Oscuras Revelaciones

3144 Words
Al oír lo que me decía el hombre dejé escapar un jadeo de sorpresa tan brusco y rápido que terminé ahogándome con mi saliva y empecé a toser compulsivamente, me llevé una mano a la garganta y la otra a la boca. Él empezó a reír al ver mi torpeza. – ¿Ves a lo que me refiero? – dijo señalándome con la mano abierta sin dejar de reír – Trabajar con ustedes es muy sencillo, ni siquiera tuve que mover un dedo para atorar un maní en tu garganta, sólo debo sentarme aquí y ver cómo te ahogas con tu propia saliva, y hasta divertido resulta. – ¿La Muerte? – pregunté con voz ronca cuando pude recuperarme al cabo de unos segundos, sin poder creer lo que oía, él asintió – ¿Esa del apocalipsis? ¿La del caballo pálido y todo el asunto? ¿Es en serio? – Sí, bueno... No ando en caballo, pero sí, la misma que viste y calza. También me conocen como La Parca, Anubis, Azrael... Incluso en algunas culturas me llaman La Pelona – dijo con aire teatral, seguido de un gesto de reproche – ¡Qué falta de respeto! Y de paso es una total y absoluta mentira, porque como podrás ver, yo aún tengo mucho cabello – dijo bajando y señalando su cabeza. Al hacerlo noté que en realidad sí tenía una pequeña calva en la parte trasera de la cabeza, pero no creí conveniente ni educado de mi parte mencionarlo en ese momento, además había cosas mas relevantes en las que fijarse, así que sólo asentí y traté de asimilar la información que me daba. – Pero... Esto es absur... Quiero decir... Usted no se parece a La Muerte, ella es... Fea, y va vestida con una vieja túnica negra y... Qué hay de... ¡La hoz! Usted no tiene una hoz... ¿O sí? No puede ser La Muerte si no tiene una hoz – dije tratando de ser objetiva en lo irracional de mi sueño, porque sin duda era un sueño, pero al mismo tiempo tratando de no dejar en evidencia del pánico que estaba empezando a sentir. Él comenzó a negar y volvió a su silla. – Ese es sólo el "Uniforme Reglamentario" – dijo haciendo las comillas al aire – Cómo te lo explico... Es algo así como la indumentaria que debo usar en los... vamos a llamarlos Retratos de mi persona, por decirlo de algún modo. A mí tampoco me gusta, pero el reglamento estipula que debo hacerlo, es una cosa arcaica que si me preguntas debería ser actualizada pronto, pero me hace ver delgado así que trato de no quejarme mucho por eso. – Disculpe... ¿Reglamento? – Pregunté atónita – ¿De qué demonios está...? ¿Por qué tendría La Muerte que seguir una regla como esa? ¿No se supone que es todopoderosa? – él me miró y entornó los ojos dramáticamente, demostrando su irritación. – Sí y no. Sí tengo mucho poder, pero no puedo ir por ahía haciendo lo que me plazca. Así como un ecosistema en la tierra, los seres como yo también tenemos un papel fundamental en el funcionamiento del universo, y cada uno de nosotros debe limitarse exclusivamente a eso - dijo como quién está dando una lección de filosofía a un niño de seís años, pero no me ofendí, porque con lo sorprendida que estaba sí necesitaba que me hablaran como si fuese una niña. – Ok, vale... ¿Y parte de su papel es usar un uniforme? – me escuchaba hablando, y sabía que era una pregunta estúpida, toda la conversación era absurda en realidad, pero necesitaba entender lo que estaba ocurriendo. – Lo del uniforme es para que los humanos me teman... Claro está. En teoría se supone que si ustedes le temen a La Muerte... Apreciarán más la vida, para él eso es importante – dijo apuntando con el pulgar hacia el techo. – En realidad esa también es la razón por la que todos ustedes imaginan que El Diablo es rojo, con cuernos, cara de dragón y lengua de serpiente y todas esas cosas aterradoras, cuando la verdad es que... Y mira que detesto admitirlo porque el hombrecito cae más pesado que una roca, pero es un hombre muy bien parecido, para serte sincero el maldito hombre es un Adonis – se inclinó un poco sobre el escritorio y se puso una mano alrededor de la boca como si estuviese diciendo un secreto. –_ Pero eso sí... Si algún día hablas con él, no le vayas a decir que yo admití semejante cosa... Es demasiado arrogante y eso sólo serviría para aumentar su ya inflado ego, no habría quién lo soportara si supiera que reconocemos su atractivo – dijo en voz baja