Capítulo 17: Raina

1739 Words
Anna y Helena llegaron justo cuando yo me iba. Nos encontramos en la puerta del despacho de Jensen, pues mi hermano se había quedado afuera respondiendo una llamada de Richard, de seguro requiriéndolo porque ya era extremadamente tarde y no estábamos en casa. Nuestro toque de queda había pasado. —Tengo que admitir que no fue completamente detestable compartir una cena contigo y con Erick —me dijo Helena estrechándome la mano luego de haberme despedido de Anna con un abrazo. —Tienes razón —asentí—. Fue incómodo solo en algunos pequeños momentos, no la mayor parte, como imaginé —sonreí en una broma que la pelirroja aceptó con gracia, pero cuando fui a soltar su mano, me impidió hacerlo con algo de rudeza. —Sé que Sammy y tú tienen un tipo de conexión bastante inusual —me habló sin soltar mi mano—. No soy nadie para decidir sobre las personas con las que él se quiere rodear, mucho menos con las que se quiere acostar... Anna rodó los ojos en blanco al escuchar las palabras de Helena que a cada instante parecían más una amenaza que la despedida de una velada que había sido relativamente tranquila. —Creí que tú eras su novia —intenté hablar pero su rostro se frunció ante la palabra. Detrás de ella, Anna negaba efusivamente con un gesto exagerado de su cabeza —Termina con esto, H —le pidió la pelinegra y chica pareció escucharla. —Nunca hemos sido exclusivos —aclaró la pelirroja—. Él tiene sus... atractivos y comprendo perfectamente que hayas caído por su acto de chico misterioso; después de todo, yo le enseñé eso. Pero sí quisiera advertirte algo, Elizabeth —su tono no era amenazante, sino que parecía como si dijera toda aquellas palabras con algo de buena fe ligada con saña y celos—. Sammuel necesita mucho más que solo sexo. Necesita un tipo de contención que solo yo puedo brindarle. Y no te equivoques, little Lizzy, él tiene el poder para matarte en la cama... Su agarre se sintió pesado y poniendo un poco de mi fuerza, me solté de ella al escuchar lo que insinuaba. —Creo que tus advertencias sobran —dije—. No soy ninguna amenaza a lo que sea que ustedes dos tienen y no quiero ser parte de nada que tenga que ver con él. La pelirroja sonrió ante mi comentario y mi intento de dejar clara la realidad que yo quería aparentar, se vio frustrado con solo pronunciar su nombre. —Sam se siente igual que tú —sentenció ella—, pero él no se llama al engaño de lo que puede ser una ilusión bastante letal para los dos. Recibí sus crípticas palabras con algo de escepticismo y Jensen me despidió en la puerta implorándome que hiciera de oídos sordos a las amenazas aparentemente vacías de la pelirroja. En un sincero apretón de manos, donde mi agradecimiento a su verdad estuvo implícito todo el tiempo, me despedí de él, pero olvidé mi bolso en la cocina, así que Anna se ofreció a alcanzármelo hasta el umbral de la puerta. Con tan solo poner su mano sobre él, la de los cabellos castaños cayó al suelo al instante. La mano con la que sostuvo el bolso, estaba completamente negra. Todas las venas se veían sobresalir por encima de la piel con un tono rojizo mientras su piel se tornaba negra. La chica convulsionaba de una manera que yo nunca antes había visto. Los colmillos sobresalieron de su boca y gritaba de una manera espantosa, como si algo estuviera quemándola por dentro. Su rostro se iba pareciendo cada más al que Erick describió en sus pesadillas y la imagen era tan repulsiva como retorcida. Su realidad sobrenatural era completamente diferente a la de Jensen y quizás se debía a que no era del todo igual a él. —¡No la toques! —gritó Helena, que enseguida se volteó ante los gritos de la chica. —¡¿Qué diablos...?! —intenté exclamar, pero la conmoción me dejó estática y sin pronunciar palabra alguna. Jensen se tumbó en el suelo junto a Anna y Helena no sabía cómo reaccionar pero me gritaba encarecidamente que me alejara de la chica en el suelo. Le costó un segundo asimilar lo que estaba sucediendo y solo lo hizo cuando mi hermano irrumpió en la habitación, dejando escapar un grito de pánico al ver a Anna. —¿Está teniendo un ataque...? —quiso preguntar Erick, a quien no le cabía en la cabeza lo que estaba sucediendo justo en frente de sus ojos. —¡Es una puta vampira, Erick! —exclamó la pelirroja y en el mismo instante en el que la muchacha que retorcía en el suelo escuchó el nombre de mi hermano, se levantó de un salto con toda la disposición de ir a por su sangre. Las manos de Helena enviaron a Erick por los aires. Lo colocó contra el techo sobre Anna para que ella no llegara a él. —¡Helena! —grité yo espantada al ver lo que hizo, pues sin tocarlo