Capítulo 12: Isabelle

1844 Words
Nos fuimos a la fiesta minutos después que Jensen se marchó. Todos estábamos increíblemente escalofriantes esa noche. Para Erick fue como recordar los viejos tiempos detrás de esa capa color n***o y vino. Katherine fue con un vestido todo roto y grisáceo y dos puntos rojos en el cuello simulando una mordida, y Dylan quiso creer que era Van Helsing. Se apareció en el Pub con todo; sombrero y la ballesta incluida para recrear el look de Hugh Jackman en la reconocida película. Para mi sorpresa encontré a Sam pegado a la barra observando el panorama. Desde que me vio se puso en pie y, tan nervioso como yo, me regaló un halago al decirme que estaba increíble. —¿De qué estas vestido tú? ¿Cazador? —le preguntó Anna con una sonrisa pícara que acababa de llegar junto a su hermano. Estaba con un vestido color n***o y sus labios pintados de carmín como si fuera sangre cayendo ellos. Sam frunció el rostro como si no le hubiera hecho nada de gracia la suposición de Anna. —No estoy vestido de nada. Soy un lobo estepario, ¿recuerdas? No me gustan sus idioteces —dijo. Pude ver como Jensen enseguida soltó una carcajada y volteó los ojos hacia el techo muy divertido de aquel comentario. —Por eso es que no encajas, Sammy —reprochó la de los cabellos castaños—. Tienes que incluirte en cosas como estas. Dejar de ser un chico asocial. Esforzarte por formar parte del mundo en el que estás. Incluso tu novia lo hace —señaló a Helena, quien estaba observando todas nuestras interacciones desde una mesa. —Ella no es mi novia —insistió él poniéndose de pie lentamente y encarando a Anna. Sam era tan alto que incluso en tacones, yo solo alcanzaba a llegarle a los hombros. —No sonaba así anoche —presionó ella y el disgusto del chico se hizo evidente cuando le lanzó una mirada que pudo haberla fulminado. Anna solo entrecerró los ojos y río. Sam negó en un gesto vencido y desvió su mirada verde hacia mí. Yo intentaba no hacer ningún gesto, pero la realidad era que sus ojos me estremecían y terminaba temblando, sin saber si la sensación que me provocaban era buena o mala. —Necesito hablar contigo, Sammy —le dijo Jensen al trigueño y ambos fueron hasta el otro lado de la barra. Conversaban como si se conocieran de toda la vida, pero las recientes palabras de Anna me habían hecho dudar. ¿Acaso Sam estaba viviendo junto a los Amell ahora que su familia adoptiva se había ido de la ciudad? —¿Desde cuándo se conocen? —le pregunté a Anna pues ninguno de los dos me había hablado del otro en el tiempo que pasaba con ellos y estaba extremadamente sorprendida por aquella amistad. Por otro lado, la noche en la que Lachlan se había presentado ante nosotros, aún no me quedaba clara y el shock de ver a Sam junto a los hermanos intimidando de alguna forma al de los tatuajes, ardía en mi cabeza. —Te digo si me dices como era el chico con el que perdiste la virginidad —insistió Anna y creí que había olvidado aquel tema, pero ya veía lo equivocada que estaba. —Okey —asentí y ordené un trago a su cuenta—. Era mayor que yo y vivía en California. Eso es todo lo que diré. Dos shots de tequila fueron a nuestras manos. En el lado contrario Helena iba a donde Sam y se metía entre sus brazos. De repente estaba yo ardiendo de los celos y de alguna forma Anna lo sabía porque no dejaba de sonreír de una forma burlona. —No eras del todo lo que yo creía —asintió la chica y bajó el shot con absoluta práctica mientras yo dividía el mío en dos cortos tragos. —¿Qué? ¿Creías que era la típica mojigata? —presioné y tomé el resto del trago. El tequila bajó por mi garganta quemando todo a su paso—. Que esté asustada prácticamente de todo el mundo en Valley City y me esté ajustando a la vida de este pueblo no me permite mostrarme como soy realmente, Anna. —Y que Sam esté con Helena tampoco te da muchas opciones —dijo echando sal sobre la herida. Ella era la reina de las conversaciones pasivo-agresivas. —Tengo opciones —arremetí y Sam pareció escucharme, pues me dirigió una mirada bastante retadora—, solo que no quiero involucrarme con nadie aquí. El chico salió del Pub a paso forzado cuando me escuchó hablar y yo estaba tan incómoda en aquel lugar que solo le pedí a Anna que ordenara otro shot. —Su nombre era Christian —musité cuando Sam desapareció de mi vista y Anna sonrió al obtener lo que me había pedido. Cómo lograba que las personas le dijeran todos sus secretos, yo aún no lo sabía. —Es el último —me dijo Jensen quitándome el vaso de la mano cuando me lo hube tomado. Su comportamiento conmigo era siempre paternal y su forma de mirarme me dejaba saber que, de alguna forma, estaba haciendo lo que era mejor para mí. Lachlan se sentó a mi lado y me pasó su trago. —Ella puede tener el mío —dijo el de tez morena—. No es una niña, así que