Capítulo 6

1036 Words
—Puede tocar la manita de su bebé, señora—expresó la enfermera que ahí laboraba y en ese momento estaba sentada frente a un escritorio anotando cosas sobre algunos documentos, parecía ser una bitácora sobre los bebés, aunque no supe exactamente qué era. No muy lejos estaba otra enfermera, su uniforme era diferente al de su compañera ya qué, todo lo que llevaba puesto era rosa y estaba cubierto de pequeños gatitos blancos. Ella se veía un poco más grande de edad, pero sonreía con alegría mientras hacia su trabajo y le hablaba al pequeño frente a ella con cierta ternura. Eso me tranquilizó un poco, saber que aunque no tendría a mi niña en brazos por mucho tiempo, al menos ahí habría alguien quién la trataría bien. Me volví hacia mi niña y con miedo, acerque mi mano a la suya, pero como era de esperarse mi dedo parecía el de un gigante a comparación de su pequeña mano. Instintivamente cerro los deditos al sentir tacto sobre la palma de su mano, pero su fuerza era tan débil, que su tacto fue apenas perceptible. Era difícil aceptar que aquello estaba pasándome. ¿Cómo podría con todos esos problemas qué caian sobre mis hombros como una fría lluvia? No tenia dinero para pagar todos esos cuidados y además tenia otro bebé qué también necesitaba de mi atención. Al salir de aquí y volver a casa sería difícil cuidarlo puesto que no todo el tiempo tendría a la señora Martha a mi lado y en realidad. ¿Qué sabia sobre cuidar un bebé? El último problema y quizás era el que yo misma me imponía como madre, era el hecho de dejar sola a mi hija, quería estar todo el tiempo con ella, pero con mi Arty también necesitando de mi, probablemente saldría loca de aquella extraña, aunque encantadora, experiencia. —Te prometo—le dije, aunque mi voz me traicionó, se escuchaba débil y sin fuerza, pero a pesar de ello, me sentí obligada a darle un motivo para quedarse conmigo, aunque ni siquiera me entendiera—qué estaremos juntas muy pronto y cuando salgas de aquí te voy amar toda la vida. Me obligue a mi misma a no llorar, quizás porque interiormente creía que de alguna forma mi bebé lo sabía, ella entendía todo lo que estaba pasando alrededor de algún modo y lo que ella necesitaba era mi apoyo para que logrará salir adelante, así que en vez de llorar, sonreí aunque ella no pudiera verme. —Ya mamá—expresó la enfermera con cierta firmeza y profesionalismo—por favor salga. La hora de la visita es a las once de la mañana y a las cuatro de la tarde, puede venir a esas horas para ver a su bebé. Asentí con la cabeza, mire por última vez a mi pequeña y suspire con mucho dolor en el pecho, luego me aparte de su lado y camine hacia la salida, entonces entre al mismo cuarto donde me habían proporcionado la bata, ahí me quite todo y lo tire a la basura, pero estando ahí, finalmente mis lágrimas resbalaron una a una. Nunca antes sentí un dolor como ese, ni siquiera al perder a Arthur sentí algo parecido. Mis lágrimas no duraron el tiempo que a mi me hubiese gustado, en primer lugar porque ya había pasado mucho tiempo en ese sitio y debía volver con mi pequeño Arty y en segundo, me había convertido en mamá y al menos para mi, una madre debía hacer a un lado su dolor para atender a sus hijos. Mi niña, pese a lo que la mantenía en el hospital, estaba bien atendida, así que por el momento mi única preocupación era qué siguiera teniendo esa atención y para lograrlo debía hacer un sacrificio. Luego de salir, mi mente se perdió en la forma de mantener a salvo a mis hijos, darles lo que en ese momento necesitaban, pero mi presupuesto no daba para tanto, mi empresa se había vuelto irrelevante luego de abandonarla por mucho tiempo y estando embarazada apenas podía promocionar ropa y con lo poco que ganaba por supuesto, apenas alcanzaba par la renta y mis necesidades básicas, pero pagar un hospital de esa categoría no estaba precisamente en mis planes. Al volver a mi habitación escuche que la señora Martha hablaba con alguien, pero debido al llanto de mi pequeño, no pude escuchar quien era o porque estaba ahí, así que me adentro al sitio. Se trataba de un hombre alto, de cabello oscuro y moreno. Llevaba un portafolios, pero al momento de verme ambos, tanto la señora Martha como ese sujeto, se quedaron callados. —Christine—expresó la señora Martha mientras mecia a mi bebé entre sus brazos, luego miro a ese hombre quien tenia la apariencia de ser alguien severo, parecía estar preocupada. —¿Qué sucede?—exprese mientras rodeaba a aquel tipo para llegar a mi cama y lograr sentarme ya qué, la herida había empezado a dolerme, así que intuía qué el medicamento que me habían administrado estaba comenzando a perder su efecto. —Este hombre viene por... —Vengo a darle un citatorio, señora Sallow—expresó aquel hombre interrumpiendo a la señora Martha. Ese hombre rebusco en su portafolio, sacando de el un sobre de color azul, el cual tenia un sello de alguna oficina jurídica. —Disculpe qué la moleste en estas circunstancias, pero el señor Sallow nos notificó qué usted y sus hijos se encontraban aquí—expresó y entonces al escuchar nuevamente las palabras “Señor Sallow” supe que se trataba de Michael. —Si—admití—pero mi hija no se encuentra en condiciones para ninguna prueba. —Eso supimos, pero no se preocupe, yo no vine para eso—expresó el hombre buscando con la mirada la ubicación de mi pequeño Arty—pero este citatorio es para la lectura del testamento de su esposo. —¿Testamento?—cuestione extrañada, aunque por la importancia y por supuesto, la fortuna de mi esposo, era claro que él debía tener un documento como ese. —Así es, el señor solicito como último deseo que usted estuviera presente.
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