Samantha llegó a su antiguo departamento. Tenía polvo y sábanas blancas por todos lados para cubrir sus cosas. Todo estaba tal cual lo había dejado antes de hacer la mudanza e irse a vivir con Dante, pero las cosas fueron otras y ambos tomaron caminos separados.
Empezó a limpiar, recoger y ubicar todo. Una vez listo tomó el periódico y se puso a buscar trabajo. Tenía que conseguir uno para poder mantenerse. Los fuertes golpes en la puerta la distrajeron e hicieron que se ponga de pie y fuera a ver quién era.
Ni bien abrió la puerta y vio a Dante a fuera, intentó cerrarla, pero él se lo impidió al colocar su pie y abrirla a la fuerza.
- ¿Dónde está mi hijo? – preguntó Dante con gran fuerza en su voz que bien pudo romper los cristales del edificio. Sus ojos como lagunas negras estaban llenos de completo odio y su aliento apestaba a licor.
- No sé de qué me hablas. – respondió Samantha con la frente en alto, manteniendo firmeza ante aquel hombre que estaba frente a su puerta.
- Claro que lo sabes. – agregó molesto, de entre el cinturón sacó una pistola y apuntó a su cabeza sin piedad. – Dime dónde está el bebé que tuviste en la cárcel o voy a matarte ahora mismo. – amenazó con dureza, parecía hablar enserio.
- Insisto, no sé de qué me hablas.
Dante pareció sonreír de una forma bufona y tenebrosa, arrancó la camisa de Samantha con una sola mano dejando ver su vientre y volvió a preguntar con un tono más fuerte.
- La cicatriz, me vas a negar que no es de una cesárea.
- No lo es, eso me lo hizo una reclusa en medio de una pelea cuando estuve en la prisión. – aseguró.
- Maldita sea Samantha, deja de mentir de una vez por todas y dime donde está mi hijo. – arrugó su rostro amargo y desbloqueó el gatillo de seguridad de la pistola asegurando que no era un juego. – sabes que no tengo miedo de matar a la asesina de mis padres.
Ella pareció no tener miedo y fijó sus ojos con los de él. Caminó hasta que el cañón topó su frente.
- Adelante. – dijo, cerró los ojos y lo siguiente que se escuchó fue un disparo.
No era ella la herida, el disparo sonó desde atrás, ambos fijaron su mirada en aquel rincón vació donde ni siquiera la sombra estaba. El sonido hizo que los inquilinos salieran y que Dante guardara la pistola.
- Esto no ha acabado. – amenazó en lo bajo y decidió marcharse.
- Por supuesto que no ha acabado. – dijo Samantha y cerró la puerta, dejando a sus vecinos curiosos y sorprendidos por verlos juntos.
Al poco tiempo que Dante se marchó, volvieron a tocar.
- Buenas noches. – saludó un hombre con postura jovial. – soy gerente del banco central y he venido personalmente para decirle que su cuenta fue la afortunada entre todos los socios. Señorita Williams, sus intereses subieron por el tiempo que estuvo fuera, ahora es dueña de medio millón de dólares.
Samantha no podía creerlo ¿En realidad eso existía? Se preguntaba.
- Tiene que ser un error – comentó dudosa. Los ahorros que quedaron en su cuenta eran muy pocos que era imposible que se multiplicaran.
- No lo es. – el hombre le entregó un certificado donde mencionaba a Samantha ser la afortunada de dicho dinero. – no hay error, ahora si me permite me marcho, he cumplido con mi deber. Tenga buenas noches. – sonrió y se alejó.
Samantha aun no lo creía, era una noche en la que estaba afuera y recibió la visita de Dante reclamando por un derecho que no le pertenece, se preguntaba cómo llegó a enterarse si su hijo no estaba en el mismo país y ahora mucho menos lo iba a traer. También estaba lo del gerente del banco, ahora es dueña de una fortuna que no sabe cómo pasó, pero ya tiene planes para ese dinero y lo primero que haría era pagar depositarlo a la cuenta de su hijo para los tratamientos y el resto pagar la deuda con el señor Miller.
….
- Listo. – dijo el gerente al entrar en el mismo coche n***o que vio salir a Samantha. – la señorita Williams aceptó el dinero.
- Gracias, esta es tu parte. – el chofer estiró sus manos donde estaba un sobre amarillo con una cantidad de dinero y le entregó. – la señora te lo agradece, ahora vete. – ordenó y el hombre salió feliz del vehículo.
Su siguiente tarea era acercarse a Samantha y llevarla con ella, la mujer sólo tiene una oportunidad para ganar su perdón y debe de actuar antes que sea tarde.
….
(Mansión Milkeson – 8 pm – despacho principal)
- ¿Conseguiste saber dónde está tu hijo? – preguntó Heidy, a la vez que le daba un masaje a Dante en el cuello.
- Se niega a decírmelo. – respondió frustrado.
- Pronto lo sabremos. – dijo ella con mucha calma, besó sus mejillas y volvió a decir. – iré a descansar, te espero en la habitación. – sonrió y caminó coqueta hasta desaparecer.
Dante mantenía su mirada fija al frente, el ceño fruncido y en sus manos algo de licor, que le fue imposible no recordar el aviso que le dio su asistente.
“Señor, su esposa acaba de salir libre. – habló uno de sus abogados. – pagaron una gran cantidad de dinero y concedieron la libertad absoluta.
Dante se molestó tras escuchar que la asesina de sus padres no pagó la condena que merecía, pero aun así se mantenía calmado.
- ¿Quién pagó ese dinero? – preguntó tratando de mantener la calma, pero por dentro estaba que no podía.
- Fue alguien anónimo. – los abogados se miraron de unos a otros, había otra pequeña cosa que tenía que informarle. – Señor, durante ese tiempo que la señora estuvo en prisión tuvo un hijo.
- ¿Cómo es posible eso? si es una cárcel sólo para mujeres. - el vaso de vidrio en sus manos terminó por romperse en mil pedazos por la fuerza ejercida.
- Es porque ella fue a la cárcel estando embarazada de usted.
Dante asintió sin importarle el ardor de sus mano lastimada, se puso de pie y tiró de golpe la mesa al suelo. Podía odiar a Samantha, pero no al pequeño.
- Quiero que hagan todo lo posible por quitarle a mi hijo, no permitiré que esa asesina lo cuide”
Después de aquel recuerdo levantó el vaso, lo llevó a sus labios y bebió hasta la última gota.
- Te voy a quitar a mi hijo Samantha. – dijo entre dientes, mientras una de sus manos se convertía en puño.