Capitulo Uno

1507 Words
Ame la tristeza de tu mirada, ame la melancolía de tu voz y ame con todo el amor de mi alma el corazón que me niegas. Hoy me doy cuenta de que sigo atrapado entre cada suave susurro de tus labios. E.G Esteban No puedo apartar la mirada de su esbelta figura a medida que camina de un lado a otro, demostrando cuan incómoda se siente con mis sentimientos. ―Estoy harta de decirte una y otra vez que yo no tengo corazón, en mi vida no hay lugar para el amor ―declara con rotundidad. Ya he perdido la cuenta de las veces que hemos tenido esta conversación y en la que sus palabras siguen siendo como puñales en mi piel, no entiendo por qué no logro darme por vencido y entender de una vez por toda que ella nunca me amara. ―No es que no tengas corazón, es que pertenece a alguien y por cómo te pones con el tema cada vez que lo tocamos, estoy seguro de que te lo rompieron en mil pedazos ―comento tratando de sonar normal―. No deberías de cerrar tu vida por lo que te haya ocurrido, no tiene por qué repetirse ―insinúo. ―Te aconsejo que no trates de inmiscuirte en mi vida más de la cuenta, el hecho de que nuestra relación tenga ciertos atributos propios de una relación convencional, no te da el privilegio de querer hacer de mi vida un diario ―exclama con la mirada asesina. Me llena de coraje que se mantenga de esa manera, cuando yo deseo más de ella de lo que se imagina, no sé en qué momento sucedió, pero me enamore de la mujer que ahora mismo me tiene atado a una cruz de San Diego, con ciento de pinzas pellizcando mi piel alrededor de todo mi cuerpo. ―No deberías hablarle a tu señora cuando ella se está tratando de relajar con tu cuerpo, lo único que logras es que me altere y el estrés se haga mucho más pesado sobre mis hombres ―susurra en mi oído al tiempo que hala con fuerza la pinza de mi pezón izquierdo. Cierro los puños en una clara muestra de la fuerza que estoy poniendo para resistir el dolor que me produce, jadeo cuando siento que retira la otra pinza. Ella se aleja y toma asiento en el sillón delante de mí, toma la copa de vino de la mesilla y me observa admirada por su creación, disfruta ver como busco la manera de relajarme y poder soportar toda la sesión, que aunque nunca nos hacemos daño, sí que son intensas. ―Te ves exquisito, tanto que podría tenerte así durante horas, únicamente mirándote en silencio ―comenta con una sonrisa en los labios―. Pero ahora, en este preciso instante no estoy de humor para jugar ―confiesa con desgana. ―Te gusta porque así desahogas la frustración de no haber sido amada de la misma manera en que tú lo hacías ―suelto sin pensar. ―¡Cállate maldita sea! ―exclama y se incorpora por el impulso de sus emociones ―. Tú no sabes nada de mi vida, tú simplemente eres un sumiso que está para complacerme y si no puedes hacerlo es mejor que terminemos el contrato ―dice contenida. Camina a mí alrededor, como una serpiente a punto de clavar sus colmillos, transpira enojo, dolor, tristeza. Muchas veces he querido preguntarle a Rogert si sabe lo que sucedió en el pasado de ella, sin embargo, no me atrevo a dejar al descubierto que nos conocemos. Los chicos muchas veces han querido saber a dónde voy cuando me pierdo de sus radares, le dicen la dama misteriosa, un apodo que le queda a las mil maravillas. De pronto el estallido de algo que impacta con otra superficie menos resistente estalla en la habitación, un dolor agudo y placentero me sube por la columna cuando siento en mis nalgas de nuevo el golpe, con una regla larga de madera, azota una y otra vez mi trasero provocándome una erección mientras grito suplicando que no se detenga. Cierro mis puños y tiro de mis ataduras haciendo que muchas de las pinzas salten por la presión que ejercen mis músculos, pierdo la cuenta de las veces que golpea la misma zona hasta que el escozor de la irritación me produce una sensación de ardor superficial. ―Este será tu castigo, sentirte tan frustrado como yo, por haber tocado un tema tan desagradable para