Las cosas como son

1716 Words
La princesa iba camino a su habitación cuando vio la capilla abierta. La mujer ingresó y se dirigió hacia la primera banca, tomó asiento y se apoyó contra la silla. Se persignó y observó las estatuillas, luego cerró los ojos e intentó conectar con Dios. Escuchó un estornudo y sonrió antes de abrir los ojos y girarse. Se encontró con el príncipe Amir y su hermano Zair, quienes eran el resultado del matrimonio entre Eleonor e Isam. Era muy poco probable que alguno de los dos hermanos fuese más que un príncipe, pero sus padres eran igualmente rigurosos con su educación. —Lo siento. —Tranquilo, es un lugar magnífico para concentrarse. —¿Crees que haya un dios? —Sería aburrido que todo esto fuese obra de nada, de nuestra composición química, príncipe Amir. —Vale, iba a hacerme pasar por Zair —los dos ríen y el pequeño toma asiento a su lado. —¿Le ofrezco algo de beber? —Manda a un empleado, tú y yo estamos hablando. Zair le pide a los guardas que le consigan una taza de té caliente y extra picante para los dos, y un montón de panes. La princesa sonríe y él toma asiento de nuevo. —¿Tenemos que salir de aquí? —Es tu reino, puedes hacer lo que quieras —Amir se ríe ante la perspectiva de Layla y se sienta de nuevo en la banca. —Mi hermano murió aquí. —¿Max? —pregunta Layla. —Era su lugar favorito. Se guindó de las vigas del techo, y yo llegué… no… no tenía la estatura, la fuerza y... por un minuto le dejé, él me vio y negó con la cabeza y yo pensé, si es lo que le hace feliz, debo dejarle ir, y cuando empecé a correr para salvarle, ya era muy tarde, y siempre pienso: ese minuto, esos 60 segundos en los que me permití pensar una estupidez, pudo haber salvado a mi hermano. —La gente piensa que quien se s*****a es débil. Es una mentira, es una cuestión de máxima fortaleza, decisión, valentía, es desconectar por completo, ya no importa. Nosotros los que quedamos nos cuestionamos mientras esa persona se siente finalmente libre. Suicidarse toma mucho más valor que continuar en el mismo ciclo de dolor. —¿Has pensado en hacerlo? —Una vez escribí la carta y pensé en hacerlo demasiado, pero pensé en mi mala fortuna, alguien me atraparía y me lavarían el estómago y me suturarían las venas. —Se encoge de hombros. —Creo, Amir, que hay más para mí, eso es lo que me mantiene viva. Antes creía que Elías y yo tendríamos una oportunidad y una relación llena de romance y felicidad, y eso me haría feliz. —Es estúpido poner el peso de tu felicidad en los hombros de una persona. —Lo sé, pero me tomó unos veinte años entenderlo, tu día será fantástico si lo comprendes ahora. —Amir se ríe. Los dos reciben sus meriendas y continúan hablando sobre la importancia de la salud mental. Layla sabe lo que Amir está haciendo, intentando evitar que se suicide o algo así, y ella le asegura que si bien ninguno de sus hermanos es una razón para no matarse, ella espera hacer de su vida algo mejor que ser la hija de un rey, la hermana de un rey o la esposa de un rey. —Princesa, este príncipe no es apto para que se case —comenta Zair falsamente escandalizado. La princesa, de todas formas, abraza a su hermano y le da un beso en la frente. En el oído del príncipe, Layla susurra: —No es tu culpa, Amir. No llegaste un minuto tarde, eso fue una decisión de meses, quizá años. —No voy a dejarte pensarlo —le promete mirándola a los ojos. —Ya está la cena, ¿les apetece unirse? —Yo he tenido una tarde larguísima y tu hermano me ha hecho morder todos los panes —Zair se ríe porque es una costumbre muy egoísta de Amir, todo lo que le sirven lo prueba para evaluar la calidad. —Gracias por la conversación, príncipe Amir, y por los chistes encantadores, príncipe Zair —Los pequeños ríen. —Princesa, mañana mi hermano y yo tenemos una caminata programada, salimos de casa a las 4:40 am, ¿quiere unirse? —le invita Zair. —Tomaré medicinas para dormir, pero si logro estar lista a esa hora, me uniré. —Genial, nos vemos mañana —responde Amir y los tres se ríen ante la insistencia. La princesa se dirige hacia su habitación y se encuentra en las escaleras al pequeño hijo de Elías. Los dos se miran y la princesa se inclina de cuclillas. Ella le pregunta si quiere algo. —Quiero agua, pero luego no puedo dormir. —Já, vamos a dar un sorbito y vamos a ir de vuelta a la cama. —propone la princesa, luego lo lleva a su habitación, la cual tiene ropa de cama nueva y, por supuesto, ha pasado por un proceso de limpieza profunda. Ella sirve menos de un