Cruce de caminos

1958 Words
¿Casarme? Seguro había oído mal, era ilógico que un desconocido estuviera pidiéndome matrimonio, ni siquiera éramos conocidos. Algo debía tramar, si algo me había dejado claro mi divorcio, era no confiar en nadie más. —Debe estar bromeando, ni siquiera sabe quién soy. —No, pero no me hace falta averiguar tanto, como para ver que estás pasando por un gran y profundo sentimiento de soledad. Es la misma mirada que yo veo todos los días en mi espejo. Era increíble, no lo conocía, pero ya había descrito mi sentir con tan solo verme. —Escuche señor, en verdad lamento su condición. Oraré por usted, pero yo no puedo aceptar su propuesta, ni siquiera sé quién es usted. Acabo de divorciarme y casarme es lo último que deseo hacer. —Sé que tienes desconfianza, es normal, pero puedo probarte que lo te digo es verdad. —¿Cómo? —El doctor que acaba de atenderte, es mi amigo. Precisamente, en aquel instante, el médico salió del consultorio, parecía dirigirse a otro lugar, pero al vernos, se acercó. —¡Rogelio! —dijo, tomando la mano de este para saludarlo—. Ya veo que se conocieron. —Acabo de hacerlo —respondió con una sonrisa, el sujeto que acababa de proponerme matrimonio. —Ya veo, y dime… ¿Estás llevando el tratamiento? —Por favor, no entremos en esos detalles. Ya sabes que no tiene caso a estás alturas. —Rogelio… —Hoy vine a sacar todos mis papeles, no voy a volver. Pretendo disfrutar mis últimos días, y no pasarla en este lugar que solo huele a formol. —Pero tú… —Doctor, su paciente ha llegado —interrumpió una enfermera. —Oh… Sí, está bien, hazla pasar a mi consultorio —agradeció a la enfermera, pero antes de retirarse se dirigió a Rogelio—. Eres mi amigo, yo no quiero… —Tu paciente te espera, mejor ve —se apartó, dándole la espalda. Vi la mirada del médico bajar con lástima, pero al final asintió y se retiró. —Si es su amigo, ¿por qué no lo escucha? —Ya no tiene caso. Mejor cambiemos de tema, y acepta mi propuesta, te juro que nada te faltará. Acabas de comprobar que el médico es mi amigo y si sigues con dudas, puedes llamar a este número —él me tendió su celular—. Es mi empleado, él puede darte información de mí. —No, no hace falta —me negué—. Simplemente no creo que sea una buena idea casarme con alguien que apenas conozco. —Escucha… ¿Me dices tu nombre? —Soy Ana. —De acuerdo, Ana. Yo no tengo mucho tiempo, y por lo que oí, estás embarazada, con una enfermedad que puede curarse, pero estás sola. —Eso no es algo que debió oír… —Como sea, pero dime, ¿no quieres darle lo mejor a ese bebé? ¿Curarte y cumplir tus sueños? —Yo puedo trabajar, tengo manos que Dios me dio. —Y yo también las tengo, pero Ana, las oportunidades como esta, solo se presentan una vez en la vida. Yo quiero que mi dinero lo maneje alguien que lo necesita, no unos codiciosos. