que estoy modo inhumana. —De acuerdo, el arma en el zafacón y nos marchamos —mordió un pedazo de pizza—. ¿Quieres comer? —Muy amable, pero no. Me deshice del arma —no quito el ojo de él. —Confiaré, por ahora —habló monótono. Se puso de pie y se pasó la servilleta por sus labios delgados y enrolló el papel. En la entrada puedo ver dos rusos llenos de tatuajes pendientes a cada movimiento. Akin se levantó y me sostuvo de la mano. Caminamos al frente y Alexei detrás. Entrelazo los dedos con mi hermano, tenerlo me ha dado más fuerzas de luchar por nuestro futuro y joder que seremos felices. Seré la puta ama de los rusos y acabaré con los Nóvikov. Mi tío se arrepentirá de haber interrumpido mi vida. En silencio vamos y suena la canción de Adele, Hello. Los ojos se humedecen al escuchar la letra. Hola soy yo Me preguntaba si después de todos estos años te gustaría que quedásemos para analizarlo todo Dicen que el tiempo se supone que cura pero a mí no me ha curado demasiado. Aparentemente todo se une para joderme la vida y hacerme sufrir. Fuimos escoltados por hombres todos tatuados. Alexei habla mierda con sus hombres y ellos me pasan una máquina examinando sensores y registran el cuerpo. Al salir del hospital Hernán, decidimos quitarnos los micro-chip. Hacen el mismo proceso con Akin, y subimos en su avión privado. Nunca he subido en un pájaro de estos y muevo las manos en mi regazo. Akin sostiene mi mano y la besa. —No puede ser peor volar, que lo que nos espera en Rusia, piensa eso —me sonríe e intento devolver la sonrisa, creo que sale más a mueca. —Te aseguro que lograré nuestra libertad, en este avión dejaré mi debilidad y necesito al Akin ninja e imparable que conocí. No seré sumisa y los aniquilaré. —Estoy dentro, si corriste por mí, haré que valga cada maldito día. Seré tu jodida sombra y seremos los hermanos imborrables. —Todos tenemos una herida imborrable y eso seremos al llegar a Rusia. Dos semanas después… A veces siento la necesidad de golpear a Akin, hasta dejarlo en coma, luego recuerdo que es la única persona de confianza en Rusia. Se ha empeñado en arreglarme para recibir a los invitados de Alexei, y no entiendo porque tanto rollo. Antes del maquillaje y el correr de vestirme, estamos en la banya. Es el spa tradicional de los rusos y una de las actividades más importantes para los moscovitas. Les recuerdo que estoy en uno de los países más fríos del mundo. Mi hermano es fiel creyente que necesito el banya para aguantar estos días y limpiar el alma. El cuarto es de madera y me encuentro acostada desnuda, recibiendo vapor. Akin me golpea la espalda con una rama de hojas secas de abedul, sirve para mejorar la circulación. Tengo en mi celular en modo repetición la canción de Adele, Hello. —Joa, puedes ser tan amable de cambiar la canción —resopló y me siento. Lo observo serio, nos vemos cómicos todos sudados y con el gorrito que protege la cabeza del calor. Le quito la hoja de abedul y todo desnudo se cruza de brazos. Tiene un buen futuro mi hermano, el primer día cuando vi que se desnudó tan campante, me sentí rara. Se burló de mí y me contó que es normal, así que no hay que tener vergüenza. —¡Cállate y acuéstate! —se acomodó y lo azoté con la hoja—. Esa canción me recuerda la salida de Londres, y por qué debo luchar —susurro afligida. Les recuerdo, mi hermano Akin no podía dormir preocupado porque Alexei, nos buscaba y ese justo día se ofreció a irse con Callum. Fueron con los chicos de la banda a comprar una casa, resultó que mi tío se enteró y cuando llegaron recibieron la emboscada. Akin me contó que enseguida se entregó y pidió que dejaran a los de la banda. Le pidió a Alexei que me dejara y el necio se negó. Lo demás es historia, nos encontramos en Rusia, al menos al llegar no fuimos torturados. Tenemos escoltas, no podemos salir solos y menos portar armas. Eso cambiará, estoy ganando terreno con los socios. Además, estoy segura que el motivo de Alexei, de traerme no fue en honor a mi padre y debo averiguar. —Entiendo, han pasado dos putas semanas y se siente la necesidad —su voz compitiendo con la mía. —No entiendo, porqué tengo que asistir a esa dichosa fiesta. Necesito ir con Vilen, para que todo marche bien —resoplo y cargo la frustración con Akin. Vilen es el escolta que me pusieron, habíamos planeado salir a investigar unas cosas, pero se jodieron con la fiesta