Capítulo 7

1728 Words
Orión La voz de Lucas, tensa y urgente, llegó a mis oídos en el momento exacto en que cerramos la puerta del búnker detrás de nosotros. —Código rojo en el búnker del sur, —anunció, sus palabras cargadas de una gravedad que inmediatamente me puso en alerta. —¿Qué está pasando? —grité, mi voz elevándose sobre el murmullo de la manada que se agitaba con la alarma de Lucas. Podía sentir la tensión en el aire, una mezcla de miedo y urgencia que me empujaba a la acción. Fue Sam quien respondió, su voz tensa pero controlada. —Unos Elegidos de la Diosa interceptaron a unos lobos que habían ido a buscar comida, —informó. Su semblante reflejaba la seriedad de la situación, y supe que teníamos que actuar de inmediato. Rápidamente entregamos las mochilas llenas de suministros a unos miembros de la manada que pasaban por allí, dándoles instrucciones de llevarlas a la cocina y a la sala médica. Sin perder un segundo, me dirigí a la pared cerca de la puerta y tomé algunas armas. —Vamos, —ordené, mi voz firme y decidida. No había tiempo para dudas o vacilaciones. Lucas, sin embargo, parecía reticente. —Alfa, —dijo, deteniéndome en seco. Al darme la vuelta para enfrentarlo, pude ver la lucha en su rostro. Estaba claro que tenía algo más que decir, algo que parecía costarle compartir. —La situación es complicada, —comenzó, su voz cargada de una preocupación que presagiaba malas noticias. —Habla de una vez, —le dije con voz fría, mi paciencia al límite. Estaba a punto de recurrir a una orden Alfa para obligarlo a hablar cuando finalmente lo hizo. —Creemos que entraron al búnker, no sabemos si están allí o si hay sobrevivientes, —dijo finalmente. Sus palabras me golpearon como dagas en el pecho, llenando mi mente de imágenes de mi manada en peligro, posiblemente heridos o peor. —Bien, Jake, Robert, vienen conmigo, —dije rápidamente, tomando una decisión instantánea. —Tú, —señalé a Lucas, —organiza un equipo que salga detrás de nosotros. Sin darle tiempo a Lucas para responder o protestar, salimos corriendo hacia el búnker del Sur. Corrimos a través de los bosques, aún en nuestra forma humana, sintiendo la urgencia palpitante de la situación. Nuestros lobos, normalmente una fuente de fuerza y agilidad, permanecían adormecidos en lo profundo de nuestra mente debido a las restricciones del búnker. Esta falta de conexión con nuestra otra mitad era una desventaja, pero no nos detendría. El bosque, que usualmente estaba lleno de los sonidos de la vida silvestre, estaba inusualmente silencioso, una señal inequívoca de que el peligro acechaba cerca. La ausencia de ruido era inquietante, cada hoja que crujía bajo nuestros pies sonaba demasiado fuerte en el silencio. Avanzábamos con cautela, nuestros sentidos humanos agudizados al máximo, intentando compensar lo que no podíamos percibir en nuestra forma de lobo. El aire estaba tenso, como si el bosque mismo contuviera la respiración, esperando que el peligro se revelara. —Estén atentos, —susurré a Jake y Robert, mi voz apenas un hilo en la quietud del bosque. Ellos asintieron, sus rostros tensos y concentrados, cada uno de ellos tan consciente como yo de lo que estaba en juego. La aparición repentina de una niña, saliendo corriendo de entre los árboles con un bulto en sus brazos, nos tomó por sorpresa. Era una imagen impactante y desorientadora en el silencio del bosque. Antes de que pudiera reaccionar, ella chocó contra mí y ambos caímos al suelo en un enredo de extremidades. La niña, claramente aterrorizada, levantó la vista hacia mí. Sus ojos, desorbitados por el miedo, reflejaban el pánico de una huida desesperada. Por un momento, no reconoció quién era yo, pero luego, al darse cuenta, su expresión cambió ligeramente. No era alivio lo que vi en su rostro, pero al menos había un reconocimiento, una pizca de calma en medio de su terror. —Alfa, vienen detrás de nosotros, —murmuró con voz temblorosa, aun sosteniendo fuertemente el bulto en sus brazos. Fue entonces cuando me di cuenta de que lo que llevaba era un bebé, un pequeño ser que parecía completamente ajeno al caos que se desarrollaba a su alrededor. Si los Elegidos de la Diosa estaban tan cerca, estábamos en peligro inminente. Rápidamente me puse de pie, ayudando a la niña a levantarse con cuidado, asegurándome de que el bebé estuviera seguro. La decisión tenía que tomarse rápido. —Necesito que uno de ustedes lleve a la niña al búnker, —les dije, mirándolos a ambos, consciente de que cada momento que pasábamos decidiendo era un momento perdido. Robert, sin dudarlo, asumió el liderazgo en esa situación. —Jake, tú hazte cargo, yo seguiré con Alfa, —dijo con firmeza. Jake parecía listo para protestar, para insistir en quedarse a mi lado, pero un aullido desgarrador de dolor interrumpió cualquier discusión. El sonido, lleno de sufrimiento y miedo, cortó el aire, recordándonos la urgencia y el peligro de nuestra misión. —Llévalas ahora, —le ordené a Jake, mi voz dejando claro que no había tiempo para debates. La seguridad de la niña y del bebé era primordial, y Jake era el más indicado para garantizar