Capítulo 2

1721 Words
—¡Espera! —me dijo Bianca deteniendo su andar y por ende el mío también—¿Tu papá firma al final de sus notas periodísticas, cierto? —Sí— expresé confundida sin saber exactamente a que se refería. —Ya sé qué haremos—chasqueo los dedos como si certificará qué en su cabecita rubia poseía la solución a mi problema. Me soltó el brazo, pero enseguida me tomo de la mano para seguir su paso apresurado por la calle, dando vuelta por la avenida hasta llegar a un puesto de periódico donde generalmente había mucha afluencia, pero una vez más confirme que la gente huyo de las calles dejando ese puesto casi vacío gracias a la lluvia. Bianca rebusco entre los diferentes tipos de periódicos qué tenían grandes títulos como: "Los terribles bombardeos de Roswell" y "¿Astrea, capacitada para los ataques aéreos? Hasta que finalmente encontró un pequeño periódico qué gozaba por nombre "El vocero" no tenía muchas secciones, pero el arte de cada hoja lo hacía ver elegante, sin embargo, el título principal de la semana era: "¿El príncipe bastardo, preparado para atacar a la casa real Vasiliev? " Esa nota era de mi padre, él tenía la sección qué cubría cualquier cosa, rumor o noticia que implicara a ese personaje al que llamaban "El príncipe bastardo" y desde que había comenzado a escribir esa sección las ventas habían mejorado un poco por sus títulos llamativos, pero "El vocero" era un periódico local pequeño y las ventas no se comparaban a las de los otros periódicos de imprentas renombradas qué disponían de oficinas en la capital del reino. —¿Cuánto cuesta este periódico? —tuvo que gritar al darse cuenta qué su voz fue opacada por un trueno, qué sé volvió más y más ruidoso. —Cuatro reales, señorita—señaló el dueño del puesto. Mi corazón se detuvo del susto al ver que Bianca buscaba en su monedero las cuatro piezas que el señor pedía. Cuatro reales alcanzaban perfectamente para media despensa, quizás hasta más si sabías regatear, pero Bianca le entrego el dinero al hombre ignorando lo mucho que gastó solo por un par de páginas. Bianca busco la sección qué había escrito mi padre, cuatro páginas hablando sobre la guerra y la parábola de lo que significaba aquel misterioso personaje: un cambio drástico, pero necesario para el reino y un recordatorio para la familia real de que el poder lo poseía el pueblo y no una corona. De un momento a otro Bianca saco la única página qué necesitaba, la última y donde se apreciaba la firma de mi padre en la esquina inferior derecha. —Ten—me dio las páginas sobrantes y rebuscó en la bolsa que colgaba de su hombro hasta sacar un refinado bolígrafo de su interior y una diminuta botellita con tinta negra. —¿Qué harás con eso? —Ya verás—indico—Dame la nota del señor Dudley—exigió extendiendo su mano hacia mí. La busqué en mi bolsillo y se la di obedeciendo a su orden. Abrió la botellita de tinta y tomo un poco con el bolígrafo, observó unos segundos la firma de mi padre sobre el periódico y como si se tratase de la suya, firmo la hoja haciendo una imitación casi auténtica, apoyándose sobre el muro del negocio de periódicos. La miré atónita, sin encontrar las palabras exactas ante su atrevida acción, entre agradecida y molesta, recibí, devuelva el papel en mis manos. —No es nada—me dijo con una sonrisa, satisfecha por haber realizado su buena acción del día o al menos eso parecía creer. Volví a observar la hoja de papel en la mano, reflexionando qué iba a hacer con eso, mis principios me advertían amonestar a mi amiga por la falsificación de la firma de mi padre, pero, por otro lado, me evitaría los dos problemas, qué me esperaban en casa, mis padres. —¿Te parece esto una buena idea? —Por supuesto—aseguro mientras guardaba el fino bolígrafo devuelta en la bolsa—nadie notará la diferencia. Doble la nota y la guarde debidamente en uno de los bolsillos mal remendados de la bolsa que colgaba, al igual que la de mi amiga, sobre mi hombro. Era curioso, las muchas diferencias que existían entre ella y yo y no solo por su cara bonita y su blanca sonrisa. La diferencia qué nos separaba era una brecha social, entre el dinero y la pobreza. Su familia había escalado los peldaños de una larga escalera social a la que ahora pertenecía por el simple hecho de poseer una fábrica textil, sabia que al principio solo era el taller de un pobre sastre, su abuelo, pero con los años y gracias a la guerra, su negocio próspero fabricando uniformes para médicos, soldados y enfermeras, hoy en día era una gran línea de fábricas con grandes maquinarias que ayudaban a hilar grandes telares y empleaban a cientos de empleados qué cortaban, cosían y planchaban. Se suponía que no debía hablarme, eso le dijo su madre, pero su espíritu rebelde la obligaba a desobedecer esas órdenes y agradecía que lo hiciera, que