Yo pongo las hora

1786 Words
Las vacaciones habían terminado dos semanas más tarde, con las noticias de que el triángulo amoroso del reino del sol era mucho más que un triángulo. “La princesa de Azalam, futura reina de Tierra del Sol, y su amante Mainvilliano” “Leonel Westborn, arrasando con corazones reales” “La princesa del desierto enamorada de alguien más que su esposo.” “La liberación s****l en el reino de Azalam” “Leonel Westborn el fuckboy favorito de las princesas” Kamal había leído cada uno de los titulares que tenían el nombre de su esposa ligado al de Leonel Westborn, y el chisme no le preocupaba ni le molestaba, porque en algunos insinuaban que Selene y Leonel también mantenían una relación, lo cual era totalmente incierto. No creía que siquiera que su esposa y Leonel se conocerían, lo que le enloquecía era la química y la cercanía entre Leonel y Layla eran innegables. El príncipe había llamado a su esposa para que fuera a su habitación y le desplegó las revistas. —Kamal, tú estabas ahí. —Sí, pero cuéntame cómo se ve. —Bueno, te cuento cómo fue. Leonel y yo simplemente estuvimos en la playa. —Tú eres la primera en saber que tenemos reglas, Layla, y no quiero un solo titular similar a este, mucho menos con Leonel como coprotagonista. Y te recuerdo que dependiendo de quién elijas como marido después de nuestro matrimonio, podrás o no ver a nuestros hijos y recibir ciertas compensaciones, piensa bien las consecuencias de tus actos porque las habrá. Layla tomó las revistas y las tiró por la habitación antes de dejarle con la palabra en la boca. Durante sus cuatro días en la playa, Kamal lo había pasado ilusionado haciendo amigos, con su esposa y con sus hijos. Ella coincidió con Leonel para cenar y se aseguraron de que no fuera en un lugar muy público ni demasiado privado. Al día siguiente fueron a buscar olas tan temprano como el sol se puso, y los dos mantuvieron las distancias lo más posible. Layla tuvo varios inconvenientes con el coco que estaba tomando, y él se acercó para abrirlo un poco más. Ella le dio las gracias, y los dos se pararon uno junto al otro a mirar la salida del sol. —Leonel. —¿Sí, Layla? —Creo que no podemos ser amigos —comentó la princesa. Él se acercó un poco más y observó a Layla, acarició su pelo y ella negó con la cabeza. —No podemos ser extraños. —Pero esta amistad es increíblemente difícil —reconoció el joven mientras se acercaba un poco más. La princesa se giró para encararlo y puso una de sus manos sobre el pecho de Leonel. —Para mí también lo es —reconoció la princesa. —Es difícil porque te deseo. Era verdad, Layla le deseaba como a ningún otro hombre. A Elías lo había idealizado como el hombre perfecto para cumplir las expectativas de su familia, lo quiso muchísimo y fantaseó con tener una vida políticamente perfecta. Pero su cuerpo no se despertaba de la misma forma cuando veía a Elías que cuando veía a Leonel. Ese era un romance mucho más adulto, y ella creía que probablemente se trataba de calentura pura, y en cuanto se deshicieran de las ganas, de la prohibición, entonces desaparecería. La princesa sabía que ese sentimiento era inusual en ella, pero había escuchado sobre la reputación de Leonel y estaba casi 100% segura de que en el momento en el que la tuviera, desaparecería. —Tendrías sexo conmigo, Leonel. —No tengo sexo con mujeres casadas. La princesa rió. —¿Estás hablando en serio? —Siempre es complicado —respondió el joven y le quitó un cabello rebelde. —Esta noche, me escaparé de casa y me sentaré en el bar de tu hotel. Será tu decisión. Layla había pasado el día con su familia, jugó a crear castillos de arena con los niños en la playa, le enseñó a Raj a nadar hasta que lo logró, y le prestó su tabla a los mellizos. Layla estaba llena de sol y fue a tomar una siesta. Cuando despertó, Selene tenía la cena preparada, y le dio las gracias antes de tomar asiento y probar su comida. Las princesas se elogiaron la una a la otra y finalmente se despidieron para ir a dormir. Layla había subido, tomado una ducha larga y cálida, se vistió, tomó un auto y lo llevó de un lugar a otro hasta perder a los paparazis. Luego su servicio de seguridad le había proporcionado un segundo auto para dirigirse sola al hotel. La princesa había aparcado y, después de que llegó, se dirigió hacia el bar del hotel. Leonel estaba ansioso y pensó casi todo el día en la promesa de Layla. Estaba seguro de que si quería lo mejor para los dos, debía mantenerse en su habitación encerrado. Incluso pensó en llamar a su primo para compartir la habitación y limitar sus opciones, pero en su lugar, había pedido que cerraran el bar al completo. Dio órdenes para que informaran que había una fuga de agua y que tenían que arreglarla, por lo cual el restaurante estaría cerrado. Se había quedado tantas veces ahí en busca de un