antes de incorporarse nuevamente. Fruncí las cejas cuando me dijo aquello, pues... ¿Por qué esperaba él que algún día yo hablara con ese ser? Si de mí dependía pasaría toda mi vida evitando estar ante su presencia. Pero antes que pudiera decir nada el hombre siguió hablando. – En fin... Mi punto es que tú no sabías eso porque se supone que debes temerle al Diablo, si supieras lo guapo que es, Pues... Probablemente irías corriendo hacia él cada vez que busque tentarte. Mientras que, en contraparte, debes querer y confiar en los ángeles, así es como se quiere que funcionen las cosas, por lo que a ellos los representan como hermosos seres alados que visten de blanco y llevan esa cosa brillante en la cabeza... Olvidé cómo se llama – dijo mientras movía sus manos en forma circular sobre su cabeza. _ Cuando lo cierto es que, aunque sí son buenos, no todos son hermosos; y al igual que yo, algunos tienen problemas con su indumentaria, pero bueno... Son viejas tradiciones y no se nos permite opinar mucho al respecto – dijo un tanto disgustado. Yo me removí en mi asiento, aquello ya se estaba tornando muy raro, porque era increíble pero... Dejando de lado lo absurda que era la conversación, lo que me estaba diciendo ese hombre sonaba bastante lógico. Ya estabamos alcanzando niveles que superaban los de un simple sueño de un domingo por la noche. Y no parecía que fuese a acabar pronto, porque mientras yo pensaba todas estas cosas, el hombre seguía y seguía hablando. – Yo visto esa ropa tan fea e insípida porque así se supone que atemorizo más a los humanos, aunque creo que hace años que dejé de ser intimidante – dijo mientras se tocada la prominente panza, sacudiéndola en el proceso. – Así que... En conclusión... ¿Usted... Es... La Muerte? – dije agitando una mano hacia él en gesto escéptico, él asintió con entusiasmo – Así que... ¿Usted fue el que se llevó a mis padres en aquel accidente en la autopista? – el hombre movió sus ojos de un lado a otro, como buscando el recuerdo en su cabeza y luego asintió. – Ah, sí, sí... Roger y Elene. Buenos chicos, pero ya había llegado su tiempo – dijo con un apretón de labios. – ¡¿A los dos?! ¡¿Al mismo tiempo?! ¡¿De esa forma tan cruel?! ¡Dejando a una niña huérfana en el proceso! – grité dolida. Él hizo un gesto de desaprobación al ver mi reacción. – Sí. A los dos. Al mismo tiempo. Cuando las personas nacen para estar juntas, algunas veces, no siempre, pero algunas veces... Terminan compartiendo destino. No creo que sea la primera vez que sabes de una pareja que muere junta. Aquí es una forma de ahorrarnos papeleo – dijo un tanto avergonzado. – Tu papá vivió dos años más que tu mamá sólo porque nació dos años antes que ella, pero desde el comienzo, aún y cuando Elene no había nacido, era el destino de Roger morir justo en ese momento, cuando ella llegó sólo la anexaron a ese destino – dijo muy serio, sin dejar de mirarme en ningún momento. Yo tuve que hacer un esfuerzo para no romper en llanto, porque mientras hablaba mi mente se empezó a llenar de las imágenes de aquel trágico momento de mi vida. – Y con relación a la forma de su muerte, bueno... Tenía que llevármelos a ellos dos, y a los otros tres del otro vehículo; esa me pareció una forma bastante práctica de hacerlo. Entiendo que sea difícil para ti comprenderlo desde tu punto de vista, pero mi trabajo es bastante pesado, así que siempre busco la manera de agilizarlo. Trata de ser objetiva, si deben morir dos mil personas un mismo día... ¿Por qué darle una muerte personalizada a cada uno, si puedo ponerlos a todos en un mismo barco y estrellarlos contra un iceberg? – dijo burlón – ¿Comprendes? No es que quiera que todo el mundo muera, sólo los que deben hacerlo, después de todo... Tú sobreviviste ¿No? Apreté con fuerzas mis dientes ante la poca sutil mención del accidente al que sobreviví. La muerte de mis padres era algo que ya había superado hace mucho tiempo, pero traerlo a flote en esos momentos, sin yo esperarmelo... Era algo realmente dificil, y realmente me molestaba verlo desde la perspectiva de ese hombre, sobre todo cuando él lo veía como una simple transacción de oficina. – Pues no creo que haga falta ningún disfraz – dije después de unos minutos – Dado a que se dedica a