Daez Brhazo.
Y aquí estoy nuevamente sentado con jaqueca y cansancio, escuchando las mismas historias, las mismas quejas, las mismas peticiones.
Nuevamente el tema menos agradable para mí. Escucharlos, pedirme comprensión es ridículo teniendo en cuenta que todos los aquí presentes me conocen desde niño. No comprendo, no tengo consideración y no asimilo sus exigencias.
—No pienso escuchar la misma historia de nuevo. —me abro paso entre ellos.
—Daez, puedes entender que…
—Entender ¿Qué? ¡¿Que estoy arraigado a Clare Wilson?! ¡Que Eliot Morgan, hizo no sé qué, para separarnos y las miles de sandeces que he tenido que escuchar todo este mes!
Joshua se contrae con mi respuesta, no soy estúpido, sé que algo cambio, pero no siento culpa, ni remordimiento y no me interesa arreglar esta estupidez “por ahora”
—Llevan todo un mes jodiendo con lo mismo y no veo a Clare, aquí intentando resolver algo que nos compete solo a mí y a ella. —enfatizo.
—Sabes qué está pasando por una crisis.
Y vuelven con lo mismo ¿Una crisis? Quién demonios entra en una crisis por estar con vida. Lo he analizado y estoy considerando la posibilidad de que mis recuerdos con ella sean falsos, simplemente no entiendo cómo me involucre con alguien tan… Ni siquiera tengo una frase que la catalogue.
—¿Y? No es mi culpa la muerte del soldadito. —me encojo de hombros. —No hablaré con ustedes, esta tontería.
Salgo dejándolos atrás. Daniel viene conmigo y solo espero que no vuelva a mencionar a la chica. La única ventaja de este asunto es la muerte del consejo. Ahora soy quien lidera y el idiota de Mikahail se negó a ayudar con la administración dejándome todo el trabajo.
Entro a la oficina sirviéndome un trago de whisky antes de caer al sillón con el genio ya arruinado. Daniel me mira del otro lado con esa mirada llena de curiosidad y lo conozco, sé que quiere cuestionarme y no dejara la incertidumbre a menos que sacie su curiosidad.
—Ya que mataste a mi madre, creo que al menos me debes respuestas. —Ahí viene con sus preguntas.
—Vaya hijo de mierda que eres. —le digo. —Tu madre ha de estar revolcándose en la tumba. ¿Cómo puedes cobrar su muerte con preguntas estúpidas?
Sonríe demostrando lo poco que le importa su muerte. Me acomodo en el sillón preparándome para la incomodidad más grande que tendré que soportar.
—Pregunta antes de que te maté a ti también.
—¿Verdaderamente no te interesa nada que tenga que ver con ella o te estás asiendo al importante?
Vaya pregunta de mierda. —No me interesa. —me bebo el contenido del vaso. —¿Y no quieres verla o saber qué opina ella de todo esto?
—No, prefiero ahorrarme la incomodidad. —aclaro. —¿Pero la escucharás si ella quiere hablar? —cuestiona.
—Claro, es lo único que le puedo dar.
—¿Entonces no te interesa si ella quiere rehacer su vida con otro hombre?
Me quedo en silencio. No me importa si quiere o no, pero me toca tragarme el sabor amargo de mi propia respuesta.
—Su vida, su decisión. —respondo.
Para ser sincero solo puedo sentir lástima por ella y por Eliot Morgan, claramente esto es un castigo exclusivamente para ella, no para mí y solo puedo preguntarme que tan dañado puede estar Eliot Morgan para crear tal estupidez, si creyó que esto me volvería débil se equivocó, si ella era una debilidad ya no lo es.
—¿Que hubieras hecho si estuvieras en su lugar? —me burlo de la pregunta.
—No me veo rogándole a nadie. —aclaro. —Y en todo caso, no resolvería nada aislándome como un cobarde.
Me sigue con la mirada juzgando mi forma de ser. —¿Ya acabaron las preguntas? —Cuestiono molesto.
—¿Entonces no lo vas a intentar? —pregunta.
—No quiero y no le debo nada, ni a ella, ni a nadie.
Se levanta dejando el vaso en la mesa.
