No sé cómo, pero lo hicimos, terminamos totalmente cubiertos de harina, sin embargo, los cupcakes estaban listos. Terminé de rellenar el último y cuando fui al comedor para comerlos juntos, encontré a Belial limpiando las mejillas de mi hija. —Aún tienes harina en toda la cara —le comenta. —Nunca me había divertido tanto en la cocina. —Ya veo, con qué te gustan los postres. —Sí, pero soy mejor comiéndolos, ¿Y tú sabes hacer postres? Belial le sonríe, y tras quitar la última mancha del rostro de Vera, suspira. —En realidad no, soy pésimo, pero conocí a alguien que preparaba unos muy buenos, tal vez el aspecto no era tan llamativo, pero el sabor era incomparable, ¿y sabes la razón? —¿Por qué? —Porque ella lo hacía con amor, no era una experta, pero se esforzaba por hacer lo mejor