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1701 Words
Capítulo 1: Eres una loca pervertida.   Sentí mis mejillas sonrojarse aún más de lo que ya se encontraban, mi rostro debía estar como todo un tomate; rojo. En mis tiempos libres me gustaba ver fotos de Ángelo, guardar nuevas fotos, leer historias en internet de él, se llamaban ‹‹fanficción››, fantasías de chicas escribiendo acerca de su chico soñado en una venturosa historia romántica con dicha persona. Era adicta a esas historias, o a los libros eróticos en general; simplemente en mi mente me lo imaginaba a él así el protagonista tuviera otra descripción, siempre fantaseaba con él en mi mente, en mis tiempos libres… Ángelo Werner era mi escape a toda la mierda que era mi vida. Lo amaba, aún sin conocerlo, sentía que lo hacía y más aun teniéndolo frente a mí. —No sé de qué hablas —murmuré como si no tuviera casi 10 mil fotos de él y una memoria completamente llena pidiendo espacio en el almacenamiento de mi teléfono porque me rehusaba a borrar alguna de esas fotos; para mí eran oro. — ¿Ah, sí? —Dijo pareciendo ligeramente entretenido—, me tienes de fondo de perfil en tu teléfono, sin mencionar las múltiples carpetas con imágenes mías... tu historial de navegación también es muy interesante. Abrí tanto los ojos en sorpresa que casi sentí que se me iban a salir de la cabeza o que parecían dos platos redondos, mierda, había visto mi historial. Él dio un paso hacia mí invadiendo mi espacio personal y tuve que tragar saliva cuando sus ojos esmeraldas se deslizaron por mi rostro hasta detenerse en mi boca y susurró: —Pervertida, ¿en serio quieres verme desnudo? Me quedé casi muerta de un infarto al escucharlo decir tal cosa y mirarme así, aguanté la respiración y ni siquiera me moví. Lo admitía, había buscado miles de veces la palabra ‹‹Ángelo Werner desnudo›› no habían más que fotos sexys de él con ropa; sin mostrar algo más de lo comúnmente aceptado por la sociedad, pero aun así tenía la esperanza de que apareciera alguna foto como la que estaba buscando específicamente, no me importaba que fuera mal montaje… Definitivamente debía de ser la única acosadora pervertida sobre la faz de la tierra que buscaba esa clase de cosas todos los días únicamente para ver si algo se filtraba en internet. — ¿Qué ocurre? —Alzó su mano y acomodó un mechón de mi cabello detrás de mí oreja— ¿No prefieres la versión en vivo? ‹‹Yes, yes… claro que yes››. Sus palabras comenzaron a inundar mi mente y lo imaginé haciendo miles de las escenas que leía de los libros eróticos en mi cabeza. Maldición, sentía mi garganta reseca al imaginar a Ángelo con una fusta siendo todo un señor dominante. —Yo… —murmuré sin poder encontrar mi voz. —Dime, ¿realmente quieres verme desnudo? —susurró inclinando su rostro de tal modo que su nariz rozó la mía, sentía que volaba o como si se tratara de un sueño cuando cerré los ojos esperando que me besara, cuando de repente se alejó riéndose, abrí los ojos sintiendo que el sonrojo probablemente me cubría todo el cuerpo de la vergüenza, me había quedado como una completa estúpida con los labios estirados esperando un beso que jamás llegó. Él estaba solamente burlándose de mí.  —Eres ridícula si crees que de verdad voy a besar a la loca que probablemente se lanzó a mi carro apropósito para que la atropellara —dijo Ángelo con un eje burlón—, realmente me das pena. Di un paso atrás sintiendo mis ojos cristalizarse como si me hubiera abofeteado, es decir, siempre fue mi amor platónico, tenía 21 años; era una adulta, pero a pesar de ser bailarina exótica era virgen, nunca había estado con nadie únicamente pensando en que algún día iba a conocer a Ángelo Werner y se enamoraría de mí… Lo había conocido, pero no se había enamorado de mí. Sí, seguía siendo una niña ingenua que creía en esa fantasía de un hombre perfecto que saldría del libro y me juraría amor eterno, que nos casaríamos y seríamos felices por siempre… pero en ese momento comprendí que no existían los príncipes ni las historias felices, en el mundo real, no había chicos ideales. — ¿Qué? —Alzó una ceja al ver mi expresión— De seguro eres de esas niñas raras que lee o escribe esas historias pervertidas de mí en internet. Apreté los labios, de hecho sí, amaba llegar del trabajo, dormir, levantarme y leer fanficción de Ángel Werner mientras comía algo y luego me iba al trabajo, esa era mi rutina favorita; únicamente cuando mi padre no necesitaba que lo atendiera, la mayoría del tiempo solo tenía que estar pendiente de darle los medicamentos y él se quedaba tranquilo. — ¡No puede ser! —Dijo Ángelo aun con burla— ¿Sí eres de esas niñas raras que lee esas cosas