mí ―susurra llena de dolor. ―Si lo que deseas es relajarte, yo puedo ayudarte de otro modo ―sugiero en tono ardiente al tiempo que ella empieza a soltarme. ―No estoy interesada, querido ―habla―. Ya encontraré el modo de liberar la tensión de mi cuerpo ―dice provocando que me llene de celos por imaginarla en brazos de otro. ―Aun con todo el placer que otro te cause, ninguno lograra satisfacerte como yo ―aseguro convencido de todo lo que siente cuando está a mi lado. Cuando me deja ser yo, quien este del otro lado imponiendo el ritmo de nuestro encuentro. ―Te das demasiada valía, querido ―ironiza, mientras me suelta―. Soy una mujer que sabe cómo encontrar la satisfacción, ya sea en otro cuerpo o no ―finaliza y me deja solo cuando ha soltado mis manos. Cada vez más son las veces que nuestros encuentros terminan de esta manera, en insatisfacción para los dos. Las cosas no pueden continuar de esta manera, ya me estoy cansando de su negativa, aunque no le he hablado de mis sentimientos por temor a que me aleje de manera radical de su vida, sé perfectamente que una vez fuera de ella ni con un milagro volveré a entrar. Siempre he pensado que es mucho más fácil darle caza a un desgraciado hijo de perra y matarlo que perforar en el pensamiento y sentimiento de una mujer. Mis amigos han corrido con suerte, excepto Zack, él es la excepción de la norma y supongo que está mejor así, al menos no tiene que soportar que cada maldito segundo le restrieguen en la cara que no lo quieren. Como es que yo, un hombre que ha visto la muerte de cerca más de una vez en toda su vida, ande de arrastrado ocultando sus deseos por miedo a que lo manden a la mierda, es precisamente por eso, porque no me quiero ir a la mierda. Decido irme, necesito despejar la mente, quizás unas cervezas con los chicos me sean de ayuda en este momento, antes de irme cuido de dejar todo en su lugar, me doy una ducha y de nuevo me pongo la ropa que traía antes de terminar atado a la cruz. Llamaré antes a Rogert para que vaya sacando permiso y le avise a Alexander, yo me encargo de avisarle a Zack, a Fernando y a Tom. Quedamos de vernos en el bar de siempre, envidio la vida que llevan, aunque no mucho la de Zack, a pesar de que al igual que los demás es feliz, o aparenta serlo, algo me dice que esa actitud de despreocupado se debe a una mujer que le dio contra el piso, pero eso es algo que solamente sabe él. Hasta este punto no me había dado cuenta de que tenemos muchos secretos a pesar de ser tan buenos amigos y de habernos apoyado tantas veces en situaciones de riesgo. Siento la mirada de Yxora desde el piso superior cuando salgo sin voltear a verla, cruzo toda la estancia con determinación fingida, solo basta una palabra que salga de su boca para que yo cambie todos mis planes. Maldición, esta mujer ha logrado más de lo que creí en mí, me domina no solamente sexualmente, sino que mentalmente mi voluntad baja la cabeza delante de su presencia. El hijo de perra de Zack tiene razón, soy un perro arrastrado con mi dama misteriosa, ya ni siquiera yo mismo me reconozco. Recuerdo que no hace tanto tiempo, decíamos que Tom cambiaria las balas por un mandil, ahora me doy cuenta de que yo lo he cambiado por un collar de perro y una correa, subo al auto y arranco a todo lo que da el vehículo, debería ir con una de esas mujeres que hacen los sueños realidad, pero las malditas bolas prefieren serle fiel a ella. Conduzco por unos treinta minutos hasta que llego al lugar, cuando me estaciono me fijo en el deportivo de Zack, el todoterreno de Tom y la camioneta negra de los Castle, por lo que supongo que únicamente esperan por mí. Entro al local y busco con la mirada a mis amigos hasta que los localizo en un reservado, ya han pedido sus bebidas y se ríen de alguna estupidez que seguramente ha dicho Zack. ―La princesa frustrada ha llegado, señores ―declara Zack cuando me he acercado. Me estoy empezando a arrepentir de haberles llamado.
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