Daez Brhazo.
Los humanos no saben lo que han creado, esto no es humano, no es un lycans, tampoco un vampiro, es una criatura llena de odio con aspecto inhumano y fuerza sobrehumana. Los ojos dorados brillan y su piel parece una capa delgada que deja ver las venas sobresalientes. La esclerótica de sus ojos están teñidos de n***o y si nos llaman monstruo a nosotros entonces. ¿Qué es esto?
Sus garras están a centímetros de mi rostro y no es su fuerza lo que me impide batallar, es el maldito dolor que corroe mis venas aumentando el ritmo cardiaco y el dolor de cabeza, «siento que explotaré» el legado Freman siempre se consideró una maldición y esto lo demuestra.
No sé dónde demonios salió el viejo Peind Wilson, pero salta desde el segundo piso alcanzando a su nieta. «Otro monstruo» su dote es físico y la inmunidad le permite erguirse como si él dote de su nieta no fuese nada.
Se las apaña para desmayarla liberándonos del dolor, la alzó en brazos pidiéndole a Grey que la sujete, me las apaño para romperle la mandíbula al idiota que me está atacando.
Los helicópteros se escuchan y las bocinas con la voz del general Robinson exige a su hijo de regreso. Se escuchan estruendos en toda la mansión mientras el gas avasalla cortando el paso del aire. Me cubro del gas y Liz abre el portar que se descompone haciendo que todos se pregunten ¿Qué demonios está pasando? Peind Wilson intenta abrir el portal y tampoco funciona. ¿Qué demonios?
No hay salida y mientras los agentes nos rodean por detrás, los Gholes abren paso en un ataque lanzándose contra el viejo Wilson, quien los aparta como si fueran una masa de algodón «Es fuerte» lo admito. Liz sostiene mi mano y entiendo a qué se refiere, sujeta la mano de Grey mezclando los conjuros y un portal inestable se abre dando una ruta de escape.
Caemos colina abajo rodando entre la maleza. Se me contraen los músculos cuando impacto contra la roca que me detiene de seguir rodando.
Ruedo los ojos buscando a los demás y los encuentro quejándose, golpeados y cansados. Grey sigue sujetando a Clare mientras que Liz no se les despega. ¿Dónde demonios estamos? Es la pregunta que todos se hacen cuando el ruido de la selva nos avasalla.
No estamos en el llamado Búnker, eso lo sé, los únicos que sabían la ubicación son los Freman y Liz, sin embargo, Liz se niega a dar coordenadas desesperando a muchos. La humedad hace estragos y el calor hace que toda energía se escape de nuestros cuerpos.
No estamos muy lejos de la ubicación anterior y los helicópteros sobrevolando el lugar nos lo confirman, los centinelas sobrevuelan en busca haciendo que los portales estén prohibidos. Pasa medio día y una noche de mierda con insectos y bichos que nos pican la piel. No hay contacto con nadie y los helicópteros no dejan de moverse en los cielos.
Nadie habla sobre lo sucedido con Clare, supongo que a nadie le importa, solo fue una recaída, pero no quita el hecho de que es peligroso, ala mañana siguiente Romanó despierta y parece ida mirando a la chica que sigue inconsciente.
—¡Es peligrosa! —habla y la mirada airosa de todos la golpea. A nadie le importa su preocupación e incluso su hermana se levanta posando un pañuelo sobre la cabeza de Clare. —¡No hables de eso! —dicta Liz.
No se ve muy convencida e intenta decir algo, pero el aura asesina de Peind Wilson la calla de golpe.
—¡Hay un pueblo cerca, podemos llegar! —informa Grey después de revisar los alrededores. —¿Podrás al menos decirnos dónde estamos? —le pregunta a Liz quien niega con la cabeza. El segundo helicópteros nos hace retorcer y el cansancio se hace visible ante todos.
—¡Necesita agua! —habla Tesa señalando a Clare. —Yo me encargo. —habla Liz.
Toma el pañuelo limpiando la herida que dejó los colmillos del Ghole en su cuello. «Se ve mal» aparto a Liz y la alzo en brazos, la llevo colina abajo, hundiéndola en la cumbre de rocas y agua cristalina.
Se queja cuando empiezo a limpiarla despojando su ropa y lavando su cabello. Tiene fiebre y tiembla mientras el agua helada del riachuelo la invade. Me quito la camisa y se la ponga cubriendo su desnudes.
Nos quedamos en la orilla del río durante dos horas y para cuando regreso todos están eufóricos. ¿Quién lo diría? ¿No?. Personas acostumbradas a ser superiores ahora están rebajadas a nada en una selva desconocida.
—¡Tenemos que irnos de aquí! —hablo y todos asienten queriendo salir de aquí, sin saber cómo.
—¡No podemos irnos! No ahora. —habla Liz. —¡Ella morirá si nos vamos ahora! —explica helando mis sistemas.