de Alexei —¡Ouch, me quieres grabar la maldita hoja! —se quejó y se apartó. —Eres un quejica —me mofo y me siento a su lado. —Alexei quiere que le ayudes a escoger una joya para su hija y tú como toda mujer elegante lo harás —dijo con voz diplomática mi hermano y levanté las cejas. —En sus quince primaveras, necesito entrar a su hogar y debilitarlo. —Respecto a las salidas con Vilen, estás entrando en zona de riesgo y eso me asusta —su rostro angustiado y sostengo su mano. —Tengo que hacerlo, aunque en las noches no pueda dormir y cada día que pasa ensucie mis manos. Esos hombres deben confiar en una líder y si me intimido no lograré apoderarme del imperio. —¿Te cambiarías el apellido? —Por supuesto y esta noche lo anunciaré. Estoy loca por ver la maldita cara de Alexei, él lo propuso para joderme y le patearé su trasero al anunciarlo. —¿No crees que es demasiado? —Es necesario, siento que Alexei, esconde algo y lo tengo que averiguar. Desde que llegamos solo nos puso a su guardián y su tranquilidad, no me la trago. —Borya y él no estaban unidos, recuerdo que discutían constantemente. Tengo mis sospechas, solo te trajo para verte caer. Es una buena venganza para su hermano, a pesar de todo Borya, movió todo por ti. Puedo ver su dolor, los niños siempre desean la aceptación de sus padres sobre todo la figura paterna. —Cuando quieras, puedes hablar —es lo único que diré. —No será hoy, vamos a la ducha helada. ¿Preparada? —se levantó y tiró de mí. Es la parte que menos me gusta del baño banya, luego de vapor, ducha con agua fría y nos zambullimos. Salgo con los dientes castañeando y con la piel rosadita. La enorme mansión de Borya, tiene todas las opulencias desde las cortinas de tigre. Mi propio banya privado, hasta un cine. Tengo unas ganas inmensas de cerrar los ojos y perderme en un sueño reparador, en donde puedo sucumbir en busca de mis ojos verdosos. Soy golpeada en mi nalga y me giro irradiando inconformidad. —¡Mueve tu sexy culo! —levantó las cejas sugerente. Les cuento que la ropa interior de encaje blanco la escogió mi hermosísimo hermano. Agarro de la percha una bata de algodón y deposito mi sexy culo en la silla frente al espejo. La chica toda pálida y ojerosa me evalúa. El cabello enseguida que aterrizamos en este país le pedí a Akin, que lo tiñera de pelirrojo y con extensiones. Paso el cabello de lado por mi cuello y me giro con la silla para que haga su magia en mi rostro. Desde que pisamos Rusia, no he dejado de pensar en Hernán. La camisa de mi hombre, mi estúpido hermano le pidió a la de mantenimiento que la lavara y pegué un grito por ello. Apestaba debo admitir, pero me rehusaba a soltar ese recuerdo. Tengo pavor de olvidar, mejor dicho que él me olvide. Siento que al lavar la camisa, también se fue esa conexión con él. Le pedí que no me buscara y no se metiera en líos, ha cumplido. Eran mentiras mis palabras, esperaba que arriesgara por su mujer. «Lo sé, soy masoquista». Tras un rato siendo maquillada, muevo los pies cansada de ser un maniquí, Akin golpeó mi frente consiguiendo que abra los ojos y muerdo su dedo que tengo al frente. Se apartó de un salto para atrás y sonrío como niña. —¡Maldita perra! —exclamó y se aguantó el dedo—. Ponte de pie, pero no te gires aún. Primero toca vestirse —se va corriendo por el traje y se asegura que sigo esperando sin voltearme. —No lo haré, total estaré horrible —saco la lengua siendo incordia y él solo me miró coqueto. —Te caerás para atrás, cuando te veas. Eres otra —quitó el gancho del traje y arrojó a la enorme cama. Me quito la bata y me quedo en ropa interior. Mi hermano me ayuda a poner el traje n***o de manga larga y en el medio arriba del seno tiene una fina tela formando una ‘V’. Es corto y se ajusta a mis curvas. Él muy atento se arrodilla frente de mí y me pone los tacos negros puntiagudos, con toques de oro en mis pies. Se levantó y retrocedió examinando su obra. Tras un leve silencio y una mirada invasiva desde los tacones hasta la punta de la cabeza. —¡Perfecto! —me regaló el dedo pulgar arriba. En nada contribuí, solo me quejé y eso no cuenta. Aburrida miro las uñas pintadas de oro, por Dios, hasta tuve que soportar a una chica que me arregló las uñas y pies. —Akin, quiero mencionar que estoy cansada de toda esta …—me tomó por los hombros y giró callándome. Si no me sostiene, me hubiera caído por el brusco movimiento y odiando quedar con la boca abierta miro mi reflejo. Tamborilea en mis hombros el maldito y carraspeó. —Alguien se ha quedado completamente muda —con su palma dio un leve toque en mi barbilla. —Eres bueno Akin, no hay indicio de la perra de Joa, hasta parezco una inocente mujer. —Por favor, llevas la sensualidad y perversión tatuada en la frente cariño, imborrable —saco mi saludo favorito de dedo malo arriba, para mi odioso hermano—. Aunque debo admitir que soy el mejor en belleza, obvio —se le subió el ego y puso su barbilla en mi hombro. El pelo lo dividió a mitad con una hebilla y suelto en cascada de rizos. El maquillaje es adecuado y labios carmesí. El color favorito en mis labios de mi hombre, todo me lleva a Hernán. Amaba verme con este color y mi hermano se dio cuenta de mi cambio de ánimo. —No me mires con esos ojos acusadores —dije molesta y se apartó buscando el abrigo de piel n***o. Es mi favorito para soportar este clima, lo uso a menudo. Akin me ayudó a ponerlo. —Tu hombre si estuviera en esta habitación te empotraba en esa pared —apuntó la pared del lado de la coqueta—. Saldrías con el labial regado y esos carnosos labios hinchados. Respire profundo y tomé fuerzas para soltar la melancolía. —Ve a vestirte Akin —le regalo una sonrisa agradecida por tenerle. —Primero foto —movió de lado a lado su móvil y apuntó la pared empotradora. Camino contoneando mi culo, una mirada sensual con la boca abierta y para terminar la pierna levantada en la pared. No perdió tiempo y sacó la foto. —¿Feliz? —pregunto y asintió. En la cama tiene su ropa, se puso su camisa mezclada con marrón y oro. Una bufanda con el mismo color, pantalon n***o brilloso y le pasé los zapatos botas a juego. —¿No quieres cambiar tu chaqueta de piel de vaca? —lo molesto y negó rotundamente. —Quiero ir llamativo hoy, a Anton le gustaría —con esa respuesta me ganó. Debo admitir que es guapísimo mi hermano. Se puso unas gafas grandes cuadradas y oscuras. Su cabello largo para atrás con un rebelde mechón cayendo hacia delante, dándole un toque sexy. Caminó hacia mí, ofreciendo su brazo. Salimos juntos, al bajar la escalera, al final se encuentra mi escolta puesto por Alexei. Al verme se quedó con el cigarrillo en la boca y el encendedor en mano. Sus ojos oscuros e invasivos y Akin murmuró algo inentendible. —¡Joder! ¿Dónde se encuentra Joanne Brown? —se echó su larga melena oscura para el lado (es su costumbre) y buscó con la mirada alrededor. El perro que mi tío envió, es insoportable. —Vilen, te puedo mostrar a golpes dónde esta la perra de Joa —suelto el brazo de Akin, y corto la distancia con el idiota, aprovecho para palmear su rostro varias veces. —No tengo dudas, estoy más que claro. ¡Vamos! —me tendió su brazo mientras guardó su cigarrillo y encendedor en su chaqueta de tigre. Acepto su brazo y escucho a mi hermano maldiciendo. Me detengo y Vilen entrecierra sus ojos. —Akin venid, entraré con los dos. Sin mirar puedo imaginar su mirada furiosa y me ofreció el brazo sin mirarme. Sonrío genuinamente, disfrutando este momento. Es increíble, tan solo con la rabieta de Akin, y mejoró mi estado de ánimo. —¿Preparada? —dijo Vilen, y levantó las cejas morbosamente. —¡Claro! Pasamos por la sala de visitas que te lleva a la terraza y la música se escucha con pop. La puerta doble la dejaron abierta para mejor acceso. Lo bueno de la terraza es que es cerrada con acristalamiento y puedes ver el cielo, pero protegiéndote de la nieve. Estoy agradecida porque bajo ninguna circunstancia saldría con estos tacones hacia la nieve. Caminar con semejantes hombres de distintas personalidades, es un honor. Consigo la mirada de todos y me dejo llevar por ellos con una sonrisa radiante. No tengo que fingir, jugaré por mi felicidad y con pasos seguros. Eso quiero que sientan mi presencia y recuerden que Joanne, ha pasado por su lado. La terraza está llena de mesas, familias comiendo y charlando animadas. Los meseros atendiendo a los comensales. En el fondo tienen una orquesta y en la pista hay personas bailando. Atisbo a ver a Alexei, con su cabello rubio suelto y sus ojos intensos en mí, le tiró una guiñada. Puedo ver su tensión al verme, la persona con quien habla se halla de espalda y lo ignoro dejándolo con su ira. —Te traeré una copa de vino —dijo Akin, y lo solté. —No, ¡gracias! —frunció el ceño y antes de marcharse se