6. Capítulo

955 Words
—Buenos días, Victoria. Primero saluda, sé educada. Bufó. —Ya estoy de camino a casa. —He dicho que te pasaría a recoger. ¿Qué no entendiste? —¿Tú? En todo caso dijiste anoche que enviarías un coche por mí. —Sí, estoy aquí abajo y te puedo asegurar que no has salido. Así que deja de mentirme y date prisa. —Esto no está dentro del contrato, en ninguna parte de lo que he firmado dice que me vas a manejar a tu antojo y mucho menos vas a decirme lo que debo hacer. —Deja que te recuerde, Victoria, qué probablemente estás embarazada y eso ya es una razón de peso que me da el derecho de opinar sobre lo que haces o dejas hacer. —¿Qué te sucede? Puedo tranquilamente irme a casa sin necesidad de que tú me lleves, y así lo voy a hacer, no voy a subirme a tu auto. —No te estoy pidiendo un favor, es una orden. Así que obedece. No podía creerlo, lo que le faltaba a ese tipo, que se creyera con el derecho de hacer lo que le daba la gana con ella. Odiaba tanto que se tomara ese atrevimiento. Lo odiaba. Trató de mantenerse en la cordura, no iba a perderla por ese tipo y su demandante forma de ser. Era un imbécil y tendría que lidiar con ello. Se apresuró en llegar abajo, en efecto, había un deportivo estacionado a las afueras. Diferente al de ayer, viniendo de un hombre tan adinerado, no le sorprendía que tuviera varios coches. Así que supuso que sería ese, al irse acercando sonó un claxon, por lo que confirmó que sí se trataba de él. Pronto abordó de copiloto. Ya solo quería llegar a casa y sentirse a salvo, lamentablemente el peligro seguía a su lado. —¿Me estás escuchando Victoria? Porque desde hace rato estoy hablando contigo y creo que no me estás prestando atención. Batió la cabeza al escuchar la voz del árabe que la llamaba y ella apenas regresaba de las nubes. Se había quedado suspendida, flotando... El recuerdo ya había dejado de golpear su cabeza. —Lo siento, ¿qué decías? —Que el dinero ya lo ha sido transferido a una cuenta por lo que ya puedes disponer del mismo. Ten. —le dio una tarjeta. —¿Todo está aquí? —Todo está allí. —Vale, gracias. —Estamos hablando de un millón de dólares, Victoria. Lo vio asombrada, al principio solamente había pedido medio millón de dólares pero ahora suponía que la cifra se había doblado porque ya no solo había vendido su virginidad. —¿Tanto así? —Es solo la primera parte. —¿Qué? —No me mires así, intento ser justo por todo lo que estás haciendo por mí. —Claro, pero... Aún no sabemos si estoy embarazada. —Lo estás, ya lo estás, créeme. Aguarda unas semanas y te haces la prueba. Pero ve haciéndote a la idea de que es un sí. La miraba de soslayo rápidamente mientras volvía a centrarse en la carretera, en las atestadas calles de Nueva York. —Está bien. Al poco tiempo habían llegado a las afueras de su casa. Antes de que pudiera bajarse del auto el hombre aferró su antebrazo y la hizo volver para que lo mirara directamente a los ojos, ella no comprendía que era lo que quería decirle y por qué razón la retenía. —Espera, no estaré estos días en casa por lo que si quieres comunicarte conmigo tendrás que hacerlo a través de una videollamada. Tengo mucho trabajo en el exterior, cuídate mucho, estaré muy al pendiente de ti, incluso a la distancia —prometió mientras le permitía bajarse. Solo pudo asentir, de todos modos no se preocupaba realmente por ella, sino por la vida que probablemente ya estaba instalada en su interior. ... Ese día aprovechó de ir al hospital para ver a su madre. Sí, le había dicho al doctor que iría al siguiente día por la tarde pero ya no soportaba estar más tiempo sin ver a su progenitora. La echaba tanto de menos que solo quería estar cerca suyo y abrazarla, nunca soltarla. —Doctor, solo llamaba para avisarle que iré esta noche a ver a mamá y pasar unos minutos con ella, también tengo que contarle la buena noticia. —Claro, ya ha llegado el pago, me informaron desde la administración. —De acuerdo. Pero, yo aún no lo he hecho —confesó quedándose de piedra, escuchando las palabras del doctor. Ella aún no hacía el pago, cómo era posible que ya la deuda estaba saldada. —No comprendo. Vendrá a darle la buena noticia, y yo le digo que ya se ha cancelado todo lo concerniente al tratamiento de tu mamá. —Vale, iré en un rato. —Está bien. Cerró los ojos con fuerza y parpadeó lentamente tratando de conseguir cómo había ocurrido aquello. Aquel árabe invadió nuevamente a su cabeza, quitando la incógnita, entonces estuvo resuelta a llamarle y preguntar por eso. Tras dos intentos en los que falló, porque el magnate no contestaba sus llamadas, se lanzó un boca arriba sobre la cama y dejó el aparato a su lado. De seguro estaba muy ocupado y por eso no había cogido el teléfono. Mientras tanto empezó a arreglarse, ya estaba a poco de terminar de ponerse el pantalón de mezclilla y las zapatillas. —Hola, Victoria, si llamas por lo del hospital, sí, he sido yo, pagué el tratamiento de tu madre, no pongas ninguna objeción, todo esto es parte de tu pago. Lo siento, tengo mucho trabajo, hablamos luego, cuídate. Entonces le colgó. —¿Qué?
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