es mejor que dejen de tratarla como una. Por primera vez, alguien comprendía que me sentía ahogada por todos los que conocía en aquel lugar. —Es menor… —repuso Jensen y se escuchó como el padre que nunca tuve. —Y también lo es Anna —dijo el chico, ante lo cual la de los cabellos castaño se atragantó con su shot y le dirigió una mirada vencida Lachlan—. Y tú hermana, por demás. Deberías estar un poco más preocupado por ella que por Elizabeth, big brother. —Bien jugado, Lach —sonrió ella y se fue llevándose a Jensen por una mano muy a su pesar. Lachlan era un rebelde. Lo había sido desde el primer día que lo conocí y, justo como me sucedía con Sam, había cosas de él que me atraían y me repelían por igual. Quizás sus ojos eran los más intimidantes y su forma de retar a todos sin distinción ninguna era lo que más captaba mi atención. —Ahora —me dijo cuando todos se fueron—, ese sí es tu último trago —sonrió—. No voy a llevarte ebria a tu casa en nuestra primera cita. —¿Perdona? —me sorprendí pero no pude evitar sonreír ante su descaro. Él, muy seguro de que sus palabras habían surtido el efecto deseado, se puso de espaldas contra la barra y apoyó sus codos en ella. Volteó su rostro hacia mí y me di cuenta de que Lachlan solo estaba jugando un juego conmigo. La pregunta era si yo quería seguirlo o detenerlo. —Así que, ¿es Helena quien te puso a hacer esto o lo haces por voluntad propia? —pregunté directa. La carcajada de él me dejaba saber que lo había atrapado. Eso le gustaba. Quizás nunca nadie le había dicho que no antes y era la negación el combustible que necesitaba para captar su atención genuinamente. —¿Eres una bruja o algo? —sonrió poniéndose de pie frente a mí. Su estatura me consumía, incluso si yo estaba sentada en una alta banqueta del bar. —No —negué—, pero la gente dice que ella lo es. ¿Acaso no vio venir el raspón que te iba a dar o te envió por diversión? —A mí no me envía nadie a hacer nada, pequeña Lizzy. Tenía mis propias razones para estar interesado en su insípida apuesta de 20 dólares. —Wow, ¿tan poco cuesta tu orgullo? Esa era la verdadera Elizabeth. La que no se guardaba un solo comentario hiriente y siempre estaba presionando por más. Y se sentía bien volver a ser yo realmente. Lachlan se acercó a mi oído y rodeó mi cintura con brazo. Su mano paró en la barra, donde el cantinero le había servido un vaso de whisky, pero lo sentí tan cerca de mí que su aliento batía contra mi cuello. —Solo quería probar que Sammy no era el único que te llamaba la atención —susurró y se separó lentamente de mí. Atrapada. Así me sentía y de repente no podía dejar de mirar a Connan Lachlan. —Supongo que tengo un tipo —dije y le quité el trago de la mano, tomándolo todo de una vez. —Comienzo a ver que te gusta el peligro aunque lo niegas. Tú sabes lo que eres, lo que quieres. Puedes conseguirlo todo en cualquier momento —dijo acomodando un mechón de mi cabello detrás de mi cuello y pasando sus dedos por mi piel en un roce a propósito—. No permitas que nadie te controle o te haga creer que no eres tú la que tienes el poder sobre todos ellos. Sus palabras fueron jerigonzas para mí. Un acertijo que quise no comprender nunca. ¿Poder sobre quiénes tenía yo? La duda en mi cara se posó y él solo sonrió advirtiéndole al bartender no servirme ninguna otra copa. Realmente, ya no la necesitaba. El resto de la noche pasó sin penas ni glorias, incluso Dylan ganó el premio al mejor traje. Decía que las tres horas que pasó frente al espejo no fueron en vano. Y Sam y Helena se mantenían alejados de mí mientras que Anna iba y venía. Se limitó a no preguntarme nada sobre mi conversación con Lachlan, pero no se veía muy cómoda al respecto. Tampoco lo estaba mi hermano cada vez que ella le hablaba y en más de una ocasión terminaron discutiendo. Todo fue perfecto hasta que escuché una conversación entre Sam y Jensen pocos minutos antes de irme. —Se parecen mucho, Jen. No es solo una apariencia física. Ella puede llegar a ser fiera. Lo veo en sus ojos... Es demasiado como para que sea solo una jodida coincidencia —decía Sam al rubio que continuaba negando con su cabeza antes los comentarios del más joven de los dos. —Helena lo dijo —habló el Amell mientras yo me escondía detrás de una columna para escuchar el resto de su conversación—. Artemis renacería de mi sangre. Tiene sentido, Sammy. —Ella no es la correcta. No puede serlo, Jen... —negaba Sam con la frente arrugada y algo de desesperación en su rostro—. Si es una de ellos, entonces yo... Esa marca... Ella tiene que ser solo una humana más. Quizás de tu sangre y la de tu esposa, pero no puede ser la elegida... Tiene que ser una mortal como Alex. —No. Ella es como Isabelle. Elizabeth no se parece en nada a Alexandra…
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