siquiera, parecía hacerlo levitar sobre nuestras cabezas. —¡Lo hago por su propio bien! —me dijo ella mientras sus dedos temblaban en el aire y mi hermano se mantenía pegado al techo por arte de magia en un temblor total—. ¡Si Jensen no puede controlar a Anna, ella irá por ti o por tu hermano. ¡Elige tú a quien quieres proteger! —¡¿Qué diablos, Helena?! —exclamó Jensen desesperado— ¡Siempre protege a Elizabeth! —Ella no podrá beber la sangre de Elizabeth. Él es el humano de los dos y ella ya ha sido marcada por un sobrenatural —sentenció la pelirroja. Jensen ponía sus manos en la cabeza de su hermana. Trataba de parar las convulsiones diciéndole que se mantuviera fuerte y el suelo debajo de sus dedos se rompía por la fuerza con la que el hombre la presionaba. Traté de ayudarla, tomándola de las manos pero en un movimiento rápido rompió las vendas y clavó sus dientes en la herida que yo misma había hecho. Anna me miraba con los ojos inyectados de sangre, no eran como los de Jensen, no se podía distinguir la pupila del iris. Eran negros por completo y a su alrededor las venas negras e hinchadas sobre el rostro contrastaban con la piel muerta, pálida y azulada del resto de la cara. La muchacha le dio un fuerte golpe a Jensen y se abalanzó sobre mi mano herida. La mordió, pero rápidamente la soltó y cayó al suelo vomitando la misma sangre que había ingerido. —¡Está… envenenada…! —repetía constantemente mientras el tejido muerto de sus manos se extendía por todo su cuerpo. Jensen y ella desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Me hallé a mí misma tirada sobre la alfombra y con mi mano izquierda totalmente ensangrentada mientras la marca de los colmillos en la piel de la palma palpitaba en rojo. Erick lo había visto todo desde el techo de la sala y Helena lo regresó al suelo donde él caminó como pudo hasta mí. Estaba incluso más asustado que yo y aún así me abrazaba para intentar tranquilizarme. Enrolló mi mano en su camisa e intentaba aferrarse a mí para mantener su compostura, pero para él, era completamente imposible. —¡¿Dónde está?! ¡¿Qué le sucedió?! ¡¿Por qué hizo eso?! —preguntaba Erick aterrorizado. —Está encerrada en una caja de contención... Al menos hasta que ustedes salgan de aquí —dijo Jensen apareciendo nuevamente en la sala en un corto lapso de unos segundos—. ¿Qué había en tu bolso? —me preguntó revisándolo cuando me encogí de hombros. Helena se dejó caer sobre el suelo y rehusó la ayuda de Jensen. Se limpió la sangre que caía de su nariz y escondió su rostro entre sus manos entre quejas por un intenso dolor en su cabeza. —Dentro del bolso no había nada relevante —respondí cuando supe que la pelirroja se encontraba bien—. Solo las cosas que saber qué eras tú, pero ninguna funcionó —respondí mirando la sangre que bañaba mi ropa. —¿Tú sabías de esto? ¿Qué diablos pasa con esta gente? —preguntaba Erick en un temblor. —Te lo explicaré después —aseguré pasando mis dedos por su cabello y dirigiéndole una condescendiente mirada. Jensen registró en el bolso y sacó entonces la rosa. —Fue esto —me dijo tomándola en sus manos por el tallo. Pude ver como sus dedos se necrosaron un poco y sus ojos cambiaron de color, pero no le dio la reacción que Anna tuvo; ni siquiera mostró sus colmillos—. Algunos como yo no tienen la fuerza ni la abstinencia que poseo —respondió entregándome la flor. —¿Por qué no te hace daño? —pregunté y aquella sería esa mi última pregunta de la noche. —Tengo ciertos privilegios porque nunca he asesinado ni me he alimentado de sangre humana, así que son pocas las cosas que me dañan. No puedo decir lo mismo de Anna. Tú sabes bien claro lo que ella ha hecho, y sin querer, ya te había confesado su propia naturaleza —dijo volviendo a la normalidad. De repente comprendí, Alex no era la asesina de Znojmo, sino Anna. Jensen nos regresó a nuestra casa para asegurarse que todo estuviera en orden y que no hubiera ningún inconveniente. Helena me había prestado algo de ropa para que Rick o Vero no sospecharan nada y mi hermano también había cambiado su camisa. La herida en mi mano no era tan grave por lo que solo la podía justificar con un corte y un apósito. Erick se tomó su tiempo en asimilar todo lo que estaba sucediendo, pero el vampiro tenía la habilidad de calmarnos con solo sus palabras y no dudó en explicarle a mi hermano todo lo que ya me había dicho a mí. Ya en mi dormitorio, me puse a relatar mis propias vivencias de esa noche en mi propio diario. ¿Qué se supone debo hacer cuando el límite de lo real y lo ficticio se rompe para traer a mi vida nuevos dilemas y miedos?
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