II

1734 Words
II   Capítulo 2 Cruda realidad.     El chofer de Ángelo me llevó a la puerta de mi casa, sentía los ojos de todas las personas del vecindario sobre mí al llegar en una deslumbrante camioneta a mi humilde casa que ni siquiera habíamos podido pintar por fuera y mantenía un color verde manzana opaco y casi invisible, pero así era esta gente, como si no tuvieran más nada que hacer que husmear en la vida de los demás. Aun no podía salir de mi estado de shock, había conocido al mismísimo Ángelo Werner, el hombre de mis sueños, pero lo idealicé tanto que creí que sería todo un hermoso caballero, no un imbécil que se burló de mí al descubrir mi estúpido enamoramiento por él. Solo era un tonto. Revisé mi teléfono estremeciéndome al ver las llamadas perdidas de mi madre y de mi mejor amiga Lana, de seguro tenían toda la mañana intentando llamarme y el idiota de Ángelo ni siquiera se interesó en contestar, vi la hora en la barra de arriba de mi teléfono, eran casi las 10 de la mañana. Demasiado tarde. Se suponía que mi madre salía a trabajar a las 7 am, y para eso yo debía estar aquí para cuidar a mi papá; ya era nuestra rutina. Entré a mi casa intentando prender la luz y solté un gruñido al ver que el único bombillo de la sala al parecer se había quemado. Puta vida. Realmente en temas de dinero me ponía muy mal, todo iba destinado a la enfermedad de papá, los medicamentos eran demasiados costosos al igual que las consultas médicas, dejándonos en lo básico donde no podíamos darnos lujos de nada. Mi sueño de poder estudiar en la universidad y progresar se desvanecía aún más, pero era lo necesario, quería ver a mi papá recuperarse… y cuando eso sucediera por fin podría cambiar a un trabajo decente, probablemente donde ganaría menos, pero no me sentiría como una puta bailando dentro de una jaula.  Vi a Lana salir de la habitación de mi padre, su cara fue todo un poema al verme. — ¡Madre santa, Kiara! —Expresó— ¡¿Estás bien?! No era raro que mi mejor amiga estuviera en mi casa, ella era mi vecina de al lado, vivía con su madre y su hermano mayor, crecimos juntas, incluso fuimos a la escuela y al bachillerato siendo inseparables, la consideraba mi hermana a pesar de ser muy diferentes, yo era de estatura baja, delgada, cabello oscuro y ojos claros, en cambio Lana era rubia, alta, ojos oscuros y tan delgada que casi parecía que el viento se la iba a llevar, siempre la incité a que fuera modelo, pero ella nunca quiso a pesar de tener el porte. —Sí, sí, estoy bien —murmuré quitándome el abrigo y lanzando mi bolso al suelo como tenía por costumbre hacer cada vez que llegaba a la casa—, ¿Dónde está mi mamá? Frente a ella no me daba pena andar en mi uniforme de bailarina exótica, ella me había visto miles de veces así. —En el trabajo, me pidió que me quedara hasta que volvieras —dijo Lana—. ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué llegaste tan tarde?  Solté un suspiro alzando ambas cejas, realmente era toda una historia. —No vas a creerme —dije—, conocí a Ángelo Werner. Observé como sus ojos se agrandaron y abrió la boca formando una perfecta “o”. — ¡¿Qué?! —Casi gritó sin poder creerlo— ¡¿Ángelo Werner el magnate del que has estado toda tu vida enamorada?! ¡¿El jefe de tu madre?! ¿Ese Ángelo Werner? —Ese Ángelo Werner —afirmé con la cabeza tomando asiento en el mueble mientras soltaba un suspiro—, es un idiota. Y ahora que me daba cuenta, mis lentes de sol los había dejado en su casa. Maldición, eran mis favoritos… y los únicos que tenía. — ¿Qué? —dijo incrédula— Pero espera… ¿Cómo lo conociste? —Casi me atropelló cuando salí del trabajo —dije—, me desmayé y aparecí en su casa, pero es un imbécil, lo único que hizo fue tratarme mal, como si fuera una niña ridícula. Omití el hecho de que él agarró mi teléfono y supo mi historial de navegación, nadie se tenía que enterar de eso; ni siquiera mi mejor amiga. —Te lo dije, esos tipos solo quieren acostarse con una chica y botarla para pasar a la siguiente, se creen dioses solo porque tienen dinero —dijo Lana tomando asiento a mi lado en el mueble, eso ya me lo había dicho miles de veces en las que hablábamos de mi amor platónico; Ángelo Werner.  