Capítulo 2: Sus Ojos Brillan por mí

1560 Words
Hernán (Jujitsu) Estoy a nada de perder la cero paciencia que me queda. Mis ojos furiosos puestos en mi mujer, su decisión me ha descolocado. Primero tuve que soportar al imbécil ruso tocando lo que es mío. Casi destruía todo al ver que ella no lo apartó y estaban a nada de besarse. Realmente no sé, cómo pude hablar. Al menos la reacción de Joa al verme y su emoción, me hicieron el hijo de puta más feliz de la tierra. «¡Joder! Sus ojos brillan por mí todavía». Deseaba abrazarla, arrojarla en la mesa de aperitivos y comer de ella. Su color de pelo natural y largo la hacen más hermosa de lo que ya es. Sus carnosos labios pidiendo que los muerda. Nuestra mirada se interrumpió, se acercaron unos hombres mayores a hablarle. Tocan mi hombro y me tensé, si es el hijo de puta de Alexei, quiero hacerlo comer polvo. Él es el culpable de que mi mujer tuviera que dejarme y cierro los ojos contando para calmarme. —La joyería la veo otro día —murmuró contrariado y lo encaré. La noticia de Joa, lo puso de un humor y sus ojos se desviaron a verla. Luego vuelve su atención a mí. —Puedo esperar más tiempo, no hay problema —logré formular y deseo que saque su asquerosa mano de mi hombro. En ese justo momento hace aparición mi tía y lo agradezco. —Perdón, por la demora. —se tocó el pecho y sostiene el maletín con las joyas. —Le decía a tu sobrino que mejor cambiar el día, me aseguraré que mi sobrina los vea —quitó su mano y volvió a mirar al grupo que rodea a Joa. —Qué pena, si es lo que desea. Espero que podamos vernos antes de regresar a Londres —habló mi tía soberbia, dejándole claro que tiene más negocios. —Le aseguro que sin falta mañana, no perderán conmigo. Se los aseguro, los Nóvikov somos hombres de palabra —me palmeó la espalda y sostuvo la mano de mi tía besándola. —De acuerdo, confiaré en su palabra. —Mi tía le regaló su hermosa sonrisa y me encojonó más. —Los dejo en su casa, coman y disfruten lo que queda de la noche —abarcó con la mano su terraza y se marchó tenso. Mi tía esperó que se fuera y me miró mal. Un mesero pasó con vino y agarró dos copas. —Ten y te calmas —me tiende la copa y de una doy un trago—. Te leí las intenciones, desde la magnífica noticia de Joanne Nóvikova. Escuchar el apellido me hace rabiar. —Al menos dime que la salida al baño tuvo frutos —hablé con la mandíbula apretada. —No seas idiota, sabes que aunque no te guste lo esta haciendo bien. La prueba está en cómo descontroló a su tío de momento. No he venido a exponerme para que pierdas la cabeza. —Lo siento, no es fácil —acepto mi idiotez. —Lo sé, ¿puedes ver el hombre de pelo largo oscuro que está en la esquina de la orquesta? Lo recuerdo perfectamente, entró orgulloso con mi mujer e incluso, hasta le tocó su nariz. Muevo tenso el cuello de lado a lado. —¿Qué pasa con él? —Intenté controlarme y me es imposible. —Por estar con tus jodidos celos no te has fijado de nada, idiota. —Se fue furiosa a la mesa de aperitivos. La sigo, mi tía se vistió con falda hasta la rodilla crema, camisa blanca de manga larga y su abrigo de piel crema. —Tía, dime —susurro a su lado. —Es su escolta, no lo ves —agarró unas bolitas de masa y lo probó. —No sé, si reírme o llorar —comenté sarcástico y mi tía se limpió la boca con una servilleta. —He visto como te comió con los ojos antes de anunciar lo del apellido. Puede haber miles de hombres, pero te aseguro que tienes el terreno ganado. Eres su hombre y esos ojos no mienten. Además, los Honnor Davies, son imborrables. Sus palabras me calman, beso su mejilla y consigo una sonrisa tímida. —¡Gracias, tía, te quiero! Te ves hermosa sonriendo. —¡Lo sé! —dijo orgullosa. En eso nos interrumpe una voz ronca y la recuerdo enseguida. Mi tía se gira a ver al imbécil ruso y al voltearme lo miro serio. —Disculpen —sus ojos encima de mí y son desconfiados. —¿En qué puedo ayudarlo, joven? —habló coqueta, Bethany. —Alexei me comentó que se dedican a la joyería. En sus ojos gris claro, puedo ver la desconfianza