“¿Cómo pudiste aceptar este acuerdo” me recrimina a mi conciencia mientras me miraba al espejo. Llevaba puesto un traje color crema, con chaqueta y un pantalón del mismo color además de una blusa sin mangas de color blanco y unas zapatilla qué hacían juego. No era el mejor atuendo para una novia, pero a esas alturas ya nada me importaba salvo mis hijos. Respire hondo y tome mi bolso para salir del baño del ayuntamiento donde al final se llevaría a cabo la boda, pero no con mi mejor cara ni mi mejor sonrisa. Una vez que salí me dirigi hacia la oficina donde las personas que tenían prisa para tramitar aquel documento legal aguardaban a ser “casados” era una fila con al menos cinco parejas y cada una de ellas vestían diferentes trajes, algunos incluso habían vestido como si esa oficina fu