quitó las gafas para darle una mirada amenazadora a Vilen. —Vilen, vamos a la mesa de los socios, ¿qué opinas? —Es un placer acompañarla, señorita —toma mi mano de su brazo y deposita un beso cargado de morbosidad y coloca su grande mano en mi cintura. Mi escolta es un hombre odioso, sin embargo, no es feo. Su aspecto es algo desordenado, pero sexy. El cabello siempre suelto le llega por debajo de los hombros, nariz pronunciada y torcida. Tiene una barba con candado. Además tiene un aro en la oreja en forma de navaja colgando, ese lado se mete el pelo por detrás mostrando siempre. Al principio de conocerlo, con mi ánimo por el suelo y furiosa no lo soportaba. Luego al salir con él a los negocios y tener que soportarlo fui dándome cuenta que es su trabajo. Le ordenaron vigilar a la hija de Borya, cada paso mío debe informar a Alexei, y no puedo usar armas. Excepción si es una orden del maldito de mi tío, al frente de todos pidió que liquidará a un traidor y no me costó, al ver la burla de todos. Salgo de mis pensamientos, recorro con la vista la mesa y los cinco pares de ojos pendientes a la recién llegada de Joanne Brown. La primera vez que los conocí sentí el rechazo de todos y más el de Iván, por cierto, el más joven de ellos. Su padre enfermó de cáncer y él se ha hecho cargo de sus negocios. Son cinco socios contando a Iván, son mayores y machistas, no creen que una mujer deba inmiscuirse en los negocios. Eso les duró dos días, hasta que cansada de la mierda y discriminacion agarré el arma de Vilen. Todos me apuntaron, pero caminé sin importar que me dieran plomazo. Me harté de las quejas del tipo que tenían torturando y me puse delante. Lo miré a los ojos atormentados y pude vislumbrar su grito de ayuda. Nuestras miradas estaban unidas y le disparé en la sien. Luego arrojé el arma al suelo. Desde ese día ellos me tomaron en serio. Alexei quería castigarme, pero ellos lo impidieron. —¡Priwét! —les dije, hola en ruso. Akin es mi maestro—. ¡Excelente noche, caballeros! —¡Oh, miren que bien le sale el acento! —comentó Dima, a los demás en inglés. No he tenido problemas, casi todos hablan inglés, obviando a Iván que varias veces en mi presencia habla ruso como si no existiera. Fijo mis ojos en él, es increíble como estos hombres toleran el frío, solo lleva su chaqueta negra y se puede ver su pecho blanco al descubierto con un tatuaje de letras. Sus manos en la mesa llena de anillos. Sintiendo mi mirada indecorosa, alzó su cabeza directo hacia mí y sus rasgos son toscos. Es un hombre que irradia poder y a la vez crueldad. —¿Te vas a cambiar el apellido? —se pasó la mano por su cabeza con un recorte muy pegado (casi calvo) y sus ojos gris claros sin darme tregua. —Esa noticia la informaré en breve, para todos los presentes. No comas ansiedad —dije sarcástica y puedo ver un ligero temblor en su ojo izquierdo, pero enseguida se detuvo. Le ha molestado mi contestación y me importa tres carajos. —Estaremos pendientes y ansiosos —respondió con su acento marcado Igor. —Pido permiso para retirarme —me inclino y Vilen, inclinó la cabeza en respeto hacia ellos. —Eres buena llamando la atención y creando tensión Joanne. Ciertamente, eso me agrada —su confesión me ha tomado por sorpresa, no es una broma estúpida o comentarios sucios. —¡Wao, Vilen! Eso cuenta como un cumplido, para tu información —bromeo y caminamos hacia la mesa de aperitivos. —Soy bueno aceptando cuando una persona merece halagos y hoy te los ganaste —con su dedo índice dio un toque en mi nariz—. Prueba los blinis, panqueques rusos, son mis favoritos —me mostró uno. —¿Panqueques? —miro extraño el plato. Son como rollitos y dentro tienen si no me equivoco caviar. —Te gustará adentro tiene caviar, pero se puede comer con carne molida y miel. Incluso Maslenitsa, el carnaval ruso es la semana de comer blinis. Es la fiesta más antigua y deliciosa en Rusia. Marca el final del invierno y el comienzo de la primavera. Todo me parece interesante y él se da cuenta. Me tendió el rollito, lo iba a agarrar y negó. Lo puso en mis labios y lo mordí sonriendo. En realidad sabe exquisito y cierro los ojos. —¡Te gusta! —sus ojos sonriendo y puedo darme cuenta que mira a mis espaldas y perdió su sonrisa —. Te llevaré a ese carnaval —ignoró a la persona detrás y me regaló una sonrisa antes de irse.
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