CAPÍTULO DIECISÉIS Royce se lanzó sobre su amigo, Mark, con el sonido del impacto de las espadas de madera llenando el aire mientras se atacaban el uno al otro en los campos veraniegos. Royce notó de inmediato que ambos eran más fuertes, más rápidos, y más duros; mejores guerreros. Ninguno era capaz de derrotar al otro. Atacaban y se cubrían como máquinas bien calibradas, probando las debilidades del otro y mejorando su técnica con cada impacto al igual que lo habían hecho durante las pasadas seis lunas. Habían entrenado tanto que casi podían leer los pensamientos del otro. Y mientras Royce atacaba una y otra vez, Mark siempre se anticipaba, bloqueando o esquivando justo a tiempo. Sin embargo, Mark tampoco lograba ganar ventaja. Royce escuchó los gritos y el vitoreo a su alrededor, y ap