y sé que sospecha de mí. —Estás en lo correcto —con voz aduladora Bethany, y le ofreció la mano—. Soy Bethany Davies, y mi sobrino Hernán. Él tipo le estrechó la mano a mi tía y me saludó con la cabeza. —¿Tienen tarjeta? —su curiosidad presente—. Para ponerme en contacto con ustedes, quisiera comprar algo a mi viejo. —Por supuesto. —Saqué la tarjeta de mi chaqueta y se la ofrecí sonriendo de lado. —Gracias, los contactaré muy pronto —sus ojos desafiantes y se marchó. Pruebo lo que mi tía probaba y no me gusta, lo bajo con el vino. Mi tía se dio cuenta y sonrió burlándose. —No jodí todo —trago más vino—. ¿Eso buscábamos, no? —Exactamente, sobrino. Jamás pensamos que Iván Morózov sería tan fácil. Debemos agradecer la belleza de ella, ¿no crees? —¡Salud, por eso! —Chocamos las copas. —Con permiso —su voz hace que quiera poseerla y me giro de una. Mi mujer está a unos pasos, por supuesto su escolta con ella y sonrío al verla, no puedo estar enojado. —Adelante —le cedo el espacio y me regala su mirada coqueta. La veo agarrando unos rollitos. —Gracias, debes probar estos rollitos, mi escolta me los enseñó y sí, están en la madre —sugirió Joa. Se acercó el hombre oscuro y agarró el plato. —Debemos llevarnos este plato, Joa, vamos. —Le ofreció el codo y ella mordiendo el rollito aceptó. Relájate Hernán, no puedes romper el brazo del rabo de Joa. —¡Que disfruten la noche! —Se despidió con sus ojos sonrientes y se marchó. En eso llegó Akin, y se acerca demasiado, alarga su mano y cogió unos pinchos de carne. —Nunca estamos solos, nada de armas y los celulares que tenemos de lujos, nada de llamadas —muerde un canto de carne—. ¡Delicioso el Shashlik! Mmm… ¡Ciertamente, exquisito! —exclamó con los ojos cerrados y se colocó unas gafas grandes. Se fue dándonos esa gran información y me desespera saber a Joa, desprotegida. —Es hora de irnos —anunció mi tía. —Demonios, sí, porque no soporto estar apartado de ella. Mi tía me tomó del codo y nos guio hacia la salida. La vigilancia es extrema, en cada esquina vez un hombre con escopeta. Al salir cae nieve, el frío es insoportable y sostengo a Bethany para que no se resbale. Afuera se encuentra un chico encargado de los autos, le doy la boleta y nos pide que esperemos. Traen el auto Marussia B1, es un gusto que me estoy dando. El auto tiene un diseño vanguardista y su color n***o con naranja le dan la agresividad. Ayudo a mi tía a subirse al carro, las puertas se deslizan hacia arriba. El empleado es más bajito y deslicé el asiento para atrás hasta estar cómodo. Salgo de esta maldita tortura, dejando mi corazón en esa mansión. Hemos llegado al apenthouse, nos recibe Jacob, y nos sirvió un whisky. La tía niega y enseguida se va para el escritorio. Se sienta y empieza a bregar con la laptop. La idea era poder entrar a la casa y cuando fuera al baño poder entrar al despacho. Los planos de la casa de Borya, que James consiguió de Akin, nos han servido mucho. Una de las meseras despejó el camino de Bethany, y mi tía pudo poner un micrófono debajo del escritorio de Alexei. Se escuchan hablando ruso y no entiendo un carajo. Jacob está atento y la voz de Iván es inconfundible. —Alexei, cálmate. Con estar alterado no consigues nada. Fue tu idea el apellido y ahora que aceptó te pones así —traduce Jacob. —La idea es hacer que lamente ser hija de Borya, no que quiera poder. ¿Qué pasa contigo? Ahora eres su protector, Iván —repite Jacob sus palabras. Me levanté con el vaso y miré la vista de Rusia. Es sumamente difícil quedarme de brazos cruzados, cuando estoy en el mismo país que Joa. Escuchar que hasta el mismo Alexei, se dio cuenta de la atención de Iván por mi mujer, me saca por el techo. —Listo, dejemos grabando —comentó Jacob, y silencia la conversación. Los dos caminan hacia el lado mío y Jacob pasa el brazo por mi hombro. —Calma hermano, todo se solucionará. Quiero creerle, pero me es imposible. Todo caerá y cuando la caída es desde lo alto, peor es el dolor.
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