—Me pregunto. ¿Que pasará cuando ella también se rinda y decida olvidar?
Nuevamente una pregunta estúpida. Si olvida y se rinde nos descomplicará la vida a ambos.
—Es la mejor opción. —afirmo.
—¡Estoy de acuerdo! —termina de decir. —Solo espero que este pensamiento te dure para siempre.
Se larga y me deja pensando. ¿Qué pasará si ella olvida y yo me quedo estancado en el pasado? Supongo que reír y seguir viviendo, es la única opción.
La semana pasó volando, me acople lo mejor que pude al liderazgo, los demás dejaron de insistir con el tema y llegó un punto dónde incluso olvide que existía Clare Wilson, me gusta ser el máximo jerarca, que obedezcan mis órdenes y demandas y con todo esto sigo opinando lo estúpido que fue haberme olvidado de mis prioridades por la chica Freman.
Por su parte, sigue encerrada, no da la cara aun cuando lo que queda del consejo Freman ha exigido su presencia. Aquí los Freman son tratados como dioses y que ella no de la cara ha provocado rumores que Marcus ha cubierto con la inestable salud de su sobrina (mentiras) está muy bien de salud y su depresión es lo único inestable.
—Debemos solucionar esto. —habla Wesley. —No se ha presentado durante un mes y las personas hablan sobre la salud de tu heredera.
—Ya lo intenté. —aclara Marcus con estrés. —No quiere salir.
Esa simple afirmación me enerva, no soporto su debilidad, aún más cuando yo he tenido un mes más complicado de lo que debería haber sido, si solo ella estuviera cumpliendo con sus deberes, nos habría facilitado la vida a todos los aquí presentes y contando que el maldito pueblo pregunta por ella cada segundo es enfermizo.
—Hablaré con ella. —responde Wesley y vuelvo a pasar el amargo sabor a enojo que no puedo explicar.
Me levanto ignorando ese sentir fastidioso que me hace sentir incompleto y fastidiado. Doy vueltas en mi oficina empinándome un trago tras otro.
—Si sigues así, abrirás un agujero en el suelo. —entra Romanó junto a su hermana.
Liz me determina con enojo como si su opinión me importara. No me importa que esté enojada por esta estupidez, tampoco es mi maldita culpa que Eliot Morgan este jodidamente desesperado por atención.
—Firma esto. —pide Liz con las cejas arrugadas. —¿Qué es? —pregunto.
—Tu traslado. —afirma.
Llegó antes de lo esperado. Las cosas en el mundo tampoco están bien, la muerte del soldadito tiene a su padre como maníaco del control y Eliot Morgan está igual de desaparecido que hace unas semanas. La alianza de aquelarres ha decidido formar dos búnkeres, uno aquí en Varsovia y otro en Estados Unidos.
Con todo este tema decidí trasladar a mi gente a Estados Unidos y la gente de Marcus se quedará en Varsovia. Firmó el documento sin mirar y Liz arranca los papeles de mis manos.
—¿Espero que tengas un pésimo viaje? —habla con enojo.
—¡Liz! —la reprende su hermana.
Estrella la puerta y me preguntó por qué Romanó no se fue con la pequeña delincuente de su hermana.
—Lo siento, últimamente está insoportable. —habla y no sé por qué cree que eso me importa.
Es tan obvia, no disimula que quiere que me la tire y llevo un mes de mierda, divertirme no sería una mala idea, pero… No con ella. Me coloco la gabardina y salgo encontrándome con la sorpresa de encontrar a quien no quería en el pasillo.
Me observa detenidamente con esos ojos grises que hace un mes recuerdo que representaban más que una mirada vacía. Está vestida con botas, una falda larga y una pequeña blusa cubierta por la gabardina.
Suspira como si estuviera comprimiendo todo muy dentro de ella.
—Liz me pidió que saliera. —aclara.
Esa pequeña mocosa siempre de entrometida. Intenta decir algo, pero se detiene cuando ve a la mujer que sale de mi alcoba.
Sus ojos se vuelven oscuros mientras determina a Romanó con enojo. No sé qué pasa por su mente, pero segundos después libera las arrugas de su entre cejo y un matiz de tristeza le tiñe el rostro antes de soltar un suspiro agobiante.
