Daniel condujo hasta las afueras de la ciudad; se detuvo fuera de una pizzería con acabados rústicos; un enorme sombrero decoraba la entrada, acompañado de muchas luces de colores que centelleaban en una sola secuela. —Pertenece a mi familia —comentó con orgullo. Giré a verlo y sonrió, desabrochándose el cinturón de seguridad. —Es un bonito lugar —dije, viendo mi reflejo por el espejo retrovisor. No dejaba de sentirme nerviosa; Daniel era un buen chico, había olvidado fácilmente el tema de Gael, no había hecho ni una sola pregunta más, al contrario, se había dedicado a repetir una y otra vez lo hermosa que me veía. Desde que salimos del estacionamiento de la escuela, su atención se había centrado en mí. Y se sentía bien, me sentía especial para alguien y verdaderamente no quería echarl