Los príncipes

1597 Words
Después de cenar, cada uno vuelve a sus actividades. Kamal prefiere despedirse de su esposa por llamada antes de dormir. Ella pregunta por la princesa y su estado de salud, y él le asegura que está mejor, pero prefería hablar con el médico antes de llevarla a casa. —¿Cómo está todo por allá? —Lorenzo y Elías están en Ramil, intentando mantener el pueblo en orden y representando al rey. Nala está cuidando a los niños en una de las casas del palacio, a unos treinta minutos caminando desde aquí. Esperemos que cuando Layla regrese, Farah también controle su lengua. —Ya, seguro todo se lo han explicado. —Tu papá está encima de eso —responde Selene—¿Hay algo que pueda hacer para que esté más cómoda? La mujer reconoce que la que está llevando la peor carga emocional es Nalany, de un pronto a otro, se había convertido en una villana por poner límites en su relación, lo cual es injusto. Ella no estaría contenta si Kamal tuviese toda una historia de amor e ilusiones con Layla, la verdad, no estaba contenta con él viviendo en otro palacio con su nueva esposa, pero esa era su nueva realidad y había que dejar que tiempo decidiera. En el caso de su cuñada, ellos dos comparten tres hijos y una historia muy larga en la que muchos de sus problemas eran la indecisión de Elías con respecto el lugar de su mujer y la princesa. —No, Layla y yo estamos muy agradecidos, Agape. No tienes que ser siempre tan comprensiva. —Bueno... es parte del trabajo. —Sí, pero también es parte de nuestra relación. Me gustaría perdernos en el desierto unos días, como la primera vez que estuviste aquí, pero no quiero dejar a Layla sola y no es apropiado tenerla en una carpa mientras intimamos. —Mi marido, el poeta —ambos ríen. —Podemos tener un momento especial cuando regreses a casa. —Con tres niños y una segunda esposa, algo tiene que cambiar. —Bueno, entonces tendremos que esforzarnos. —Vale, acepto el reto. Incluso tomaré Viagra. —Ay… Dios, Kamal —ambos ríen. —Trae lubricante. —Que descanses —responde Selene entre risas. —Ya nos veremos mañana. —Te amo, anhelo que sea mañana. —Te amo. El médico asistió a su reunión con el príncipe Kamal, al igual que el psicólogo. Los dos estaban de acuerdo en que no estaba 100 % recuperado, y que la necesidad de Layla de ocultar sus sentimientos y sus pensamientos de los demás, sumado al corazón roto y la depresión por la muerte de si hermano eran indicadores de que debía quedarse en casa en lugar de alejarse de ella. —Necesito que mantengan el tratamiento en Tierra del sol, ¿Pueden comprometerse a ello? —Podemos comprometernos, peor hay muchos detonantes en Tierra del sol. —Vino e intentó matarse—Les recuerda Kamal. —Vino aquí después de que su hermana ordenara matar a su hermano y se ve obligada a compartir mesa todos los días con ella. Después de que su hermano, quien la utilizó a su antojo durante años se negara a verla siquiera durante el tiempo que duró si matrimonio, Y después de que su padre buscara la forma de casarle con usted, sí o sí. Su mujer quien está siendo más comprensiva de lo que cualquier mujer en su condición, en la casa, en la que su hermano menor se suicidó, majestad. Tierra del sol, no es el lugar para Layala. —¿Entonces, sí está hablando en terapia? —Esas son cosas que he extraído de mis conversaciones con usted—Le dice el psicólogo. —Nada de eso lo ha dicho Layla, la princesa habla de la arquitectura del castillo, de las plantas en el jardín y de la medicación y le preocupa su obsesión por atenderla y cuidarla. Lo único que puedo decir sin romper mi compromiso profesional es que nadie nunca se ha tomado la molestia de preocuparse pro la princesa y creo que está tan frágil en este momento, que si vuelve a intentarlo, si vuelve a intentar matarlo lo hará mejor. Poco después llega la hora de dormir de Layla, la joven se acuesta y espera a Kamal con sus medicinas para la noche. Él se las da y le pasa un vaso con agua, sonríe y se acomoda en el otro lado de la cama. Layla lo ve sorprendida. —No estoy exigiendo sexo ni nada inusual, solo estoy haciéndome un espacio en la cama. —¿Para hablar? —Para dormir, no quiero estar solo. Kamal se cobija hasta el cuello y Layla le mira divertida mientras intenta calentar su espacio en la cama. —Yo tampoco. Kamal pasa su brazo debajo del cuello de la princesa y la acerca