Octavia Encerrada en la oscuridad de mi celda, había perdido la noción del tiempo. El concepto de día y noche se había desvanecido, dejándome en un eterno crepúsculo. Me traían comida dos veces cada cierto tiempo, pero los intervalos eran irregulares, aumentando mi sensación de desorientación. No quería comer, pero una parte de mí se aferraba a la vida, una chispa de resistencia que se negaba a extinguirse a pesar de mi desesperación. La comida en sí misma era insípida, a veces estaba fría y otras veces apenas comestible. La tragaba sin saborearla, y siempre terminaba por vomitarla. No quería vivir más esta pesadilla. Cada día era un ciclo interminable de soledad y desesperanza, un laberinto de dolor y pérdida del que no veía salida. La ausencia de Darcy era un vacío constante, un aguj