Nos dieron el alta hospitalaria y eso me aterro. ¿Cómo explicaría qué no tenia como pagar la cuenta? ¿Me darían la oportunidad de pagar conforme tuviera dinero?
No lo sabia, pero aun así tuve que acercarme al área de caja con cierta vergüenza y también con toda la disponibilidad de llegar a un acuerdo, por supuesto si es que el hospital me lo permitía.
—Buenos días—se dirigió a mi una agradable mujer de cabello blanco y mejillas rosadas—¿En que puedo ayudarte, corazón?
—¿Qué tal?—me digne a responder con una sonrisa nerviosa ya qué, hasta ese momento no había podido hablar con la señora Martha del asunto, de todos modos no había forma en que ella pudiera ayudarme—¿Podría darme la cuenta de la habitación diecinueve, por favor?
—Por supuesto, tesoro—me respondió aquella amable señora. Así que tecleo rápidamente los dedos en la computadora y a los pocos segundos emergio un ticket en un pequeño aparato detrás de ella. Lo tomo y me lo extendió—aquí tienes.
Lo tome y al mirar la cuenta casi me da un infarto, puesto que sabia que la cantidad sería exorbitante solo que no sabia que incluso excederia lo que yo había supuesto. Trague saliva y levante la vista del ticket hacia ella.
—Disculpe—me tembló la voz— pero hay un problema qué me gustaría comentarle.
—Por supuesto, tesoro, dime—expresó aquella mujer con mucha cortesía, solo esperaba que después de comentarle mi situación siguiera siendo igual de cortes.
—Sucede qué en este momento no cuento con la cantidad para cubrir la totalidad de la cuenta—me digne a decir, pero mis mejillas enseguida se tornaron rosas por la vergüenza.
Coloque el ticket sobre el estante y ella enseguida lo tomo, miro la cantidad y luego sonrió.
—No te preocupes, cariño—dijo mientras me devolvía el ticket—la cuenta ya esta cubierta.
—¿Qué?—dije sorprendida, puesto que yo misma había visto una cantidad bastante grande. ¿Cómo era posible que me dijera tal cosa?
—Mira—me señaló el lado inferior del ticket, justo debajo de aquella exorbitante cantidad. Ahí había otra cuenta en la qué explicaba qué la cantida había sido cargada a una cuenta bancaria, la cual no tenia nombre, pero si el nombre del banco y este indicaba qué sé trataba de una cuenta suiza—hace más o menos dos horas alguien vino a pagarla, parecía ser un abogado.
—¿Abogado dijo?—cuestiono la señora Martha detrás de mí, ella llevaba a mi pequeño Arty en brazos.
—Si, vino de parte de alguien a pagar su cuenta y luego se fue sin decir quien ni porque—explicó la mujer un tanto extrañada y por supuesto, yo no entendía quien habría podido pagar mi cuenta del hospital—¡oh si creo que lo oí mencionar el apellido Sallow, me parece que era el abogado de alguien con ese apellido!
—¿No dejaron algún tipo de identificación?—cuestione esperanzada de que pudiera brindarme un poco de información.
—Discúlpeme, pero en realidad no solicitamos ese tipo de información cuando tienen una cuenta con nosotros—explicó la mujer, aunque supuse que aquello solo era una excusa, porque de igual forma tal vez tenia protocolos a seguir y de no hacerlo seguro estaría en problemas, aunque si me decía eso, tal vez quería decir que ese supuesto abogado se había presentado en nombre de alguien que era derechohabiente de este hospital.
Yo solo conocía a dos personas con el apellido Sallow con la capacidad o mejor dicho la voluntad de querer ayudarme en un caso como esté, solo que uno de ellos, era el menos improbable, quizás porque sabía que era un maldito qué me pediría algo a cambio de este favor si es que se le podía decir de esa forma.
—En todo caso muchas gracias—dije con mi mejor sonrisa, aunque por supuesto algo avergonzada de todo esto, de haber sabido que alguien más pagaria mi cuenta seguramente no le habría mencionado mi situación económica.
Luego de aquel pequeño incidente, la señora Martha y yo salimos del hospital con mi pequeño Arty entre mis brazos, era extraño tenerlo finalmente conmigo, ver su pequeña carita y poderla acariciar.
—¿Iras a la lectura del testamento de Arthur?—me pregunto luego de subir a un taxi y su voz me devolvió a la realidad qué tanto detestaba recordar, que mi esposo estaba muerto tres metros bajo tierra en un terreno lleno de cadáveres y esqueletos.
—No, no tengo tiempo para eso—me digne a decir, después de todo era cierto ya qué, con un recién nacido y su gemela en el hospital, lo que menos quería hacer era ir a una oficina llena de personas que me detestaban y seguramente deseaban verme al lado de mi esposo, muerta.
—Deberías ir—me ánimo—estoy segura de que Arthur no te dejo desamparada y si eso es verdad, ya no tendrás que pasar por este tipo de situaciones. ¿Porqué no me dijiste que necesitabas ayuda?
Supuse que con “Ayuda” se referia a dinero y aunque claro que lo necesitaba, no estaba dispuesta a aceptar nada que viniera de ella, no porque no le cayera bien a mi bolsillo, sino por orgullo.
—No creo que sea una buena idea—exprese intentando recordarle porque había permanecido al margen y técnicamente oculta hasta ese momento, no quería problemas con los Sallow y además quería alejar a mis hijos de ellos.
—Yo tampoco, pero seguro que necesitarás más dinero para las necesidades de la pequeña—me recordó—creo que esta en las mejores manos, pero esos cuidados requieren bastante dinero, dinero qué no tienes en este momento.
—Lo sé—me digne a decir, pero interiormente una voz me gritaba no reclamar esa herencia a no ser que quisiera problemas con esa familia.