Cuando llegue hice lo mismo que hacía cada vez que venía a ese lugar, le pedí información al encargado de la tercera oficina, no estaba tan ocupado como otras ocasiones, era un joven mecanógrafo que no llevaba mucho tiempo ejerciendo su carrera y me di cuenta de eso porque de vez en cuando revisaba un diccionario de caracteres que yo tenía en casa, yo me sabía de memoria ese pequeño librito, pues creí que si al menos los aprendía no perdería el tiempo revisándolos a cada rato y por un tiempo funcionó hasta que lo demás comenzaron a aprenderlos del mismo modo que yo y su velocidad supero a mi memoria. Comencé acostumbrarme a su mirada cada vez que entraba a esa oficina, sentía lástima por mí y ni siquiera se esforzaba en ocultarlo, su mirada se tornaba suave, comprensiva y quizás mi edad y