sorbo de agua, se lo da al niño y él sonríe agradecido. Le acaricia el pelo y le pregunta si puede dormir con ella. Layla le comenta que no es bueno dejar tanto a su hermano solo, lo lleva a su habitación y se encuentra al otro pequeño sentado en la cama. La princesa sugiere quedarse y contarles un cuento, pero ellos aseguran que se saben todos. —Jamás, no se saben los cuentos de la región. —¿Saben quién es el gran Murat? —pregunta y los niños niegan antes de hacerle espacio en sus camas. La princesa se sienta en medio y les cuenta una de las historias de aventura de su padre. Los niños la escuchan fascinados, pero están cayendo de sueño y uno le hace prometer que mañana, con más energía, Layla volverá a contárselo. —¿Cómo te llamas? —pregunta el niño. —Layla. —La tía Layla—Responde con el pequeño. —Yo soy el sobrino Said y él Ellis —La princesa sonríe y les sigue acariciando el pelo. —¿Mañana, sí? —Sí. Media hora más tarde, Nala abrió la puerta de la habitación y se encontró a la princesa dormida con sus hijos. Su esposo entró detrás de ella y les puso una manta más gruesa a los tres, besó las frentes de sus hijos y acomodó una almohada en el cuello de Layla, quien estaba profundamente dormida. El príncipe y su esposa llegaron tarde a cenar. Fátima le dio a la princesa Nala su sopa nocturna y sus galletas, ella le dio las gracias sin alzar la mirada. Elías notó el silencio en la mesa y decidió no comentar nada, no quería comer. —No soy una mierda o un hijo de puta, Layla y yo tuvimos años para casarnos y tener hijos y formar una familia bajo las condiciones que ella exigiera. Siempre ha estado prometida y siempre la he visto como mi amiga… —Te está justificando —le interrumpe su hermana. —Elías, acéptalo, te gusta hacer lo que te sale de la polla. —Farah —la regaña su padre pro el lenguaje. —No es una justificación, pero ella es la que me ha rechazado todas estas semanas y se supone que debí hacer qué; ¿obligarla a estar conmigo o disculparme por sus acusaciones? —Creo que no es un tema para discutir en la mesa —sugiere Kamal. —Elías, has cometido más de un error, no eres perfecto, nos has desilusionado a todos y tu mujer podrá ver hacia el otro lado y nosotros podemos intentar hacer lo mismo, pero Layla tiene razón, alimentaste una idea, un sentimiento en ella y lo dejaste por tus propios beneficios, hijo, la heriste y nadie va a culparla por no querer verte, pero su fueses la persona que pensé que eras, la persona en la que creo, haría todo por disculparte y ganar su perdón. —Considero que calculaste mal —interviene Zair. —Pienso que Layla es parte de la historia en la que querías ser rey, creías que Kamal renunciaría, y estar casado con la princesa de Azalam hacía que papá no tuviese más opción que elegirte. Entonces, la ilusionaste y la tuviste ahí mientras te enamorabas de Nala, y ahora tienes a esta mujer y estos hijos y entendiste que ser rey no es tu destino y Layla ya no te sirve. —Nunca la has querido —Le acusa Amir. —No eres su amigo ni su amante, no eres nada y eso es una cabronada. Amir y Zair puede que sean los más pequeños de los hermanos, pero siempre que abren la boca puede ser sanadores o los más hirientes, su madre les hace una seña apara que por favor no hablen más porque su hermano parece haber perdido once años de vida. Eran demasiados golpes de realidad en un solo momento. Y las palabras de los más pequeños eran ciertos, Elías había apostado a ganar el reino y en el proceso no le importó cuantos corazones rompiera. —Ey —llama Kamal a sus hermanos. —¿Por qué no dejamos de señalar y juzgar y cenamos? La mesa no es para discusiones o señalamientos —comenta Kamal.—Todos la cagamos, todo el tiempo. —Sí, aprendamos a cenar —bromea Lorenzo y todos ríen. Todos vuelven a poner la atención en sus platos de comida, fingir que las cosas no pasan no las resuelven y hablar con resentimientos solo las empeora. —Kamal y yo hemos decidido que lo mejor para el reino y para nuestra familia es que él se consiga una segunda esposa. Los dos hablaremos con Layla, en cuanto tengamos su aprobación planearemos una boda real gigante que demuestre lo unidos que estamos todos, y en unos meses esperamos haya un heredero para el reino. Nosotros creemos que Layla no es una villana, es una persona en apuros, y es parte de nuestra familia, así que espero se le trate con todo el respeto posible. No es nuestra prisionera de guerra, es nuestra futura reina.
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