Un príncipe por una princesa

1339 Words
Baruk se crió como el primogénito del rey hasta que cumplió cinco años, luego se convirtió en el hermano mayor de Layla, una hermosa y tranquila niña. Todos decían que su hermana había tenido muchas dificultades al nacer debido a que su madre usó antidepresivos durante todo el embarazo. Desde que la princesa supo que esperaba una niña, la indignación y la tristeza la habían acompañado. Baruk detestaba la debilidad de su madre, así que se aseguraba de fomentar la fortaleza de su hermana. Obligaba a la niñera a mantenerse atenta a sus necesidades y, tan pronto como ella comenzó a caminar, la convirtió en su amiga. A su padre le gustaba decirle lo inútil y despreciable que era, mientras su madrastra intentaba educarlo como a un buen rey, uno todopoderoso. Sus ambiciones incluían apoderarse de todo el reino, incluso si no vivía para verlo. La reina Violeta contrajo cáncer, una enfermedad que resultó mortal. Pero meses antes, en su lecho de muerte, le hizo prometer al hijo que crió que pelearía por el reino, que cuidaría de su hermana y de su padre. Dos días después del funeral, su padre trajo a casa a su amante y al mayor de sus hijos, Kiran. Su padre se empeñó en darle todo y más al hijo que más se parecía a él. Baruk fue desplazado al mismo ala en la que vivía su hermana, y ella supo consolarlo y prometerle que, a pesar de que no serían reyes, podrían disfrutar de sus vidas. Kiran eligió una noche para la cena, dejando a sus hermanos sorprendidos. —Majestad —saludó Layla. —Hermana, hermano, he traído sus cenas favoritas. —¿En serio? —Sí, creo que debemos pasar tiempo juntos. El reino es de los tres. —El reino es tuyo —respondió Baruk. —Todos los reinos vecinos tienen hermanos y hermanas dispuestos a ayudar, luchar y disfrutar de los beneficios. Yo no sé nada de lo que tú sabes, Baruk. Algún día necesitaré un hermano y estoy dispuesto a ganármelo. —Yo merezco ser rey—aseguró Baruk. —Hermano, yo solo quiero ser yo mismo, pasear con los animales por ahí y comer al mediodía. Esa es mi vida, no estas tonterías. ¡Layla! A ti, ¿qué te gustaría ser de mayor? —A mí… me apetecería… tener una casa, en una ciudad tranquila, venir de vacaciones. Sus hermanos se ríen. —¿Tú solo quieres disfrutar de las ganancias?—le acusa Baruk divertido. —Bueno, para qué te necesitan. —Tú tienes que gestar al próximo heredero —Layla rueda los ojos y sus hermanos ríen—. La verdad, la verdad, yo no quiero ser mamá. —Todas las mujeres quieren ser mamás —dicen sus hermanos al unísono, y ahora es Layla quien ríe. Baruk quería a su hermana, la amaba, la adoraba, era su familia. Sabía que era caprichosa, exigente, coqueta, terca, pero era la única persona que nunca lo había abandonado. Su muerte le quitaba sentido a la vida, por eso levantó el arma y apuntó hacia Elías, la persona que más daño le había hecho a Layla, la persona que había despreciado su amor y toda la vida la había tratado con lástima. Como si su hermano no fuera suficiente, se casó con la criada. Los reyes del Sol intentan tranquilizar a Baruk y quitarle el arma. Todos sus hombres están apuntando a Elías, al igual que él. Saben que es un s******o, pero su jefe había dado órdenes claras al llegar: si solo podían disparar a una persona, sería al príncipe del desierto, Elías, el segundo hijo del rey, aquel que despreció a su hermana. —Baja el arma —insistió Isam—. No queremos matarte, pero no voy a dejar que lastimes a mi familia. —¿Tú dejaste morir a mi hermana? —el hombre disparó al aire y los de seguridad volvieron a apuntar hacia sus hombres. Los tenían rodeados, no había salida, pero a Baruk no le interesaba. Layla era su boleto de oro. Si podía entregársela a Malik, a pesar de la guerra, él podía escapar. Sin ella, él era otra persona contra la cual su amigo de toda la vida lucharía. —No disparen —pidió Kamal—. Baja el arma, Baruk. Isam sabía que la muerte de Baruk en su palacio era la excusa perfecta para una guerra. Pidió a sus hombres que bajaran las armas y se llevaran a su esposa. —Un príncipe por una princesa —el hombre dispara a Elías y Kamal salta para evitar que mate a su hermano. Isam se abalanza sobre Baruk y lucha por quitarle el arma. Golpe tras golpe para aturdirlo. Está furioso, lleno de impotencia, miedo y dolor. —¡Papá! —grita Farah mientras se acerca. El príncipe Lorenzo corre hacia el lado del rey y trata de cubrirlo con su cuerpo. El sonido de las balas se escucha de un lado a otro. Todos mantienen la cabeza baja y Elías presiona la herida de su hermano. —No te mueras. Piensa en Selene. —Ella estará bien. —No cierres los ojos, Kamal —grita Elías y le golpea la mejilla—. No cierres los ojos. ¿Por qué hiciste esto? —pregunta Elías entre llantos y lágrimas. —Tú eres mi hermano. En la parte de arriba del palacio se desataba el caos y la declaración de guerra era inminente. La vida de Baruk corría tanto riesgo como la de Kamal, ya que todo el reino deseaba acabar con él. Mientras tanto, la princesa despertaba en un lugar desconocido. Lo último que recordaba era a Elías y Kamal intentando sacarle información sobre los planes de su hermano. Su hermano estaba por llegar. Ella se pone en pie y busca la salida. Layla ve a las dos mujeres asustadas, Nala rueda los ojos y baja la mirada, y Selene se pone en pie para intentar tranquilizarla. —¿Dónde estamos? —pregunta la joven. —Bajo tierra. —¿No me van a entregar a mi hermano? —No, princesa… el rey quiere que elijas entre los dos príncipes y te cases. En unas horas, después de que hablen con tu hermano, tendrás que casarte y reclamarán tu pueblo como suyo —explica Selene un poco de lo que entendió de su suegro. —¿Te importa...? Si te molesta, no... no lo haré —promete la mujer. —Sé que Nala no estará de acuerdo y soy consciente de lo mucho que Elías la ama. Imagino que Kamal te ama igual que Elías a Nala. —La princesa toma las manos de Selene, quien la mira angustiada y sorprendida—. La diferencia es que sabes y entiendes que no tengo nada con él. Tendremos un hijo, y luego... puedo irme. De verdad que sí. No seré una molestia para ti ni para Kamal. Si esto significa que vas a dejar a Kamal o a odiarme a mí, yo prefiero dejar las cosas como están. He vivido toda la vida siendo la decepción de mi padre. El rey solo quería príncipes y en su lugar me tuvo a mí. —¿No quieres casarte con Elías porque lo amas o por mí? —preguntó Nala. —¿Tú crees que te debo a ti algo? —¿Piensas que te quité algo? —comenta Nala—. No hay papel ni historia que diga que era tuyo. —Nala, yo no peleo por hombres. Mi mamá y Gemma eran muy buenas amigas y las dos estaban de acuerdo en que uno de sus hijos fuera mi esposo. Hoy necesito un marido para salvarme a mí, a mi pueblo y al suyo. Estoy diciéndote que no voy a casarme con Elías si de mí depende, porque no quiero ser tratada como amante. Selene, entiendo perfectamente mi papel y en cuanto tenga un hijo, me mantendré tan lejos de la cama de tu esposo como sea posible.
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