matarnos, creo que no importa si parece un modelo de revista... Igual le tendríamos miedo al verle – agregué sarcásticamente, entonces vi cómo se ponía furioso y golpeaba la mesa. – ¡Eso es injusto! ¡Yo sólo hago mi trabajo! ¡Y no me gusta que niñitas como tú y como los tuyos me juzguen como si yo fuese el malo de la película! ¡Yo sólo soy el mediador en todo esto! ¡Sin mí ayuda reinaría la anarquía! ¡Ángeles y demonios harían de esto un completo circo! – me gritó, pero cerró los ojos de repente, y llevandose una mano a la frente suspiró antes de continuar hablando. – Te lo voy a explicar, para... Bueno, igual tienes que saberlo para entender por qué estás aquí esta noche – sacó uno de los libros negros del estante que había detrás de él y lo abrió frente a mí. Fue entonces que me di cuenta que aquello no era un libro sino una archivo de cuero n***o, como esos que suelen usar en las oficina, y una parte de mí cayó en cuenta de lo chocante que resultaba estar en ese sitio, que a todas luces era una simple y vulgar oficina de trabajo, sabiendo que era el despacho de nada mas y nada menos que La Muerte, un ser que podía acabar con toda la vida en el planeta, pero que también le gustaba llevar en orden sus papeles. El chasqueó los dedos al notar mi distracción y señaló una página en blanco. – Esto es una Hoja de Vida, cada vez que alguien nace, se crea una de estas y llega a mis manos – dijo tocándola dos veces, y luego señaló distraídamente el estante de la oficina, el que estaba lleno de libros negros. "¡Jum! Así que eso son... Archivos... Hojas de Vida, con razón hay tantos" Pensé impresionada. – Tengo en mi poder el libro de cada alma en este planeta y debo encargarme de hacerle el seguimiento correspondiente y de darle a cada quién la muerte que merece... Cuando la merezca – yo volví a ver el estante y sí, eran muchos archivos, pero seguían siendo muy pocos si él me decía la verdad y tenía las carpetas de toda la humanidad allí. – Bueno... Al parecer eso de la sobrepoblación mundial no es más que puro alarmismo ¿No? – dije en tono de broma. Él alzó la vista y entrecerró los ojos, luego se puso de pie, caminó hacia el estante y apretó un interruptor en la pared al lado de este. El pesado mueble de madera se dividió en dos y ambas partes empezaron a girar lentamente hasta dejar una abertura en la pared. Entonces abrí desmesuradamente los ojos, pues aquello era como una habitación secreta en donde había hileras interminables de estantes iguales al de la oficina, y todos estaban llenos de archivos de cuero n***o con escritos dorados. En el medio había una elegante escalera caracol, me incliné un poco sobre el escritorio y pude ver que el interior de la habitación constaba de varios pisos en los que también habían muchos estantes iguales. En definitiva sí, aquello era como una biblioteca pública muy bien dotada con la historia de cada uno de los seres que habitaron y habitan el planeta. – ¿Decías...? – me preguntó en voz neutra. Yo sonreí nerviosa. – ¿Alarmismo?... ¡Inconsciencia! Parece que nos reproducimos como ratas últimamente – volví a sonreír mientras sentía la boca seca. Cayendo de una vez por todas en la realidad de que este hombre no estaba jugando, realmente tenía en su poder la vida de la humanidad. – Las ratas no causan tantos problemas como creerías – dijo volviendo a sentarse – Entre los sofisticados métodos de exterminio, los gatos y las comidas exóticas ustedes se están haciendo cargo de todo – hice una mueca de asco ante su comentario, él rió por un momento pero se puso serio repentinamente. Tomó otra vez el archivo entre sus manos, y cuando lo enderezó pude leer al grabado de oro en el lomo: Thomas C. Francis H. – Aquí tengo toda la información de la persona, a medida que va creciendo y haciendo... cosas, el archivo va creciendo. Aquí – dijo señalando una sección del escrito, lo leí y sólo había un número y una fecha – Me indican el tiempo de vida, se supone que este niño... Tommy, debe vivir sólo veinte años, indicándome que entonces y sólo entonces debo ir a buscarlo. – Justo ahora Tommy está en el hospital porque... Bueno... No me he puesto a leer con detalle, pero de alguna forma logró que el refrigerador de su abuela le cayera encima y se le rompieron tres