3. Capítulo

873 Words
Ciertamente necesitaba el dinero, así muchas deudas se acabarían y podría cumplir sus metas. Incluso objetivos que nunca imaginó realizar. Al darse cuenta de que ya estaba dándole vueltas a la posiblidad, batió la cabeza. —Está bien, voy a pensarlo, es algo que aún proceso. Te daré una respuesta en dos días. —Perfecto, piénsalo bien, es algo bueno, y eres afortunada. —No sé si sentirme así, puede pedirle esto a alguien más, incluso recurrir a una agencia de... —Ni lo digas —clavó sus orbes verde grisáceos en ella, con profundidad y ella se cohibió —. Quiero que sea todo lo más discreto posible, puedo confiar en ti, ¿no es así? —Por supuesto. Entonces me lo pide a mí para que sea todo en secreto, porque supongo que la prensa siempre quiere conseguir entrar en su vida y saberlo todo sobre usted, ¿no? —Estás en lo correcto, por eso lo hago de este modo, y tú eres una candidata idónea. —¿Quiénes son las otras? —le interesó saber. —No vale la pena hablar de las otras, ahora tú tienes las de ganar diez millones de dólares, te quiero a ti, Victoria. Cuando estoy seguro de algo, nunca me equivoco, solo necesito tu respuesta —agregó ladeando una sonrisa. —Lo voy a pensar. —Siendo así, espero verte aquí en dos días. Que todo vaya bien en tu regreso a casa —mencionó, pero algo le decía que expresaba lo contrario. —Vale. Está bien, aquí estaré. —Te avisaré entonces la dirección a la que debes ir, a uno de mis hoteles —agregó, y le guiñó un ojo. Tragó duro. Nada bueno se avecinaba. Se lo temía. Incluso afuera, seguía sintiéndose prisionera de aquel sitio. Y por alguna razón, ya se miraba encadenada a aquel hombre. Mientras se alejaba de la propiedad, una mansión enorme de tres plantas, se notaba a lo lejos, un hombre se atravesó en su camino. —Señorita, por órdenes del señor Ansarifard debo llevarla a casa —le habló. —No, no es necesario, tomaré un taxi. —Es una orden, por favor, sígame. —Ya dije que no iré a ningún lado, me iré así como llegué, ¿de acuerdo? Pero no, se debía hacer como dijo ese Rashid. Acabó en la parte trasera de un auto n***o, a regañadientes, se imaginó de lo peor de camino a casa. Pero nada de lo que pensó, ocurrió. Al llegar a casa y encontrarse sola, lloró mucho, la visita a donde ese hombre no le sentó bien. Ahora que estaba en su hogar, uno que en realidad ya no le pertenecía, porque solo era cuestión de unas semanas para que el banco se quedara con la casa, se puso a llorar. Tal vez si un empleo digno le diera la remuneración que necesitaba, entonces no estaría en esa situación, pero lamentablemente no tenía opción, porque lo que recibía de empleada en un sitio normal, se quedaba corto. —Hola, pequeño. —saludó al gato que se acercó a ella de inmediato, un peludo blanco y n***o muy cariñoso —. Ya no me siento sola, tu recibimiento me hace sentir mejor. Lo acarició un rato, antes de ir por una ducha. Debía pensar bien las cosas, no era una decisión irrelevante. Dos días era poco tiempo. Se fue a la cama con el tema en la cabeza, al día siguiente siquiera comió antes de irse al hospital. Su visita matutina le hizo bien a su madre, quién se alegró de verla, el cáncer la tenía mal, apresada en sus garras, pero cada vez que veía a su hija, volvía a sonreir, y se sentía más viva que nunca. —Mamá... Era una mujer morena, de ojos enormes, ahora debajo habían surcos oscuros, y aunque el brillo de su mirada se apagaba con cada día que pasaba, seguía regalando el destello sincero en una sonrisa. —Cariño, ¿ya has comido? —Sí —le mintió, no quería preocuparla, lo mejor era que su madre estuviera tranquila —. ¿Cómo te sientes? —Feliz de verte. Sabes que no hay nada más importante que verte mi amor. ¿Has logrado encontrar un empleo? —La verdad es que... —Vale, sí lo has encontrado —se apresuró en decir, y ella no se atrevía a desmentir, porque miró su hermosa sonrisa y no quiso borrarla. —Sí, mamá. Y vamos a estar bien. Ya lo vas a ver, nuestra situación va a cambiar —continuó tocándole el cabello. —Dame un abrazo, ven —la rodeó con cariño, ese incondicional cariño maternal la ayudó a tomar la decisión "correcta" —. Sabes que quiero verte feliz, que estés bien, no quiero irme dejándote... —No, mamá, no vas a morir, por favor, no sigas —expresó entre lágrimas. —Debemos estar preparadas para lo que sea —le recordó, mientras contenía el llanto. —Yo no pierdo la esperanza, además no puedes dejarme sola. —Si por mí fuera, me quedaría una vida entera contigo. —Lo sé. —Mírame —le tomó la barbilla e hizo que la viera —. No te preocupes.
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