Yo siempre defendí a Ángelo diciendo que él era diferente, que era un galán caballeroso… pero no, me engañé a mí misma, me cree una fantasía de lo que creí que era él, lo que quería que fuera. Pero Ángelo solo era uno más del montón. —Como sea, ya sé que no vale la pena —dije girando los ojos—, voy a ver a papá… Me levanté del sofá, pero Lana me agarró de la muñeca para detenerme, sus ojos oscuros pareciendo ligeramente tristes. —Está durmiendo —dijo—, ya le di sus medicinas. Solté un suspiro de alivio, mi padre era una gran responsabilidad y que ella me ayudara era bastante dulce de su parte. —Eres un sol —murmuré y solté un bostezo, realmente me sentía muy cansada a pesar de haber estado desmayada en la casa de Ángelo por varias horas… aunque yo era de esas personas que siempre tenían sueño y hambre. —Deberías aprovechar de dormir un rato —dijo Lana—, yo debo irme, David me invitó a almorzar… tal vez por fin me lo proponga. Me enseño su dedo para enfatizar donde quería ver el anillo de compromiso. Quise reírme pero no lo hice, David me había pedido ayuda hacia unos días atrás, la propuesta sería en la playa; el domingo, hoy era viernes, él quería que yo fuera para grabar el momento y tomar fotos, obviamente era sorpresa. —Ojalá —me limité a decir, aun no entendía muy bien por qué querían casarse tan jóvenes, solo tenían 21 años; David también fue un amigo cercano desde el bachillerato, pero su amor surgió cuando comenzaron juntos la carrera de derecho en la universidad central de la ciudad, ambos estaban por graduarse, me alegraba por ellos, estaba también algo celosa; no por su relación, sino porque estudiar era algo que siempre había querido hacer y no había podido. Sentía que el tiempo pasaba frente a mí y no podía hacer nada para detenerlo, a esa altura yo también hubiera estado a punto de graduarme. —Me voy, adiós —dijo Lana dándome un breve abrazo y lanzando un beso al aire cuando salió de la casa cerrando la puerta a sus espaldas dejando el ensordecedor silencio de la casa, era muy común para mí pasar la mañana en completo silencio, siempre aprovechaba para dormir, pero dudaba que pudiera dormir, todavía pensaba en lo que había ocurrido con Ángelo Werner hacía apenas unas horas... Maldición, ya debía sacármelo de la cabeza, es decir, lo conocí y resultó ser una decepción, ya simplemente no valía la pena. Necesitaba darme una ducha. Me levanté para ir a bañarme, pero primero quise pasar a revisar a mi padre, desde que esa enfermedad nos tomó por sorpresa hacía 3 años atrás había sido una completa pesadilla, tanto emocional, física y mental para todos, aún más cuando ni de asomo sabíamos nada acerca del cáncer, mucho menos del cáncer de próstata, ya estaba demasiado avanzado para la quimioterapia; los doctores nos dieron expectativas de 1 año de vida para él, pero seguía vivo… Mi padre era el que sufría, pero todos sufríamos también viéndolo así. Abrí la puerta y me asomé para verlo, estaba ahí acostado en la cama, antes era un hombre gordo, pero ahora los huesos se le marcaban en la piel por la dieta que le imponían y la baja tolerancia a los alimentos; todo lo vomitaba. Mentiría si digo que siempre fue cariñoso o feliz porque los único recuerdos que tenía antes de la enfermedad eran las constantes peleas que tenía con mi madre por precisamente el dinero que no alcanzaba para nada, mi padre se la mantenía todo el día por fuera trabajando y siempre parecía estar enfadado, aun así era mi padre y lo amaba; aunque nuestra relación no era tan cercana. A veces hasta me hacía sentir que nunca me quiso, nunca hubo un te amo, un “estoy orgulloso de ti” o una palabra amable para mí o agradecida… ni siquiera después de todo esto, y de todo lo que hacíamos por él… No dejaba que eso me quitara la paz, él era mi padre y simplemente lo amaba; no quería verlo morir. Era mi peor pesadilla. Fruncí el ceño acercándome a él para poder verlo mejor había algo raro en su semblante, lucía más pálido de los normal, prendí la luz de la habitación y caminé junto a la cama para poder tocarle la cabeza, estaba completamente frio. —Papá —lo moví un poco por los hombros intentando que el pánico no me dominara, usualmente él abría los ojos si es que no quería hablar, pero esta vez no lo hizo… No hizo nada. — ¡PAPÁ! —grité sintiendo mi corazón acelerarse y mis ojos cristalizarse… esto no podía ser posible. Me negaba a que fuera posible.  Toqué su pulso, estaba débil, reaccioné rápido aplicando lo que aprendí del curso de primeros auxilios que hice hace unos años en el bachillerato, quité la sábana con rapidez descubriendo su pierna izquierda mutilada por la misma enfermedad y coloqué mis manos sobre su pecho empujando con fuerza, escuchando las voces de los instructores cuando decían: ‹‹Con fuerza, debes intentar reanimar el corazón, no importa si le rompes una costilla››. Las lágrimas saltaban de mis ojos, mis brazos se acalambraban pero aun así no me quería detener… Mi pesadilla se estaba haciendo realidad; ver morir a mi padre.                      
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