—¡De qué hablas! —enfatizó. Se niega a hablar y empiezo a perder los estribos.
Otra noche de mierda nos golpea dejando a todos sin ganas de nada, el general no se rinde mandando búsqueda en campo abierto y los centinelas nos tienen hasta el cansancio.
—¡Creo que es veneno! —habla Tesa revisando la herida de Clare. —¿Esos malditos, tienen veneno en los colmillos? —la sorpresa nos invade. —El veneno es fuerte, pero ella lo está contrarrestando. A esta altura ya debería de estar muerta.
Una declaración que nadie entiende. —¿¡Es por la selva!? —aclara Romanó mirando a su hermana menor, quien regresa con agua y hiervas en mano.
—¡Piénsenlo, Liz se niega a irse y cada dos segundos limpia su sudor con esa agua rara!
—¿Qué es eso? —pregunta el viejo Peind cuando Liz se acerca a su nieta limpiando la herida con la misma agua de hace días. —¿Estás extrayendo el veneno? —le pregunta y ella niega.
—¡No, lo está contrarrestando! Es una pócima común, pero sirve para contrarrestar venenos. —habla Romanó analizando todas las hiervas que su hermana lleva en las manos.
—¡Es por esto que no quieres irte! —la encara. —¡La pócima contrarresta el veneno y lo exuda por los poros! —se gira mirándonos. —La humedad y el calor de la selva es quien la ha mantenido con vida.
Mira a Grey quien lleva el brazo enrollado en tela. —¡También te atacaron! ¿Verdad? —Grey se quita el vendaje y está sanando lento, pero sanando.
—Los colmillos no tienen el mismo veneno que las garras. —confirma Liz.
—¿Cómo sabes eso? —pregunta Tesa preocupada por Grey.
—¡Porque fue en mí, en quién probaron la letalidad del veneno! —afirma con seguridad y aunque se sabía qué había pasado por torturas, todos pensaron que no era para tanto, pues, ella siempre se mantuvo con ánimos.
Eso debió de haberle causado traumas, pero no puedes traumar a quien vive entre pesadillas. Eso solo aviva su fortaleza y lo demuestra cuando se ríe confirmando que está bien. Pasa un día más y la herida de Grey sana mientras Clare se ve con mejor semblante.
Durante la tarde se despierta y su mirada lo dice todo, cuando lo primero que hace es disculparse, a Liz le vale poco el asunto lanzándose a sus brazos feliz por su recuperación, mientras los demás ignoran la disculpa regalándole una sonrisa y pidiéndole que no hable de ese tema sin importancia. Me mantengo en la distancia vigilando los alrededores, le dan agua y cuando se recompone por completo le explican la situación.
—¿Quieres que te la regrese? —habla sujetando mi camisa que lleva puesta. Ni siguiera entiendo por qué estoy enojado con ella. —¡Quédatela! —respondo airoso.
—¿Estabas preocupado por mí? —me interroga. —la ignoro yendo río abajo.
Escucho sus pasos detrás de mí.
No quiero hablar del tema y ella insiste en tocarlo, me exaspera el doble cuando toca el tema de John Robinson y su padre. Habla y habla sin callarse hasta que explotó regresando a verla. Se contrae con la mirada que le lanzo da dos pasos atrás cuando la alcanzó sujetándola por el antebrazo lanzándola al agua dónde se sumerge por minutos para luego salir hecha una furia.
—¡Idiota! —escupe agua y mi camisa se le pega a la piel mientras escurre el cabello mojado. Sigo avanzando dejándola atrás cuando los dedos me cosquillean por tocarla.
No sé si estoy enojado por el sentimiento que comprime mi estómago cuando recuerdo la preocupación que me hizo pasar o por qué estoy cansado de escucharla, nombrar nombres ajenos.
Llegó al pueblo acechando en la distancia, no hay centinelas, ni agentes y los pueblerinos parecen haber regresado a su vida cotidiana. —¿Quiero ropa nueva? —habla en susurros copiando mis movimientos.
—¡Lárgate! —le pido y me ignora.
—Y que sea ropa menos reveladora o por lo menos ropa interior. —volteo a verla cuando los dientes le castañean del frío.
Está mojada y todo lo que tiene puesto es mi camisa que deja ver la estructura de su cuerpo, los pechos se le remarcan y aparto la vista cuando se me oscurecen los pensamientos. Su aliento golpea mi sistema auditivo cuando muerde el lóbulo de mi oreja repartiendo besos a medida que llega a mis labios.
—No querrás que otros me vean así, ¿verdad?—me baja la mirada para qué observé los picos erectos que sobresalen de la tela y el enojo me corroe apartándola de mi lado cuando me adentro en el pueblo sin ser visto.
… … ...
Clare Wilson.