espacio, privacidad y un rato con la naturaleza que conocía perfectamente algunos pasadizos para entrar y salir. El hotel había sido diseñado por una de las personas más creativas de Mainvillage y más privadas. Así que tenía un montón de formas para proteger la intimidad de sus clientes. A las 9:15 de la noche, la princesa ingresó al hotel, caminó apresurada en busca del restaurante y le informaron de la fuga para que otros clientes escucharan. Un empleado le dio una nota con el nombre de su amante y la dirigió por un pasadizo secreto. Leonel vio la hora y decidió que si Layla no había significaba que alguno de los dos había pensado en las consecuencias y lo correcto sería mantenerse lejos. El joven bebió todo el contenido de su copa y dejó la propina sobre la barra. Ella se quedó en la puerta observándole nerviosa, los hombros, la estatura, el cuerpo gigante masculino que estaría encima de ella, Leonel, era casi dos veces más grande y su cuerpo más imponente que el suyo. Sabía que tenía manos ligeras y unos labios pecadores que recorrerían todo su cuerpo. La princesa estaba excitada e insegura al mismo tiempo. No sabía si iba bien depilada, si su ropa interior era la correcta, si a él le molestaría la idea de ser el primero. Sus dudas se disiparon en el momento en el que Leonel se giró y sus ojos se encontraron. Él tenía el pelo n***o húmedo y un poco largo, los ojos azules se veían mucho más dilatados y el sol tenía un efecto precioso en su piel, se veía como un durazno. El hombre caminó hacia ella, la cual llevaba un vestido pegado completamente, color café, la melena ligeramente iluminada con algún tono de rubio, larga y suelta, se notaba que había tomado el tiempo maquillándose y arreglándose para su encuentro. Leonel sentía que iba un poco menos vestido para la ocasión, pero definitivamente el look de la princesa le incitaba a quitárselo todo y despreocuparse por ello. El joven devoró sus labios y acarició el cuerpo de la princesa con tal viveza y fervor como su cerebro le exigía. Ella se dejó arrinconar en uno de los puntos ciegos del restaurante y tuvo claro por un segundo que él no jugaría a una bebida, ni tiempo, ni vueltas. Leonel le deseaba, y la evidencia de ello empujaba firme y duro contra su abdomen. —Lo estamos haciendo todo mal —Dijo cerca del oído de Layla. —Al menos estamos haciendo lo que queremos —la joven besó sus labios, y Leonel le rodeó con su brazo la cintura. El joven se alejó y le dio un beso en el cuello, acarició uno de sus pechos y susurró contra su oído. —Me encanta, me encanta tu olor. Layla intentó deshacerse de la camisa de su acompañante, y él le tomó de las muñecas, le besó y reconoció en un susurro que no sabía lo que estaba haciendo. Leonel estaba confundido, no entendía por qué el príncipe no había consumado su matrimonio con la princesa. No le importaba tener sexo con una mujer de la que estaba enamorado y quien le ponía a mil, pero entendía con claridad que eso traería consecuencias graves, sobre todo para Layla. —No me mires así. —¿Así cómo? —Estás dándome la mirada de que seré virgen eternamente o tendré sexo lamentable con Kamal. —¿Qué crees que va a pasar cuando él se dé cuenta de que ya no eres virgen? —No me importa, él no debería saberlo nunca. ¿Y cuál es el problema? Probablemente, él y Selene tienen sexo todas las noches. Había un poco de resentimiento en las palabras de la princesa, y Leonel comprendía que ese bajón de excitación existía, no por el hecho de que fuese virgen, sino por el hecho de que era una princesa en un país ultra machista. Y si hasta el momento su marido le había seguido la corriente en todo, por no hablar de respetarla y... verdaderamente se sentía mal por él, porque su pérdida era su ganancia. —He ordenado la cena, está en una habitación y he reservado una habitación para los dos. —¿Qué hay en la tuya? —Es el primer lugar en el que tu marido nos buscará. Este está a nombre de un amigo. —¿Alguien sabe de esto? —No. —Leonel se quedó en silencio antes de reconocer: —Aunque no soy un príncipe, soy de interés público y tengo papeles falsos. —Mi otro yo se llama Paxton Francis. Siempre que estoy en una ciudad y voy a competir, me quedo en su habitación, la cual nadie vigila. —Eso... es loquísimo e ilegal, incluso ante mis ojos. Pero, no me apetece cenar, creo que si he cambiado de auto dos veces y me he puesto una ropa interior incómoda que seguro me hace ver ridícula en este vestido apretado, ha sido para ti. —¿Para mí? ¿Para hacer qué? —Para que me la quites, como no estás interesado, me iré. —La princesa tomó su bolsa y caminó un par de pasos. Leonel la cargó y le besó la mejilla antes de arrastrarla hacia el cuarto de limpieza del restaurante. Los dos rieron y fueron corriendo por los pasillos secretos hacia la habitación.
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