—Seré sincera. —da dos pasos hacia mí. —No quiero hablar contigo y ver esto… no me ayuda para nada.
Pasa de largo ignorándome en el proceso.
—Escuche que te irás pronto. —se gira antes de cruzar al siguiente pasillo.
—Buen viaje.
¿Buen viaje? Eso es todo. Solo ¿Buen viaje? Estuve un mes soportando las diferentes quejas de todos, para que ella solo diga ¿Buen viaje?
Mis piernas contradicen a mi cerebro y termino siguiéndola fuera del búnker. Estamos en Polonia, más exacto en Varsovia. Este lugar fue uno de los pocos países no asociados a la FMA.
Se gira al ver que la estoy siguiendo.
—¿Se te ofrece algo? —pregunta con cinismo.
—Ya que lo preguntas, que te parece si dejas de esconderte como una cobarde y aclaramos de una puta vez todo esto. —hablo con enojo.
Deja escapar el aire en sus pulmones mirándome como si fuera un extraño.
—Siempre me pregunté que tanto ocultabas de mí. —se recuesta sobre el muro. —Eres un idiota. —afirma.
—La persona que soportaba tus insultos murió. —aclaro. —Si quieres un poco de comprensión, primero aprende a respetar. —entiendo qué está pasando por momentos difíciles, pero no le soporto insultos a nadie y ella no es la excepción.
—Supongo que tienes razón. —suelta el aire sobre las palmas de sus manos antes de sobarlas. —Ya que no hay prejuicios entre los dos y estás dispuesto a ser sincero conmigo ¿Dime? ¿Qué piensas de mí?
—Terca, testaruda, débil, frágil, torpe y tonta. —Sonríe sin ganas al escucharme.
Saca una caja de cigarros, enciende uno y no recuerdo haberla visto fumar antes.
—¿Desde cuándo fumas? —arranco la caja de sus manos.
—Desde que la vida es una mierda como ninguna. ¿Creíste que eras el único que tiene sus secretos?
Ignoro la comezón en el pecho que provoca esa sonrisa sin vida. Tomo un cigarro impregnado el aire de la nicotina.
—¿Y de qué quieres hablar?—indaga.
Si soy sincero, no quiero hablar con ella, pero siento que es lo único que le puedo ofrecer.
—Quiero ponerle cierre a todo esto. —le digo sin divagar. Suelta el humo antes de dejar caer la colilla en el suelo y aplastarla con las botas.
—¿Me estás dejando? —cuestiona.
—Eso dije. —afirmo. —Puedes decir que me dejaste si eso te hace sentir mejor.
Golpea mi brazo con rabia. —Ahora veo por qué todos dicen que eres un imbécil.
Se gira sin decir más. —Si eso quieres.
—Espera. —tomo su brazo. —No dirás más nada, no quiero reclamos o lágrimas tontas después.
—¿Lágrimas? Deja de lado los argumentos y se sinceró. ¿Quién ama de verdad? —cuestiona dejando una hilera de comezón en mi tórax.
—Yo a ti no. —confirmo antes de poder pensar el significado de mis palabras.
—Eso supuse. Pero yo sí. —confiesa. —Yo sí te siento muy lejos de mí, demasiado dentro de mí.
—Tengo miedo, Daez, estoy aterrada y quiero que sostengas mi mano, pero no eres mi infinitud y si quiero salir de este hoyo tu maldita insensibilidad son agujas en el pecho.
Da otro paso poniendo una barrera para protegerse de mí. —Lo prometiste. —dicta con la voz quebrada. —Prometiste quedarte conmigo.
—Nunca hice tal promesa. —doy un paso hacia delante. —No mientas, tengo mis recuerdos perfectamente en orden.
—Nunca fue necesario que lo hicieras.
Se aleja más y me enerva la maldita distancia. La tomo con furia por los brazos, obligándola a hablarme de cerca y no de lejos.
—Ahora me temes, déjate de tonterías.
—¿Lo vas a intentar?—se le rompe la voz y las lágrimas humedecen su rostro. —¡Dime qué lo vas a intentar! —pide y quisiera responder un sí, pero respondo como ya lo esperaba.
