GENEVIEVE
Estaba sentada en mi segunda clase del día, tomando apuntes, en realidad, cuando recibí una llamada de mi madre.
Como no podía contestar en medio de la clase, supuse que si era lo bastante importante, volvería a llamar o me enviaría un mensaje de texto. Al fin y al cabo, sabía que estaba en clase.
Cuando volvió a llamar casi inmediatamente después de que el teléfono dejara de vibrar, supe que debía de ser importante.
“Tengo esa sensación otra vez...”
Y ese pozo en el estómago volvió.
Cogí mis cosas y las metí en la mochila antes de salir corriendo por la puerta y volver a llamarla inmediatamente.
Lo primero que noté cuando contestó fue que su voz era temblorosa, como si estuviera llorando.
—Mamá, ¿qué te pasa?—, pregunté, sintiendo pinchazos a lo largo de la línea del cabello.
Era el mal presentimiento que tenía. Fuera lo que fuera lo que estaba a punto de decir, por eso mi ansiedad había llegado al máximo hoy.
—Genny, es tu abuela—, apenas le salieron las palabras, —La han encontrado esta mañana. Ha fallecido, Gen.
—Te dije que algo iba mal...
Aunque sonaba como si mi subconsciente estuviera a un millón de millas de distancia.
Nunca me ha gustado montar una escena en público, pero casi hiperventilo en el pasillo y se me saltan las lágrimas mientras corro hacia el coche.
*
—¡No, Genevieve! Sabes que se enfadaría y decepcionaría mucho si supiera que vas a dejar la universidad por esto—, intentó razonar conmigo mi madre a la mañana siguiente.
Pero yo ya había tomado una decisión.
Sabes que dice la verdad. Pensé.
Me da igual.
—Tengo que ir a empaquetar sus cosas y vender su casa, mamá. Tengo que ir a Dallas y quién sabe cuánto tiempo llevará todo eso. Así es más fácil. Y cuando todo esté dicho y hecho, tal vez vaya a alguna universidad allí—, dije mientras preparaba una maleta.
—Tienes que pensártelo bien, Genevieve. No tomes decisiones precipitadas antes de echar a perder potencialmente tu futuro—, me dijo en voz baja.
Y yo dejé lo que estaba haciendo, detuve todo y me volví para mirarla:
—Un futuro que no habría podido tener sin su ayuda. Olvidas que fue ella quien me pagó los estudios. Puedo perfectamente dejarlo si quiero. Y puedo matricularme, y probablemente lo haré, en una universidad de Dallas mientras preparo la casa para venderla.
Se quedó callada un rato antes de volver a hablar:
—Si crees que eso es lo mejor. Eres lo suficientemente mayor como para tomar tus propias decisiones... Eso no significa que no quiera aportar mi granito de arena de vez en cuando—, susurró. —¿Seguro que no quieres ayuda?
Me giré y terminé de hacer la maleta:
—Estoy segura. Ella y yo éramos los más cercanos, así que depende de mí. Te agradezco que intentes ayudarme, pero yo me encargo.
Cerrando la maleta y poniéndola en el suelo antes de tirar del asa, suspiré y miré a mi madre que ya tenía lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Siempre supe que te mudarías, solo que nunca esperé que fuera tan pronto ni en estas circunstancias—, lloriqueó.
—Lo sé, pero todo irá bien. Solo estaremos a una llamada de distancia, la una de la otra—, le contesté y la abracé.
—¿Me llamarás cuando llegues?—, me preguntó y me besó en la frente.
—Sí, mamá. Te lo prometo—, sonreí y vi cómo salía de la habitación, probablemente yendo a decirle a mi padre que estaba lista para irme.
Mientras miraba la habitación de mi infancia, una habitación decorada de rosa, ya no me sentía yo.
Era como si perteneciera a otra persona.
Odiaba la razón por la que finalmente me iba a Dallas, pero tal vez sería lo mejor.
Tal vez por esto, terminaría la universidad en Dallas y tal vez por esto, encontraría un gran trabajo en la ciudad.
Y puede sonar cursi, pero tal vez este era el primer día del resto de mi vida.
*
Conducir hasta el centro de Dallas era una pesadilla.
Había tráfico y casi todas las emisoras de radio estaban poniendo anuncios en ese momento.
Finalmente, dándome por vencida y dejándola en lo que fuera que escaneaba, apareció un programa de una emisora de cotilleos.
—¿planeas dedicarte al modelaje y a la televisión como tu hermano menor?
Su interlocutor soltó una risita sombría y, a continuación, la voz grave de un hombre sonó por los altavoces:
—No. Mi prioridad es la empresa. Si Preston quiere pasar su tiempo haciéndose famoso... que así sea.
—Entonces, ¿no desea ser famoso? Sabes que eres un poco famoso aquí en Dallas, ¿verdad? Todo el mundo sabe quién eres, Dominic.
—Yo no, — me reí entre dientes.
—Eres uno de los hombres más ricos de la ciudad y he oído que a Blader Incorporated le va muy bien ahora mismo. ¿Quizá todo eso sea gracias a que Preston se ha hecho un poco de publicidad?
El otro hombre suspiró profundamente:
—Puede ser, Mark, y si es así se lo agradezco, pero nos iba muy bien antes de que decidiera posar sin camiseta para varias revistas. A Blader Incorporated le ha ido bien, básicamente desde el primer día... y eso fue hace unos 80 años, cuando mi abuelo fundó la empresa en su casa con solo 25 años.
—Así de joven, ¿eh?
—Sí, y fue un éxito cuando le pasó el negocio a mi padre cuando tenía 30 años, y siguió teniendo éxito cuando mi padre nos lo pasó a Preston y a mí cuando yo tenía 30 años y ahora tiene aún más éxito del que ha tenido nunca. Soy muy afortunado, pero a pesar de lo que la gente pueda suponer, no siempre ha sido “el camino fácil” para mí o mis hermanos.
Me burlé:
—Sí, apuesto a que no has comido de cucharas de plata en toda tu vida. Lo que daría por haber nacido en una familia rica y haber vivido en el regazo del lujo desde que nací—, dije con un suspiro.
No importaban las circunstancias, aunque tuviera que dejar la universidad, en cuanto pudiera, encontraría un trabajo en el campo que quisiera o cerca de él o volvería a la universidad.
Así de sencillo.
No todos nacemos en un imperio como ese tipo y su hermano modelo.