GENEVIEVE Pasó el brazo por encima de mi escritorio, derribando todo lo que había en el borde, y me levantó. No pude evitar reaccionar ante él, ante su beso, ante sus palabras. Le permití entrar en mi boca y gemí cuando su lengua se encontró con la mía y la acarició. Sus manos eran ásperas contra mi cuerpo, pero sus labios y su lengua eran suaves. Sus manos representaban a un hombre hambriento, sus labios representaban a un hombre preparado y dispuesto a enmendarse. Odiaba admitirlo, pero le echaba mucho de menos. Echaba de menos besarle espontáneamente en cualquier parte, echaba de menos que me empujara contra cualquier superficie y me mostrara lo que sentía sin necesidad de palabras. Tenía los brazos detrás de mí y las manos apoyadas en el escritorio para sostenerme. Me aparté del b