Mi hija había subido de peso, una buena noticia para su condición, además varios especialistas ya la habían revisado y me habían indicado qué fuera de su sordera, ella estaba óptimas condiciones y que probablemente, una vez saliendo del hospital podría tener una vida casi normal a excepción de todas las terapias a las qué debía asistir para tener un buen desarrollo del lenguaje una vez que pudiera usar los implantes. Era un tanto desolador saber que a mi pequeña, la vida le costaría un poco más que a todos los demás, pero de igual forma, tenia la esperanza que con el tiempo y un poco de amor, ni siquiera lo notariamos. En cuanto a quien podía visitarla había dejado instrucciones muy claras y precisas para ello. Nadie más que yo podía entrar a verla y para asegurarme de que mi deseo se c