La princesa divorciada

Soy lo que necesites

Layla había pasado una noche con mucho dolor, pero su mañana iba peor. Tenía náuseas, mareos y diarrea. El dolor no cesaba y se dijo a sí misma que antes de llamar a Elías, con quien no había tenido momentos íntimos desde su luna de miel, tendría que contactar a Kamal. Sabía que se enfadaría si algo le pasaba y ella no le decía. Estarían peleando durante semanas y eso sería utilizado en su contra en la futura negociación de custodia. Por eso había hablado con Kamal. Sin embargo, si él estaba con sus suegros, definitivamente no le diría que estaba sufriendo y que temía que algo estuviera ocurriendo.

—Layla —la llamó Leonel.

—¿Sí?

—¿Necesitas algo? Manzanilla, una compresa caliente o comida —preguntó el joven.

Layla abrió la puerta del baño y vio a su amante, quien la miró.

—Leonel, necesitamos hablar.

—Wow... qué rápido.

—Sí, porque sé que si mis hijos tienen que estar con Selene, estarán bien. Pero no puedo estar contigo si no estás dispuesto a aceptarlos, ¿entiendes?

—¿De qué hijos estás hablando?

—Mis hijos con Kamal. Estoy aquí llenándome de ilusiones, de futuro e ideas, pero siento que no estarás ahí en las buenas o en las malas.

—Layla, respira y dime qué está pasando.

—Kamal y yo hicimos una inseminación sin hormonas. Tomaron uno de mis óvulos, lo fecundaron y luego lo implantaron justo antes de que llegaras con todas tus bonitas palabras. Pensé en no decírtelo, pero me siento mal. Tengo miedo de que me dejes y estoy estresada.

Leonel entendió que ella podría estar embarazada en ese momento. Además, estaba pálida, ojerosa y cansada. Había vomitado tres veces y tenía diarrea, probablemente debido a la cantidad de veces que usó el baño. Él le tocó la frente y notó que estaba tibia. Leonel se acercó y la abrazó. Pensó que todo podría deberse al estrés, pero lo mejor sería consultar a un médico. Por lo tanto, obtuvo los datos y la convenció de acostarse en la cama y tratar de tranquilizarse. Esa no era una respuesta definitiva para Layla, pero decidió hacer lo que podía y en ese caso era quedarse en la cama por si estaba perdiendo al bebé.

Media hora después, el médico estaba realizando un ultrasonido, tomando muestras de sangre y administrándole fluidos intravenosos.

—Majestad, algunas mujeres reaccionan así a la anestesia o a las hormonas que le pusimos ayer, o incluso a la implantación en sí. Sin embargo, creo que lo suyo es estrés. Entiendo que usted y el rey enfrentan mucha más presión que cualquier pareja, pero el estrés puede empeorar las cosas.

—Claro.

—Caldo de pollo, reposo, relajación. No sé por qué usted y su marido optaron por no tener relaciones sexuales, pero pueden tenerlas. Si no funciona de una manera, prueben otra. Cuantos más nadadores, mejor. Sus óvulos son de muy buena calidad, solo esperemos que todo sea perfecto. No hay sangrado y el dolor es normal en este caso. Así que medidas de relajación, y si el sexo la relaja, dígale al rey que es bienvenido —respondió el médico y Layla asintió.

El médico se despidió de la reina y poco después, Leonel se acostó en la cama con una caja llena de chocolates.

—Siempre he querido ser papá, Layla —dijo Leonel—, con la mujer adecuada.

—Entiendo, yo...

—Creo que los niños necesitan atención, valores y amor incondicional. Yo crecí viendo a la pareja más enamorada de todo el vecindario. Mis padres estaban locos el uno por el otro. A veces me molestaba lo unidos que estaban, compartían secretos y todo lo hacían juntos. La prioridad de mis padres siempre fue su matrimonio, sus hijos y luego sus carreras.

—No sé a dónde quieres llegar.

—Serás mamá y... no sé cuál es mi papel, pero si eliges compartir tu vida conmigo, quiero ser parte de la vida de tus hijos. Quiero que se sientan seguros, amados, queridos y cuidados, al igual que tus otros hijos.

—¿Acabas de decidir el sexo del bebé?

—Sí —respondió—. Si Selene puede ser mamá, yo puedo ser papá.

—Selene será como una tía.

—Bueno, convenceré al bebé de que me llame papá.

—Está bien, Kamal va a matarte. —Ambos rieron y Leonel rodeó la cintura de la princesa con su brazo y colocó la otra mano sobre su abdomen. Le dio un beso en la mejilla y Layla decidió no cuestionar su suerte.

Mensaje a Kamal:

Kami,

Tuve que llamar al médico. Aparentemente, estoy muy nerviosa y me ha dado diarrea y vómitos por el susto. Pero parece que todo está bien. No hay sangrado, solo un dolor residual, y me han mandado a descansar y relajarme. Así que eso estoy haciendo. Estamos bien.

Todo bien por el moemento,

Layla

Kamal estaba escuchando a Selene conversar con su sobrina mientras sus hijos prestaban atención al bullicio. Estaban conociendo a esta nueva familia. Alexis y Raj se hicieron amigos rápidamente y estaban planeando un partido amistoso de baloncesto.

—Kamal, entonces eres... rey de tres países.

—Es solo uno, pero hemos expandido nuestro territorio.

—Y tienes otra esposa —acusó Alana—, con la que estás esperando un hijo.

—Sí, Layla —respondió Kamal y continuó desayunando.

—Selene, nunca pareces tener claro cuál es tu lugar. —dice su madre. —Para él, solo eres una mesera, una diversión.

—No, Selene es mi esposa, la mamá de mis tres hijos. No es una mesera, es una verdadera reina. Agradece que la trate con el respeto que se merece. La vida es demasiado corta. Pasó por un cáncer, una separación, el duelo de perder a sus padres. Ha tenido que criar a cuatro hijos sin la ayuda de su madre. A pesar de todo, busca pasar tiempo con mi familia. Y luego viene tu familia, incluyéndote a ti, la mujer que la arrojó en una bolsa de basura en la playa. Es entonces cuando me doy cuenta de que quiere acercarse y le doy una oportunidad porque es lo que mi amada esposa quiere: su paz y su felicidad primero. Pero en la primera oportunidad, ante el primer comentario, le das un insulto. Selene no es una mesera. Es una mujer valiente que, debido a la carencia económica de su familia, salió a vender pulseras. Estudió, ayudó a pagar una hipoteca, se enamoró y es una madre increíble, una esposa amorosa y una reina admirable para nuestro país.