Orión Sentado al lado de Heider, observaba cada pequeño movimiento, cada cambio en su respiración, esperando algún signo de que despertaría. Finalmente, sus párpados comenzaron a moverse, y ella abrió lentamente los ojos, ajustándose a la luz. Al ver que había recobrado la conciencia, sentí una mezcla de alivio y frustración. Alivio por verla despierta y aparentemente bien, pero frustración por la temeridad de su acto. —¿Cómo estás? —le pregunté, extendiéndole un vaso de agua. Mi voz era suave y baja, en ella yacía una corriente de enojo por el riesgo innecesario que había tomado. —Estoy bien, Alfa, —susurró después de beber un poco, su voz apenas audible. A pesar de sus palabras, podía ver el esfuerzo que le costaba incluso sostener el vaso. La miré, luchando para controlar mi enojo.