a su pecho. Ella se acurruca un poco, le da un beso en la mejilla y se acomoda para dormir. Ninguno de los dos dice nada más, se quedan en silencio, en la habitación oscura y fresca, cobijados, esperando a que el sueño haga su trabajo y los lleve al descanso. Esta vez, al menos, no lo harían en soledad absoluta. Layla sintió la respiración de Kamal cambiar y se dio cuenta de que estaba dormido. Ella acarició su pecho, lo observó en silencio, sus mandíbulas fuertes y sus facciones tan marcadas. Entendía por qué para Selene era fácil amarlo con locura. Kamal Habib era la única persona en el mundo que se quedaría a tu lado en tu momento más frágil y te tomaría la mano, sin importar cuán complejo fuera el problema. Ella se sentía agradecida porque nunca más tendría que estar sola en la vida. Selene no quería esperar para ver a su esposo, así que tan temprano como se levantan para orar, tomó sus maletas y apresuró a los pequeños de la casa para que subieran al helicóptero. Llevaba regalos para Layla y algunas cosas que Kamal podría necesitar. Se había sentido muy conmovida al enterarse de que Layla había intentado acabar con su vida. Era un secreto que solo la princesa y los reyes conocían, pero Selene sabía que para volver a casa sin ánimos de hacer que los demás se sintieran culpables o compadecidos, lo mejor era que supieran la verdad. Cuando aterrizó en el reino, aproximadamente a las seis de la mañana, le dijeron que los príncipes todavía estaban durmiendo. El mayordomo de la princesa le aseguró que la pondría lo más cómoda posible. Los príncipes Amir y Zair saludan con toda familiaridad a Selene, con un puño y un abrazo. El mayordomo intenta no reírse y les recuerda que él es parte de la servidumbre, los hermanos ríen y le recuerdan que han comido juntos y eso solo significa que son amigos. —Gracias, estaré más que feliz de atenderles durante su estadía —informa Vijad—. ¿Quieren pasar a sus habitaciones o comer primero? —Los dos tenían hambre durante el vuelo —comenta Selene irónica y Vijad ríe—. Yo quiero ir a mi habitación. —¿En la habitación de su marido o quiere una solo para usted? —En la habitación de Kamal, estaré bien. —Estamos sirviendo desayuno, ¿gusta algo especial? —propone el mayordomo. —Con lo que tenga preparado estaremos bien, te seguiré para despertar a Kamal —anuncia Selene emocionada—. Ustedes dos a la mesa, coman, no se vayan a descomponer —les dice a Amir y Zair. —Creo que es mejor que desayune primero. Anunciaré al príncipe Kamal su llegada. Selene mira sorprendida la actitud tan evasiva que toma el mayordomo. Vijad le ha tomado cariño a Kamal, considera que es un hombre justo, honesto, cariñoso, respetuoso y le encantaba que apoyara a la princesa de Zlam y se hiciera cargo de ella como su esposo. Pero entendía que este tipo de matrimonios venían con un acuerdo, y por eso le sorprendió cuando la servidumbre le comentó que el príncipe estaba en la misma habitación que la princesa Layla. —Iré a llamarlo por usted —insiste el mayordomo. —Quiero sorprenderle —responde la mujer. —Selene, ¿por qué no vienes con nosotros? Seguro ya lo llaman, cada reino tiene sus creencias. —Lo sé, pero Vijad sabe que también soy su esposa. ¿Cuál es el problema? ¿Dónde está mi marido? —El príncipe no está durmiendo solo, está en el ala de la princesa. —Entonces, vamos allá. —Princesa, lo que quiero decir... es que está durmiendo en la misma habitación, pero puedo ubicarla en la habitación que ha estado usando el príncipe anteriormente —comenta Vijad algo incómodo—. Regularmente, suelen despertarse mucho más temprano. No sé, iré a revisar si es un malentendido de la servidumbre. Voy a verificar y le aviso, majestad. Lo siento, yo... voy a verificar. A Selene le quedan un poco más claras las cosas. La mujer se queda en silencio mirando al hombre, el cual hace una reverencia y va rápido a buscar al príncipe Kamal para anunciar la llegada de su esposa. En el recibidor, los príncipes le dan ideas a su cuñada para intentar relajarse. —Seguro... estaban hablando hasta tarde. —Sí, o incluso ejercitándose y alguien no se dio cuenta. —Sí, Kamal conoce los límites. —Sí, es un buen esposo, seguro la princesa estaba triste, dolida y él se quedó para reconfortarla. —Gracias, ya escuché bastante. —Responde Selene.
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