Ya era de día, pero nos habíamos acostado tan tarde gracias a la charla, que no quería levantarme. Sin contar, que las camas eran de un algodón tan suave y acolchonado que sentías estar sobre una nube. Sin embargo, era la única de las tres que seguía durmiendo. Así que, Kahina se acercó y haciéndose la estúpida me susurro al oído. -Ángela ¿Adivina quién está afuera esperándote con un rico desayuno? -¿Quién?-Dije con desaire y sin ganas de hablar. -¡Osiris! -¿Osiris?- Pregunté con duda y luego caí. Me alegré de inmediato y de repente me sentí enérgica-¡Que espere! Que no se vaya-Exclamé con alegría-ya me levanto- Luego salté de la cama, me peine y me arreglé rápidamente. Entonces, salí al pasillo como una imbécil, ya que no había ni Osiris, ni desayuno, ni nada. Se notaban que eran