Me tomo el tiempo necesario para que la camisa seque lo suficiente y regreso con los demás con una sonrisa de victoria, lo conozco, sé que me traerá ropa y eso engrandece mi ego, entre yo y él solo puede haber un ganador y tengo que ser yo, porque con su mal genio y sus delirios de grandeza si lo dejo sobrepasarme terminaré jodida y si me aleje tres años es para evitar ser manipulada como una pequeña.
—Que bien que regresaste. —habla Romanó. «No me agrada» no es que la odie, simplemente no me gusta su actitud airada hacia mí.
—No podemos seguir aquí. —mira a su hermana. —Liz no quiere decir las coordenadas. —termina de decir.
«Extraño», Liz conoce todo sobre el búnker y si no quiso hablar alguna explicación a de haber, me disgusta que su supuesta hermana no lo noté. Miro a Liz quien no dice nada y decido cubrirla.
—¡No es que no quiera decir las coordenadas, simplemente, no sabe, solo un par de personas saben las coordenadas del búnker! —hablo apartándola de mi camino.
Tomo la altura de Liz reparando las ojeras y bolsas de sus ojos, escuché que me cuido durante día y noche. Le doy un abrazo agradeciendo su ayuda. —¿Qué pasa? —le susurro.
Ella niega confirmando que algo no anda bien, no explica nada y no me sorprende, los Natanael tienen la mala costumbre de adivinar las cosas, sean en presente o futuro, pero lo único que se es que no debo dar las coordenadas del búnker.
Doy vueltas ideando una manera de sobrellevar todo. «Maldita seas, Vaiana» lo arruino todo, Vaiana era la mano de Marcus, lo sabía todo, los refugios, los portales esparcidos por el mundo e información que nadie más sabía.
Tomo una rama ideando un mapa mal dibujado pero bien detallado en mi mente. Empiezo a tachar los portales que la FMA ya debió haber descubierto, así mismo como los refugios y los aliados que para este entonces ya debieron de haber Sido evacuados o arrestados.
Marcus era muy cauteloso e idealizo un plan B en caso de que alguien de nuestro círculo más cercano nos traicionara, sin embargo, Liz sigue negando y eso me confirma que no puedo llevarlos a ese sitio. No hay comunicación y los portales solo harán que nos atrapen más rápido.
Me siento entre la espada y la pared cuando incluso mi abuelo me pide que de las coordenadas para irnos de esta selva. «Todavía no nos hablamos» pero me alegro de que haya vuelto por mí.
Daez regresa lanzando un cambio de ropa y rio para mí cuando veo que trajo ropa interior y es de mi talla.
Vuelvo al estrés, conociendo a Marcus debe estar monitoreando todo el movimiento en busca de nosotros y es que solo necesitamos una pequeña señal para avisarle, pero que sea lo suficientemente leve para no alertar a la FMA.
La noche llega y el rostro de disgusto de todos se ve reflejado cuando no entienden el silencio por parte de Liz y mío. Intento hablar con Liz, pero Romanó nos interrumpe cada segundo y me desespero cuando la calor me invade, tomo la ropa que me trajo y me encaminó, río abajo.
Me despojo de la camisa quedando desnuda, me sumerjo en las aguas, todavía sigo algo impactada por lo sucedido con mi dote y mantenerme firme delante de todos, no me ayuda, pero no puedo desmoronarme. Los recuerdos me llegan y sintió un hueco en el pecho cuando recuerdo cuanto daño le cause a todos.
Estoy de espalda mirando a la nada cuando entrar al agua causando ondas, su aroma me llega y no tengo que confirmar que es él. «Nunca he tenido que voltear para saber que es él» su aroma o los nervios que invaden mi cuerpo siempre me lo ha confirmado.
No dice nada cuando se acerca tomando mis caderas sumergiéndose en el agua conmigo. La poca luz que hay se filtra en el agua dejándome ver el brillo en sus ojos. Me sonríe demostrando los hoyuelos y la electricidad me invade.
Su cabello destila agua cuando sumerge, me mantiene a flote sujetando mis caderas mientras me pierdo en sus ojos.
—¡Te duele! —le beso el golpe que tiene en el hombro. —¡Me dolió más cuando te fuiste! —me confiesa y no doy pie para mirarlo a los ojos.
—¡Mírame, joder! —alza mi rostro. —¡Si te vas a largar denuedo…!
No lo dejo terminar sellando sus labios con los míos en un beso suave. —¡No me voy a ir! —le digo cuando mis pulsaciones llegan al grado de sentir que se me saldrá el corazón.
Me suelta su agarre provocando que me hunda en el agua. —¡Eso espero Clare Wilson! —se le oscurece la voz y la mirada, cuando me pega a su torso tomando mi cuello con violencia.
—¡Por qué no volverás a joderme una segunda vez! —impacta sus labios con los míos, alzándome en sus brazos mientras enrollo mis piernas en su cadera.
CONTINUARÁ…