—No lo haré. —afirmo. Se aleja soltándose de mis manos, tiene mis nudillos marcados en su piel.
—Entonces, aléjate. —se limpia las lágrimas. —No soy una cobarde, tú lo eres, y no me estoy rindiendo, solo quiere tiempo, sé que esto tampoco es tu culpa, pero todos tenemos un límite y no puedo luchar por algo de lo cual tú no estás dispuesto.
Se aleja dando zancadas grandes.
Ese ardor en el pecho no me abandona, pero más que llamarlo deseo o algo más profundo lo siento como algo fastidioso, ella no podrá conmigo. Si miro atrás, una relación entre los dos funcionó solo porque yo estuve dispuesto a cambiar por ella.
Pero ya no estoy dispuesto y tendrá que aceptarlo. Nada bueno sale de un Freman y Brhazo, mejor no pudieron haberlo escrito. No puedo darle algo que ni yo mismo he visto de mí, no puedo entender lo nuestro cuando no puedo sentirlo como ella, lo siento, lo lamento por todos los años perdidos.
Al día siguiente amanecí con el humor igual de arruinado, los siguientes días fueron peores, a veces ni yo mismo me entiendo, somos tan iguales que yo me rendí y ella solo siguió mi ejemplo, yo no necesito cantidad, necesito intensidad y eso ella no lo entenderá.
—No luchar por ella, solo tiene un nombre y es perder. —empieza Joshua. Quiero gritar por cada palabra que sale de su boca.
Con todo lo que somos ahora solo quedan trozos, aquello que la lástima es lo que soy, hay una gran distancia y puedo llevar toda una vida pensando que esto fue al azar, pero no lo fue.
«Es lo mejor» me convenzo. Puedo recordarle todo lo malo que hay en mí y nunca terminaré, no confío en nadie, ni en ella, ni en mí, todo es una mierda y quiero sentir lástima por ella, pero ni una mísera pisca de lástima emerge de mí, entonces ¿En qué me convierte eso?
La miseria ama la compañía y eso es lo que puedo ofrecer ahora mismo.
Entra en la habitación vistiendo ropa poco peculiar en ella. —Lamento haber estado ausente. —dicta. La reunión se me hace tediosa y larga, para cuando termino siento que llevo horas sentado en esta estúpida mesa.
Sale del lugar con impaciencia y lo primero que hace es hablar con Liz que la espera fuera. Se va con ella y yo regreso a mi alcoba encontrando a Romanó por tercera vez en mi habitación.
—Lárgate. —pido manteniendo la paciencia. Toma la tira de su vestido dejándolo caer y su desnudes solo provoca mi cuerpo más no a mi mente.
—No estoy pidiendo una relación. —habla con certeza. —Solo quiero sentir.
Se acerca pasando sus nudillos por mis hombros, rosa sus labios por encima de los míos. Tomo su nuca atrayéndola hacia mis labios y me enferma sentir que está vacía, muerdo su labio inferior antes de abrirle la puerta con furia y lanzarla fuera.
—No vuelvas a entrar sin mi permiso. —le lanzo su ropa.
Me ducho antes de dormir y por la mañana siguiente me alistó cuando alguien toca la puerta. Abro y es Liz junto a su hermana me mira con enojo y vergüenza después de lo de ayer.
—¿Qué quieres? —pregunto.
—Te vas hoy, ¿Verdad? —habla la fastidiosa.
Me entrega una bolsa y tengo que desviar la mirada hacia la mujer que entra sin pedir permiso a mi habitación.
Clare Wilson entra eufórica rebuscando entre mi armario, en otro momento la echaría de mi habitación, pero rebusca con tanta desesperación que provoca mi curiosidad, encuentra su abrigo entre mis pertenencias.
—Deberías tocar antes de entrar. —reclama Romanó y Liz la fulmina con la mirada.
—Lo siento. —me dice ignorando a Romanó. —Nunca antes tuve que tocar para entrar.
Toma la altura de Liz y susurra algo en su oído. «Saldré con Joshua, ¿vienes?»
No entiendo por qué susurra si sabe que podemos escucharla a metros de distancia. Se va entusiasmada con Liz y Romanó nuevamente queda en mi habitación.
