Lucien Mientras me deslizaba sigilosamente entre los estantes polvorientos de la biblioteca personal de la Diosa Luna, cada libro que tocaba parecía susurrar secretos antiguos y oscuros. La biblioteca, un laberinto de conocimiento prohibido, estaba iluminada por tenues velas que proyectaban sombras danzantes en las paredes. El aire estaba cargado con el olor a pergamino viejo y tinta, un aroma que me resultaba extrañamente reconfortante en mi búsqueda clandestina. Finalmente, mi persistencia dio frutos. Encontré una página que detallaba el ritual de amplitud, las palabras exactas que la Diosa Luna necesitaba pronunciar para despertar sus poderes por completo. Con un rápido vistazo a mi alrededor para asegurarme de que estaba solo, arranqué cuidadosamente la hoja del libro y la escond