Emilia se removió en la cama, estaba enredada entre una sábana gris y abrazo la almohada que tenía un olor particular, sus sentidos estaban dormidos, pero ese olor, ese fuerte y masculino olor la hicieron despabilarse lentamente. Por un microsegundo su mente la engañó y fue Gabriel el primero que llegó a su cabeza, sin embargo cuando sintió los besos rodando por su espalda se dio cuenta de lo equivocada que estaba. Una sonrisa sincera y tierna salió de sus labios, un poco de vergüenza también pues los recuerdos de lo que había pasado en esa baranda llegaban como golpes directo a su humedad. ¿Era capaz de tanto descaro? ¿Todo lo que había tenido y aún así deseaba más? Sí, deseaba tanto como Alfredo estuviese dispuesto a entregarle, a darle, a mostrarle, a enseñarle. Antes, había dese