sobre de mí? No solo las leía, incluso escribí una que se volvió popular porque literalmente expuse todas mis fantasías con él, obviamente no le coloqué su nombre al protagonista, pero sí su descripción. Él sonrió más aún, esta vez mostrándome todos sus dientes en una sonrisa perfecta de comercial al notar como me había intimidado y dio un paso hacia mí acariciando mi barbilla, pero le di un manotazo y le quité finalmente mi teléfono de sus manos sintiéndome ya harta de su comportamiento de brabucón; humillándome. Yo no era una sumisa, tenía garras, las había guardado porque seguía en el shock de conocer a mi amor platónico de casi toda una vida, pero ni él se merecía mi hospitalidad, era un idiota. Un idiota egocéntrico que se creía la gran cosa por tener dinero, fama y chicas que morían por él; como yo. Me sentía tan estúpida.    — ¿Si sabes que te comportas como un hijo de puta? —solté alzando la barbilla en actitud desafiante. Él pareció ligeramente interesado por mi cambio de actitud y se encogió de hombros. —Sí —admitió—, lo soy. Pero a ti no se te quita lo rara, considerando que vi el resto de páginas web en el historial de sitios de adultos que visitas frecuentemente, eres no solo una loca; si no una pervertida… una loca pervertida. Sentí la vergüenza volver a llenar mis mejillas, pero me rehusé a echarme hacia atrás, ya me valía mierda. —Sí, no solo leo historias de ti, escribí una —dije con orgullo—, y seré una loca pervertida, pero al menos no soy un idiota egocéntrico que parecer un árbol y que trata a las mujeres que lo admiran como basura.  Él alzó ambas cejas pareciendo entre entretenido y sorprendido. — ¿Parezco un árbol? —repitió incrédulo sin borrar esa sonrisa de su rostro. Esa era su referencia más común en las historias inspirada en él; ‹‹Su cabello en una explosión de rulos parece un árbol en su porte de dios griego›› definitivamente algo que había leído miles de veces y hasta yo había usado en mi historia. —No lo vas a entender —dije—, ni tampoco te lo voy a explicar. Permiso. Lo empujé cuando caminé junto a él acomodándome mi chaqueta, necesitaba salir de aquí y poder despejar mi mente, creo que aún no asimilaba bien lo que acababa de pasar. —Eh… Kiara. Me detuve frente a la puerta no porque me hubiera llamado, sino porque Ángelo Werner se sabía mi nombre. —Creo que se te olvida algo —continuó, me voltee con el ceño fruncido observando como mantenía los labios apretados como si intentara suprimir una carcajada y alzó su mano donde colgaban mis tacones, bajé la vista a mis pies fijándome que estaba descalza. Maldición. ‹‹ ¿En serio se te olvidaron los zapatos, Kiara?›› Me acerqué a él arrebatándole los zapatos de las manos pero cuando me iba a voltear para volver a ir a la puerta él me tomó de la muñeca deteniéndome, su toque era frio, sus manos ligeramente rasposas, me voltee topándome con sus hermosos ojos esmeraldas, su expresión menos burlesca y altiva que hace un momento cuando dijo: —Voy a decirle a mi chofer que te lleve, ¿okey? —Puedo irme sola —me solté de su agarre y caminé hacia la puerta, pero luego me detuve sintiéndome estúpida, ¿en serio prefería caminar 4 largas cuadras hasta mi casa en vez de que uno de los choferes de Ángelo Werner me llevara? No, definitivamente sería estúpida si rechazara algo así. —Bueno —me voltee hacia Ángelo—, sí, dile a tu chofer que me lleve, es lo mínimo que puedes hacer cuando casi me atropellaste. Él soltó un bufido burlón. —Sigo creyendo que te lanzaste al carro —alzó una ceja. Definitivamente, era un hombre detestable, la admiración que sentía por él se había convertido a decepción porque no era el hombre de flores, corazones y palabras románticas que esperaba, solo era un idiota hijo de puta creído. Lo detestaba. Ángelo sacó su teléfono del bolsillo y escribió un mensaje, lo admitía, lucía condenadamente guapo usando el teléfono; pero aun así lo detestaba. —Puedes bajar —dijo—, mi chofer te espera abajo en la entrada. —Gracias —me limité a decir abriendo la puerta. —De nada, es lo mínimo que puedo hacer por mi loca pervertida —se burló. Giré los ojos enseñándole mi dedo medio antes de salir y cerrar la puerta con fuerza para enfatizar mi enojo, maldición, aun intentaba procesar lo que había acabado de pasar, había conocido a Ángelo Werner… era tan hermoso como me lo pude imaginar, pero su idiotez hizo que me desencantara por completo de él. Tomé una profunda respiración bajando las escaleras del pent-house, solo debía olvidarme de esto, después de todo, dudaba que nuestros caminos volverían a cruzarse… Que equivocada estaba.                    
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