su regreso seguro al búnker. Con esa decisión tomada, Robert y yo nos pusimos en marcha, avanzando con rapidez hacia el búnker del Sur. Cada paso estaba cargado de tensión, el aullido todavía resonando en nuestros oídos. Al llegar al lugar, la escena era caótica y violenta. Cuatro Elegidos de la Diosa estaban enfrascados en una brutal lucha con algunos de nuestros hombres. La tensión del combate era palpable en el aire, cargado de gruñidos, golpes y aullidos de dolor. En medio del tumulto, uno de nuestros lobos logró establecer una conexión mental conmigo. "Alfa, no han entrado al Búnker," transmitió con urgencia. Esa noticia fue un alivio, pero sabía que aún enfrentábamos un peligro inminente. Concentrándome, insté a Ciro a transformarse. A pesar de estar debilitado por la prolongada estancia bajo tierra, y la influencia del hierro del búnker, sentí cómo su fuerza y presencia comenzaban a emerger. La transformación era una lucha, pero necesaria para enfrentar a los Elegidos de la Diosa en igualdad de condiciones. A mi lado, Robert también luchaba por liberar a su lobo. La frustración y el esfuerzo se reflejaban en su rostro, una muestra de la dificultad que estábamos enfrentando debido a nuestra prolongada separación de nuestras otras mitades. Sin esperar a estar completamente transformado, me lancé hacia uno de los Elegidos de la Diosa. Con un empujón feroz, logré apartarlo del lobo que tenía sometido bajo él. La adrenalina y la determinación fluían por mis venas, impulsándome a luchar con una ferocidad que se alimentaba del deseo de proteger a mi manada. Mientras Ciro, aun luchando con las limitaciones de su forma debilitada, se liberaba en mi interior, sentí cómo la fuerza de mi lobo tomaba el control. La lucha era caótica, una mezcla de furia, instinto y desesperación por sobrevivir. A mi derecha, dos de nuestros lobos, trabajando en perfecta sincronía, se abalanzaron sobre uno de los Elegidos de la Diosa. Sus movimientos eran una danza letal de dientes y garras. Con una ferocidad implacable, lograron derribarlo, y en cuestión de segundos, el Elegido yacía inmóvil en el suelo, vencido por la fuerza combinada de los dos lobos. El sonido de su lucha resonó en el aire. Yo, mientras tanto, enfrentaba a dos de los Elegidos por mi cuenta. Cada uno era un adversario formidable, sus habilidades de combate alimentadas por alguna fuerza oscura y desconocida. Sin embargo, la determinación de proteger a mi manada me llenaba de una fuerza que parecía superar mis propios límites. Con cada ataque que esquivaba, con cada contraataque que lanzaba, sentía cómo la furia y el poder de Ciro fluían a través de mí. Uno de los Elegidos se abalanzó, sus garras destellando a la luz tenue del bosque. Con un movimiento ágil, logré esquivarlo y, aprovechando su momento de desequilibrio, lo ataqué. Mis dientes encontraron su cuello, y con un movimiento brusco, acabé con su vida. El segundo Elegido, viendo caer a su compañero, atacó con renovada furia. Pero yo estaba preparado. Con una mezcla de táctica y fuerza bruta, logré derribarlo y, en un instante de pura supervivencia, acabé también con él. Mientras yo luchaba, el cuarto Elegido logró herir a Robert. Vi cómo se retorcía de dolor, un grito ahogado emergiendo de su garganta. La visión de mi compañero herido encendió una nueva oleada de rabia en mí. Con un rugido lleno de furia, me lancé hacia el Elegido restante, decidido a acabar con él antes de que pudiera hacer más daño. En el fragor de la batalla, cada uno de mis movimientos estaba impulsado por la adrenalina y el deseo desesperado de sentir algo, cualquier cosa, que llenara el vacío en mi corazón. Estaba tan inmerso en la lucha, tan consumido por la necesidad de conectar con mis emociones enterradas, que no vi venir el ataque que podría haber sido mi final. De repente, en un destello de movimiento, Robert se lanzó delante de mí, interponiendo su cuerpo entre el ataque mortal y yo. Sentí el impacto, vi cómo caía herido, y mi corazón, que había estado tan frío y adormecido, se llenó de un dolor agudo y repentino. "¡Robert!" grité, arrodillándome a su lado mientras los otros lobos se encargaban de la amenaza restante con una ferocidad renovada. Las palabras se atoraban en mi garganta al ver la gravedad de sus heridas. Robert me miró, su respiración entrecortada y sus ojos reflejando una mezcla de dolor y aceptación. —La guerra no ha terminado, Alfa, —murmuró con dificultad. —Gracias... por darme un lugar a tu lado. Sentí cómo las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos, una mezcla de gratitud y desesperación ante la pérdida de un compañero tan valioso. —No, Robert, no me agradezcas. Tú eres un verdadero guerrero, —le dije, sujetando su mano con firmeza. Mientras Robert yacía en mis brazos, sentí una profunda tristeza y una sensación de responsabilidad. En sus últimos momentos, me aseguré de que supiera lo importante que era para mí, para nuestra manada. Me quedé allí, sosteniéndolo, mientras los sonidos de la batalla se desvanecían a nuestro alrededor.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD