Capítulo 7: En la Oscuridad del Valle

4299 Words
Las pesadillas nunca se detuvieron. Se tornaron incluso un poco más tenebrosas porque se parecían más y más a las que mi hermano solía tener cuando era niño. No fueron pocas las ocasiones en las que Erick fue a acompañarme mientras dormía. Él lo llamaba “vigilar mi sueño”. Cada vez se hacía más molesto. Estaba a un paso del manicomio si seguía en aquella situación. Estaba recluida en mi casa y me negaba a salir a cualquier lugar poniendo la excusa que se me ocurriera en el momento. No me apetecía pasar tiempo con ninguno de los chicos y evitaba ir a la biblioteca, pues no quería encontrarme con Sam desde la noche del Pub. —Tengo la solución a tu problema —dijo Katherine el viernes por la tarde en el almuerzo. Su repentino comentario me hizo dar un salto en el asiento. Ya me estaba quedando dormida sobre la bandeja de la comida cuando escuché su voz un tanto chillona—. Mañana hay una fogata en el valle, junto al río. Es la inauguración de la Feria de Otoño aquí en Valley City. Cada año es tradicional para los de los últimos dos cursos hacer una fogata enorme, poner un poco de música en los speakers y divertirnos hasta el cansancio —comentó emocionada. —No recomiendo andar tan tarde en el valle. Dicen que hay lobos —dijo Anna revisando unos libros de Historia Moderna en nuestra mesa mientras asesoraba a Erick y a Katherine con un ensayo a pesar de la proclamada aversión de mi hermano hacia ella. —No creas todo lo que escuchas, Anna. Estaremos nosotros, los profesores y algunos de los miembros del Consejo de Padres de la escuela. No sucederá nada, además, es bueno para que Elizabeth tenga un poco de diversión. Verla así, sola y deprimida, no me hace mucha gracia —dijo mi hermano pellizcándome un cachete—. Y por el lado positivo, tus raros amigos no están invitados —sonrió Erick, ante lo que Anna replicó con una mueca burlona y Katherine solo se limitó a taparse los oídos con las manos, avisando que no estaba de humor para otra de las riñas de aquellos dos. En los veinte minutos de descanso habían pasado cerca de diez discutiendo y ni Kat ni yo estábamos preparadas para otra ronda en la que Erick decía algo hiriente y Anna respondía con un comentario sarcástico que lo dejaba con la boca cerrada unos minutos hasta que él encontraba otra forma de atacar. —Corazón —le habló Anna ladeando su cabeza y con una mirada divertida—, tienes serios problemas de ira que te aconsejo resolver. El orgullo de mi hermanito se rompía con facilidad cuando estaba cerca de la pelinegra y no soportaba más de tres rounds con ella. En un ademán hastiado, se fue para otra mesa con sus amigos del equipo de fútbol. Katherine también se marchó porque tenía un trabajo pendiente con la Srta. Potts y debía prepararse lo mejor que pudiera para su exposición, así que éramos solo Anna y yo. No sabía muy bien cómo comenzar una conversación con ella. Quería tan desesperadamente preguntarle por Jensen que me pareció hasta un poco inapropiado de mi parte. —Mi hermano me preguntó ayer por ti —comenzó ella, al parecer había notado la curiosidad en mi cara. —¿Por qué? —pregunté mientras realizaba algunos ejercicios de Física mostrándome lo menos interesada que podía aparentar. —Por nada. Dice que cuando se conocieron estabas un poco asustada y que culpaste al clima por el malestar, y también fue muy incomodo lo de Lachlan. Quería saber si te causó una mala impresión y quería ofrecerte sus disculpas si fue ese el caso —me habló mirándome fijamente y mostrando un intrigante interés en mi respuesta. —No es necesaria una disculpa. Es que en estos días he tenido muchas pesadillas. Demasiadas, para ser sincera. Estaba aterrada por esos extraños sueños y él apareció de pronto; fue imposible no exaltarme por un momento. Y Lachlan dijo algunas cosas… —respondí nerviosa tratando de disimular la expresión de desconcierto en mi rostro. —Estos sueños tuyos, ¿de qué tratan exactamente? —me preguntó un poco más interesada. Cuando Anna me preguntaba cosas tenía una cierta mirada que me hacían sentirme liberada luego de hablar con ella. Le conté todos mis sueños y todo lo que había pasado en la familia. Prefiero creer que la expresión de su rostro era de sorpresa y no de fascinación mientras le contaba esas historias. —Por primera vez desde que lo conozco, creo que estoy de acuerdo con Erick. Necesitas ir a esa fiesta para despejar tu mente o te veré pronto en un centro de salud mental —bromeó cerrando sus libros de Historia. Era la primera broma que salía de su boca en el tiempo que llevaba conociendo a la chica. —¿Qué le sucedió con exactitud a la esposa de tu hermano? —pregunté para cambiar de tema. Debo confesar que la curiosidad me estaba matando. —Ella desapareció hace demasiado tiempo, pero él se niega a olvidarla. A veces pienso que nunca lo hará y que por eso no será capaz de continuar con su vida —decía dejando a un lado los libros mientras miraba la superficie de la mesa y mi rostro por intervalos. Se sentía como si no estuviera siendo del todo honesta conmigo, si algo detestaba era contar todas mis preocupaciones y que no fueran sinceros conmigo después. —¿Y dónde están sus padres? —solté intrigada. Anna tragó en seco. —Ellos murieron —dijo ella de forma escueta y bajando la mirada—. Jensen es mi tutor legal y no tenemos otra familia más que nosotros dos. —¿Cómo era ella… la esposa de tu hermano? Él es muy joven como para estar casado… —Jensen es un poco más viejo de lo que aparenta, pero no le gusta que se lo recuerde. Ambos se casaron muy jóvenes y ella era todo lo que él tenía, pero pienso que las ansias de poder fue más fuerte que el amor —divagó, pero al escuchar sus propias palabras, hizo silencio. —No te entiendo —dije un poco confundida, pues esa última idea no había quedado muy clara para mí. —Ella era muy avariciosa. Cuando ese hombre apareció prácticamente le ofreció el mundo para que escapara con él, pero todo era una mentira y ella desapareció sin dejar rastro. Él la asesinó y luego se lo confesó a Jensen. Le dio todos los detalles de cómo lo había hecho, pero no había nada contra él… ningún tipo de prueba que lo incriminara y nadie que lo enfrentara. Salió impune de todo crimen y después se desvaneció de la vida de Jensen. Anna recordaba toda la dolorosa escena. Pensé entonces que Jensen era una de las personas más fuertes que había conocido en toda mi vida. Al parecer, todos los que conocía tenían tragedias en su pasado. Ese era el factor común entre todos los que estaban a mi alrededor y yo misma. —De cualquier modo, Jensen lleva bastante bien todo este asunto, además, como te dije antes, fue hace mucho tiempo —terminó y se fue con sus libros para su próxima clase dejándome a mí tratando de asimilar la increíble historia de vida su hermano mayor. Katherine se apareció en mi casa esa noche con una sonrisa despampanante porque había obtenido sobresaliente en la exposición con la profesora Potts y logró entregar su ensayo de Historia con la ayuda recibida de Anna. Esa nota no era muy fácil de obtener con la estricta profesora y su ensayo había sido escogido entre los de su clase para una presentación que le sumaría varios créditos universitarios. —Erick hablará con Richard. Créeme, te dejará ir —me decía la rubia mientras revisaba mis ropas como si fuera a encontrar algo diferente a mis piezas habituales si continuaba tirando perchas sobre la cama—. Aquí no tienes nada para mañana ¿Qué piensas usar? —me preguntó sacando un vestido viejo y desgastado del ropero. —Lo que sea, Kat. La fogata no es tan importante —decía. En ese momento sentí unas piedras golpeando la ventana—. ¿Escuchas eso? —le pregunté a la rubia que pareció notarlo también. En aquellos momentos, necesitaba confirmación ajena de todo lo que mis ojos y oídos percibían por