costillas, sin mencionar que se le enterró un adorno de imán en un ojo, y se mordió la lengua tan fuerte que dudo que pueda volver a hablar en meses... ¡Pobre bastardo! – dijo conteniendo la risa. –_ Pero Tommy tiene sólo once años, así que sobrevivirá, sin embargo dentro de nueve años, cuando... No sé... Quizás estando ebrio caiga de alguna ventana... No lo hará, porque ya está escrito. Entonces, dos días antes de que llegue su hora... Aquí – dijo buscando y señalando la última página de la carpeta. – En este espacio en blanco aparecerá la palabra "CIELO" o "INFIERNO" dependiendo de cómo haya vivido hasta entonces. Si ocurre lo primero, le doy un caramelo y lo llevo a los pies de San Pedro, si ocurre lo segundo yo... Lo arrojo por el bajante, no sé si me entiendes – dijo guiñándome un ojo y sonriendo. - ¿Entiendes ahora? Soy sólo un mensajero, no decido quién muere, cuándo lo hace, ni a dónde va cuando lo hace, yo sólo... Hago el trabajo sucio, y mantengo el equilibrio de las cosas. Yo asentí y me estremecí al mismo tiempo, era algo aterrador y muy extraño todo eso del sistema, no sólo por "El sistema" como tal, sino porque cada instante me convencía más de que, en efecto, ese hombre era La Muerte, este se estaba convirtiendo en un sueño bastante perturbador. – ¿Estás bien? Te noto algo dispersa - dijo unos segundos después mientras me observaba fijamente. – Disculpe, es que esto es increíble. Yo nunca pensé mucho en La Muerte pero debo admitir que no me lo imaginaba así, tampoco supuse que tendría una oficina tan bonita, que tuviera una secretaria ni que llevara sus asuntos de forma tan... Ya sabe... Organizada – dije señalando el archivo del pobre Tommy. – Te entiendo, la mayoría se sorprende igual que tú, aunque dedo admitir que no son muchas las personas privilegiadas que han entrado a mis instalaciones. – ¿Debo sentirme halagada? – Pregunté con sarcasmo, pero antes de que pudiera responderme lo interrumpí – Pero hay algo que no entiendo ¿Por qué es que... Estoy en sus instalaciones en mi sueño? – él sonrió y me respondió. – No es un sueño querida, estás dormida, sí, pero sólo porque te necesitaba dormida para que tu alma pudiera venir hacia mí sin muchos problemas. No estás físicamente aquí... Eso es cierto, pero no es un sueño, esto es real – Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar sus palabras y entender su significado, lo que me temía. – ¡¿Eso significa que me hará pagar por la escultura de cristal?! – Pregunté alarmada, presa del pánico – No lo hice intencionalmente, y no tengo dinero para costear algo tan caro... ¿Era caro verdad? ¡Por supuesto que era caro! ¿Cuánto costaba? ¡Tendré que buscar trabajo! ¿Se la puedo pagar por partes? – le pregunté mordiéndome el labio inferior. Él se agitó de sorpresa al escucharme para luego lucir desconcertado, y muy en el fondo lo entendí, era estúpido pensar en eso en esta situación. Abrió la boca, pero tardó en hablar por la confusión, unos segundos más tarde finalmente pudo hacerlo. – No te haré pagarla, debería... Dado que era una obra de arte muy valiosa, pero no lo haré. Sabía a lo que me atenía cuando entraste por esa puerta. En realidad fue mi culpa, dejar esa escultura allí y poner esa alfombra sabiendo que tú venias es como entrar sangrando a un mar infestado de tiburones y esperar que no te devoren – dijo agitando la cabeza y torciendo los ojos. – Pero a pesar del riesgo, te traje por una razón – dijo poniéndose de pie, tomó el archivo de la mesa y lo guardó en su lugar – Ahora que dejamos claro lo básico, podemos hablar del verdadero motivo por el que te mandé a llamar – dijo mientras buscaba otro archivo en el estante, lo encontró, se sentó nuevamente y me lo puso en frente. De pronto sentí que la temperatura del lugar bajó drásticamente, y supe, antes de que hablara, que cosas malas estaban por venir. – Esto es a lo que viniste – Yo me estremecí y empecé a temblar con violencia, porque el mal presentimiento que me había llegado de pronto había sido totalmente acertado, pues en la tapa del archivo, en una perfecta y dorada letra cursiva, grabado permanentemente en el cuero, se podía leer un nombre...                           Sabrina A. Spencer M.
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