fuera mi amiga a pesar de las adversidades qué pretendían separarnos. Mi familia no era como la suya, a penas sobrevivíamos con lo que ganaba mi padre, pero aun así no era suficiente, por eso que llevaba una máquina de escribir en las manos y asistía diariamente a tutorías de mecanografía, para ayudar a mi padre cuando consiguiera un empleo, para que mi madre no se viera obligada a mal vender las pocas joyas qué tenía y para que tuviésemos comida decente en la mesa, esa era mi motivación para ser una buena mecanógrafa, pero al parecer esa razón no era suficiente para que mis dedos se movieran más rápido y las teclas de esa máquina resonaran al compás de mi velocidad. Era decepcionante. Bianca volvió a tomarme del brazo y continuamos avanzando por nuestro camino cotidiano. —Por cierto—expresó deteniendo su andar—este fin de semana iré a la casa de mis abuelos, es su aniversario y mis padres insisten en que mi presencia es necesaria, así que te veré el lunes por la mañana. —Es la primera vez que escucho qué cumplirás una orden de tus padres—me burle, pues generalmente Bianca logra salirse con la suya, era extraño saber que esta vez no sería así. —Bueno, mi padre fue muy persuasivo en esta ocasión—agitó el pequeño monedero qué aún llevaba en la mano, el sonido qué emitió advertía qué en su interior no quedaba mucho qué gastar, cosa que me hizo sentir culpable al darme cuenta de que mi amiga gasto dinero por mi causa a pesar de estar corta de recursos. —Entonces no debiste gastar tanto dinero en un periódico qué ni siquiera vas a leer—replique avergonzada por no detenerla, si hubiera sabido que su bolsillo y el mío estaban igual de vacíos, mi consciencia no estaría remordiéndome. —Te dije que no era nada—aludió con una sonrisa— fue un favor entre amigas y además sé que tu familia necesita el apoyo. Agache la mirada, agradecida por tenerla a mi lado. Lo que había entre nosotras no era simple amistad, era como una hermandad y era cierto, ella era como la hermana qué nunca tuve, mi confidente y mejor consejera. Un sonido extraño me sobresalto, era un automóvil, uno auténtico. Era n***o y largo, sumamente lujoso, diseñado y construido para los pocos favorecidos que podían y requerían de la comodidad y la facilidad de transportarse de ciudad a ciudad. Una máquina capaz de aniquilar la distancia sin problemas. Era extraño sentirse insignificante ante la presencia de una belleza mecánica, con sus elegantes líneas y curvas o la amplitud del interior bien estructurada, además de la elegancia de su tapicería. Sin duda alguna era una pieza de arte móvil, ideal para personas como Bianca, dicen que las cosas se parecen a sus dueños y sin duda el automóvil representaba todo lo que era mi amiga y su familia, elegantes, refinados y eso era lo que el vehículo representaba: belleza, distinción y confort perfectamente combinados. Las personas a nuestro alrededor se quedaron perplejas admirando la máquina qué sé estacionaba frente a nosotras. A pesar de que vivíamos en una ciudad más o menos grande y que las calles eran amplias para que esas máquinas transitaran por ambos lados de la calle, debía decir que la guerra había sido muy cruel con las personas que estaban a la mitad de la cadena social, qué nos regia. Podía asegurar que la mitad de la ciudad estaba en las mismas condiciones, tratando de sobrevivir a la crisis económica que azotaba a todo el reino, soportando día a día los estragos de una vida común, debajo de lo bueno y decente, pero sin caer en la miseria. Las personas como yo, simples y comunes, admiramos el automóvil como la gran maravilla, solo podíamos hacer eso, observar algo que podría valer más que nuestras casas viejas y mohosas, verlo y apreciarlo para tener los detalles de cómo era esa cosa porque, posiblemente nunca tendríamos la oportunidad de poseer algo parecido. —Llegaron por mí—declaró mostrando un ánimo decaído—el chófer me llevará a la estación de tren. —Debe ser emocionante viajar en tren— manifesté tratando de ocultar la envidia qué tenía al ver que Bianca tenía un estilo de vida muy diferente al mío, ella podía viajar a donde deseara mientras qué yo ni siquiera había podido ir a la inauguración de la estación del tren porque el evento había sido del otro lado de la ciudad, donde residían los ricos y pudientes. —Es aburrido— giro la vista observando como las personas se aglomeraban alrededor del auto de su familia, el chófer al ver qué había más de uno que se atrevía a tocar el armatoste, bajo tratando de ahuyentarlos, sobre todo a los niños que se subían pisando las llantas para admirar el interior—Pero si quieres subir al tren podríamos ir en tu próximo cumpleaños a un día de campo lejos de la ciudad, así aprovechamos para tomar aire fresco.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD