Como se había pautado en un principio, desde que llegó la mañana del domingo, todos los muchachos se levantaron y se alistaron para luego bajar a tomar el desayuno que preparó Lucrecia para ellos. A pesar de que el domingo de Resurrección era el último día de la semana mayor, ninguno de los que estaban allí querían encontrarse con una sorpresa en la autopista, pero, aunque les apetecía darse un último chapuzón en el río antes de partir, sólo unos cuantos, como todos los hombres, por ejemplo, y sólo la valiente Vanessa, fueron capaces de irse a aquellas aguas templadas, ya que con lo temprano que era, la temperatura era lo suficientemente fría para hacer que los huesos gritaran. Y sí, el agua estaba demasiado fría para la gente que no era del lugar, y sobre todo para gente de la capital dom