las continuas pesadillas que a veces se enredaban con mi realidad de la más bizarra forma. —Sé cuidadosa —me dijo ella al ver que me dispuse a mirar por la ventana. No tenía intensión ninguna de abrirla, sino de ver por el cristal de quién o qué se trataba. Había un manzano cerca del tejado que daba a mi habitación, pero sus ramas todavía estaban demasiado lejos como para que rayaran el vidrio. Al asomar mi rostro entre las cortinas, me encontré con la cara de Sam pegada al cristal. Me dio un susto de muerte verlo allí de pie en el techo de la casa, pero más que la simple sorpresa, era algo que parecía al revoloteo de mariposas en el estómago y una señal de peligro en el cerebro a la vez. —¡Tienes que estar loco! —le dije saliendo asustada y nerviosa de que fuera a caer mientras me tambaleaba entre las vigas y tejas rojas. —Sí, bueno, algunos dicen eso en este pueblo —respondió con una sonrisa pícara en su rostro—. No es el mejor momento, pero creo que necesitaba disculparme… —¿Qué estás haciendo aquí y cómo fue que subiste? Pudiste haber caído —le interrumpí mirando del borde del techo. Era una caída de aproximadamente cuatro metros y medio. —Me das muy poca importancia —dijo en tono ofendido pero regresando la sonrisa a sus labios. —Si lo que querías era disculparte por lo que sucedió, creo que hay otros lugares —le dije de inmediato. Ya mi personalidad cortante comenzaba a hacer de las suyas y aunque era solo un muro que proyectaba para protegerme a mí misma, no había forma de controlar un poco mis impulsos más groseros. —De hecho, también venía a avisarte que estaré fuera unos días. Quizás pase un mes en Bismarck. Michael tiene una pequeña casa allá y quiere descansar por unos días –respondió y quitó el cabello de su rostro para dejarlo detrás de su oreja. Sus mechones rebeldes, sin embargo, se rehusaban a quedarse en su lugar y regresaban a su rostro, por lo que el chico optó por recogerlos en un descuidado moño con una pequeña liga que llevaba en su muñeca. Su gesto me hizo sonreír y él correspondió con un movimiento de cejas y una risa nerviosa. Aléjate de él, era todo lo que retumbaba en mi mente. —Entonces, ¿te estás despidiendo? —pregunté no muy conforme con su noticia. —Supongo que yo necesitaba el espacio. Además, espero verte pronto —me dijo y saltó del techo con una increíble facilidad, cayendo sobre la hierba dando una habilidad que se escapaba de lo regular. Luego solo se alejó caminando por la acera con las manos en los bolsillos. Tenía sentimientos encontrados acerca de su partida. Si bien era cierto que hasta el momento lo había evitado tanto como había podido y sabía que era mejor para mí no verlo o quedar atrapada en lo que fuera que él tuviera con Helena, no quería que se fuera tanto tiempo de la ciudad. —Por supuesto, ya no importa lo que te pongas para la fiesta si tu novio no va —bromeó Kat cuando regresé a mi habitación, pero entre riñas le recordé que Sam solamente un conocido más. Erick trató de convencer a Rick para que nos dejara ir a aquella fiesta y, para mi sorpresa, no se opuso. En cambio dijo que yo estaba muy sola por esos días y que un poco de compañía no estaría tan mal después de todo. Claro, gran parte del crédito lo tenía mi madrastra que días antes había conversado con él y le había contado todo ese tema de los malos sueños. Creo que fue por eso que se suavizó un poco. —Me encantan esos pendientes —me dijo Veronica cuando iba saliendo de la casa junto con mi hermano. —Eran de mamá —recordó Erick mirándolos con algo de nostalgia en sus ojos—. Los recuerdo muy bien. Eran sus favoritos —terminó. También eran los favoritos de mi hermano. —Mamá los llevaba el día del accidente, por eso a la abuela no les gustaban, pero son realmente bonitos —expliqué. En verdad eran preciosos. Eran de plata y en el centro hacían la forma de un lirio. Eran las flores favoritas de mamá y las mías. Erick ya estaba un poco conmocionado por el recuerdo, así que cambié el tema diciendo que teníamos que recoger a Anna a su casa ante lo cual el chico cambió el semblante completamente. Era simplemente hilarante ver su reacción ante la más mínima mención del nombre de la chica. Nunca había ido a visitarla, así que supuse que sería una casa común, como todas las que había visto en la ciudad, pero para mi sorpresa, la casa de Anna no estaba en el pueblo. Estaba casi a las afueras de Valley City, muy cerca de bosque de pinos y otras coníferas que rodeaban la ciudad. Era inmensa y majestuosa, la más impresionante que había visto en toda mi vida. Una construcción de madera y ladrillo bastante antigua y de cuatro pisos, con grandes ventanales de cristal y un muy buen provisto garaje. Quien nos recibió fue Jensen con una servilleta estrujada en la mano y enseguida llamó a Anna, la que apareció con sus típicos pantalones de jean deshechos y simples sudaderas oscuras. Ella no aparentaba ser dueña de esa enorme mansión. —Wow. ¿Esta es tu casa? —se asombro Erick al ver la construcción más de cerca cuando caminamos al porche. —No —respondió la chica nuevamente derrochando sarcasmo—. Solo vivo aquí los viernes. El resto del tiempo, lo paso dentro de un ataúd. Jensen dejó escapar una melodiosa carcajada al escuchar la ocurrente respuesta de Anna y le pidió a su hermana que fuera un poco más cordial con el chico, pues de seguir así, el muchacho terminaría por sufrir un infarto. —Creo que a estas alturas es imposible que esos dos se lleven bien —le comenté a Jensen cuando ambos se alejaron hacia la camioneta discutiendo sin motivo alguno. —Gracias por hacerla salir de la casa. A veces me preocupa mucho lo terrible que es para relacionarse con los chicos de su edad. Es bueno que tenga un poco de vida social y sobre todo con ustedes que son una influencia positiva para ella —me dijo el de los ojos verdes. —Gracias por la confianza… —sonreí, pero Lachlan me interrumpió saliendo al porche. —¿Quieres decir que yo soy la mala influencia para Anna y no lo contrario? —riñó el chico apoyándose en el barandal del porche sin separar sus extraños ojos de mí. Jensen resopló y apretó el puño. Pasé mi vista por la mano que sostenía la servilleta. Vi unas manchas de lo que parecía sangre, pero él notó mi curiosidad. Enseguida retorció la mano y se la llevó hacia la espalda —Se me derramó la salsa mientras cocinaba. Soy un desastre en la cocina. Los negocios se me dan mejor —dijo obligándose a sonreír. Encima de su ceja tenía un pequeño rasguño que no había visto antes. —Exacto —sonrió Lachlan con aquel malicioso brillo en la mirada—. Es noche de cena familiar. Jensen le requirió con un autoritario silencio y el chico comprendió la indirecta de inmediato entrando nuevamente en la casa. —No te preocupes por Anna, la cuidaremos bien —le aseguré al hombre y regresé al auto. Decidí no pensar en Jensen, tampoco intenté preguntarle nada a Anna. Aquella noche solo se trataba de olvidar cualquier cosa que pudiera ponerme a pensar de forma retorcida y terminara en mis pesadillas. No podíamos entrar al bosque en la camioneta. Debíamos dejarla a la orilla de la carretera con los demás carros y caminar casi un tramo de medio kilómetro para llegar a donde estaban los muchachos y la toda la diversión. La fiesta no estaba tan mal como lo imaginé, había música por todos lados y gente bailando alrededor de la fogata, incluso algunos valientes estaban tomando un baño en el helado río, jugando fútbol o simplemente merodeando. Kat y Dylan estaban conversando al otro lado de la fogata, al parecer se habían dado cuenta que eran tan parecidos que por eso no combinaban juntos. Anna y Erick terminaron en una apuesta en la que, claramente, perdió mi hermano y la chica obligó al quatterback a mostrar sus mejores pasos de baile en medio de todos los presentes y terminaron ambos divirtiéndose a lo grande cuando él la cargó en sus brazos directo al río en venganza. —Te veo demasiado apagada, Lizzy —me dijo Katherine sentándose a mi lado en a unos pocos pasos de la fogata. El frío me estaba matando y, a diferencia de aquellos chicos, yo no estaba acostumbrada a tan arisco clima. —A estas alturas deberías saber que no soy tan divertida como tú me recuerdas. O que no tenemos tantas cosas en común —respondí. —Honestamente, yo creo que sí eres divertida, pero que necesitas darte tu tiempo para conocer realmente a las personas a tu alrededor —dijo ella con esa mirada sabionda en su rostro refiriéndose a Sammuel. —Sé lo que estás pensando, pero te equivocas. Sam y yo no somos nada… —Aún —me interrumpió. —Bueno, yo opino mismo de Dylan y tú —dije. Kat me miró como si yo estuviera loca, pero en verdad, muy dentro de ella y a pesar de todas las tontas discusiones de ellos dos, una parte de rubia de cabello rizo estaba sentía algo por el bueno de Dylan. —Solamente en tus sueños, querida —dijo levantando una ceja y sonriendo maliciosamente—. Además, aquel chico, Mason Payne, hace rato que nos está mirando. Tal vez consiga una cita —dijo con una mirada coqueta y apuntando a uno de los jugadores de basketball que estaban al otro lado de la fogata—. Y por cierto, me encanta esa moda de usar solo un pendiente —terminó y se fue. ¿Un solo qué...? En seguida descubrí que había perdido uno de los pendientes de mi madre. Eran demasiado importantes para todos en esa familia, no me podía permitir perderlos de una forma tan estúpida. Se debió haber caído mientras caminaba por el sendero entre los arboles hasta el río, pero estaba demasiado oscuro para ver o darme cuenta de que lo había extraviado. No le podía decir nada a mi hermano. Mi torpeza iba a arruinar su noche y no era solo yo quien había pasado unos días demasiado estresados últimamente. Le debía una noche de su normalidad a Erick y planeaba dársela. Anna había desaparecido ante mis ojos en un instante y Kat estaba conversando con aquel muchacho del que me habló para el momento que me di cuenta de que había perdido un pendiente. Lo único que se me ocurrió hacer fue ir a buscarlo yo sola utilizando el celular como linterna. Luego, cuando me interné en el bosque, descubrí que fue una de las ideas más estúpidas que tuve en toda mi vida. No podía ver ni mis propias manos y al poco tiempo me quedé sin luz porque el celular no tenía batería. Estaba allí fuera por mi propia cuenta. La luna no había salido todavía de entre las densas nubes que ya eran parte del paisaje de Valley City y apenas se podían distinguir los cementerios y el río un poco más allá, pero solo el hecho de dar por perdido uno de los últimos recuerdos físicos de mi madre me empujaba a continuar mi búsqueda, por lo que continué adentrándome en el valle, completamente a oscuras. Esto es absurdo, me dije a mí misma dándome cuenta de que sin luz alguna, sería imposible encontrar el arete. Había niebla en los alrededores del lago y caía una molesta y helada llovizna cortante que amenazaba con empeorar a cada segundo que transcurría de esa noche que comenzaba a ser infernal. Con una poco de resignación y pretendiendo volver a la mañana siguiente a buscar con la luz del sol de mi lado, decidí regresar. Tras un giro me di cuenta de que no recordaba el camino; el ruido de la música ya no se escuchaba y las luces de la fogata se habían disipado. Me quedé estática intentando buscar alguna marca entre los árboles que me ayudara a ubicarme, pero no había visto más que el suelo, por lo que mi cabeza no había guardado ningún patrón para regresar al sendero principal. Lamentándome de mi mala suerte, me recosté contra un árbol e intenté recuperar la compostura mientras me obligaba a pesar de forma más racional. Quizás si me dirigía al antiguo cementerio, podía entrar y pedir un teléfono a los guardias. Perfecto, me dije y disponiéndome a comenzar mi camino al cementerio, me puse de pie con toda la intención de entrar en él, pero un ruido extraño salió de la parte trasera de un roble frente a mí y una sensación de terror brotó de mi cuerpo. No era muy valiente, nunca lo había sido y esas pesadillas recientes no ayudaban mucho a mis débiles nervios. Quise preguntar si había alguien allí, pero de mi boca no salió palabra alguna, solo un suspiro que rápidamente se convirtió en aire helado. Levanté la vista para ver la luna llena que asomó entre las oscuras nubes haciendo más clara la noche y escuché un aullido entre los árboles que me desconcertó, dejándome totalmente incapacitada para desarrollar cualquier acción defensiva contra esa criatura que hasta ese instante pensaba que era un lobo, un puma de montaña o un oso. A partir de ese momento, todo transcurrió en cámara lenta para mí, como si el tiempo se hubiera detenido para que todo se magnificara y pudiese ver en detalle lo macabro del momento. Como para que el horror se quedara grabado tanto en mi mente como en mi piel para toda la posteridad. Me levanté muy despacio sin apartar mis ojos de donde creí que se encontraba aquella criatura y acto seguido una sombra de dos metros de abalanzó sobre mí, haciéndome caer en el suelo de un zarpazo. Lo primero que vi fue su boca horrorosamente poblada de colmillos que rugía al mismo tiempo que yo gritaba e intentaba gatear lejos de eso. No pude dar muchos pasos, pues el grotesco animal lanzó sobre mí una de sus garras y con sus filosas uñas me arañó el costado izquierdo de la espalda y mi brazo, dejando casi al descubierto todo el acromio y otros huesos en mi hombro. Me hirió con tal brutalidad que sangraba como si me hubiesen amputado el brazo. Caí bajo un árbol y las fuerzas ya ni siquiera me bastaban para respirar o pedir ayuda. Aquella cosa no iba a detenerse hasta que terminara conmigo por completo. Me tomó por el cuello y me levantó en peso, arrastrándome por todo el árbol mientras la corteza y toda clase de suciedad se abría paso en las sangrantes heridas, justo hasta la altura de su rostro de forma tal que nuestros ojos quedaron exactamente unos frente a los otros. Por un momento todo el miedo y el dolor por el que estaba pasando quedaron a un lado cuando vi que aquellos ojos verdes y brillantes no los estaba viendo por primera vez. Eran tan familiares que juraría haberlos visto antes en repetidas ocasiones. Una reacción algo humana tuvo la bestia al voltear su repugnante rostro evitando que mi mirada se continuara clavando en la suya. Me dejó caer una vez más y mi cabeza golpeó contra una piedra al pie del árbol. Sentía como mis ojos se cerraban y mi cuerpo se adormecía, no respondía a mis órdenes. Un charco de sangre cubría las hojas secas caídas a la orilla de ese roble. La adrenalina que secretaba me inhibía el dolor del brazo pero alcancé a verlo todo destrozado. Ya no sabía si llorar o mantenerme fuerte, no sabía a quién pedir misericordia. Honestamente, creí que moriría allí mismo. Esa cosa, erguida en sus dos patas traseras se seguía acercando a mí con la intención de asesinarme, incluso su boca ensangrentada confirmaba que no era su primera víctima esa noche. De pronto se detuvo y volteó el rostro. Mis escasas fuerzas no me permitían mantenerme despierta por mucho más tiempo. Solo pude escuchar a lo lejos una voz ruda que con decisión le gritó a la feroz criatura que me tenía acorralada. —¡Ya es suficiente! Me pareció familiar e intenté mantenerme consciente unos pocos segundos más, pero me fue imposible, lo único que pude descubrir fue una silueta masculina que se alzaba en la oscuridad. El repugnante ser caminó en sus cuatro patas hasta su maestro y un poco más dócil, se echó a sus pies. Todo se tornó aún más n***o y el tiempo se detuvo hasta el instante en que volví a abrir los ojos en el hospital.
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