—Quiero disculparme. —Habla. Me apuro a la puerta y me retiene. Será que no entiende.
—Deja de humillarte ¡Quieres! No volveré a repetirte que no te quiero en mi habitación.
Cierro y contesto la llamada de Joshua, me está esperando en la salida del búnker, junto a la niña y … Clare.
—Sube, iremos a la clínica. —exige Joshua.
—¿Por qué ir a una clínica? Si estás enferma tenemos médicos aquí —hablo tratando de buscar alguna excusa que me aleje de la incomodidad llamada Clare Wilson.
—Sí, pero no hay ninguna obstetra.
Alzó la vista hacia Joshua con el asombro golpeándome el cerebro. ¿Obstetra?
No. Puede. Ser. Ni en dos mil años hubiera pensado en ver Joshua embarazada. Es una gran noticia ¿Supongo?
—¿Marcus, lo sabe? —cuestiono.
—Se lo dije esta mañana, pero no lo tomo muy bien. —habla Joshua.
—No me sorprende de un Freman. —dicto con severidad y la mujer delante de mi alza la vista con enojo.
—¿Puedes tragarte tu opinión? Por favor.
Se enoja y Joshua tiene intervenir antes de que explote como una granada. La obstetra llega y después de unos exámenes empieza la ecografía. Es una pequeña bola que en la pantalla parece un frijol ¡Que es eso!
—Tienes tres meses. —habla la obstetra. —Todavía no se puede saber el sexo, pero yo digo que será varón.
—Un Freman. —Sonríe la chica.
—¿Disculpa? —no sé si escuché mal. —Dirás un Brhazo. —la contradigo.
Me fulmina con la mirada. —Adivina ¿Qué? Tu tía está casada con mi tío y mi tío es un Freman. —exaspera. —Entonces ese niño será un Freman-Brhazo.
Joshua suspira con desdén. —No empiecen, tendrá los dos apellidos.
—Además, para llevar el apellido Brhazo, eres tú quien debe tener un varón. —me dice y sonrió con la idea desagradable de tener un hijo.
—¿Entonces, sus hijos llevarán el apellido Brhazo? —pregunta la fastidiosa y el silencio deja helada a la mujer que hace unos segundos estaba discutiendo.
—No sabía que eran pareja. —habla la obstetra. —¡Supongo que eso no es de su incumbencia! —la callo. Joshua golpea mi hombro.
Clare suspira profundamente demostrando que no le afecta nada. De regreso Joshua se va y me deja con la fastidiosa y Clare.
—Liz necesito hablar con Daez, nos dejarías solos unos segundos. —le pide y la fastidiosa nos da espacio.
—Si vas a empezar con los reclamos o las lágrimas, por favor ahórrate la escena. —le pido, no tengo ganas de soportar tonterías hoy.
—Deja de ser tan prepotente. —se enoja. —Te irás hoy y solo pensé que tenías que saber cómo van las investigaciones.
—Si te refieres a eso, no me intere…
—Ya sé que no te interesa. —me interrumpe. —Solo creí que era tu derecho saberlo.
No considero poder soportar toda esta estupidez, solo puedo agradecer que estoy a horas de irme de aquí.
—Está bien, ¿Y, que encontraron? —pregunto sin interés.
—Nada. —responde. —El abuelo supone que no hay cura y, ya que te niegas a someterte a un análisis, es imposible deducir como contrarrestar dicho efecto.
—¿Podrías hacerme un favor? —pide acercándose peligrosamente a mí. —¡Quédate quieto! —me exige.
Impacta sus labios, control los míos quedándose unos segundos inmóvil. Suelta mi labio inferior después de morderme haciéndome sangrar.
La aparto con enojo y ella suelta la carcajada como una maniaca.
—En fin, no hay cura. —se lame la sangre. —Pero, no me rendiré, simplemente por qué mi Daez me mataría si supiera que contemplo tal idea. —se aleja.
—En serio, cuídate. —me señala con el índice. —Y deja de ser tan idiota, nadie te querrá así.
¿Qué le pasa a esta chica? Demuestra debilidad y de un momento a otro, fortaleza, será mucho pedir no volver a verla. No quiero a una loca obsesionada detrás de mí.
CONTINUARÁ…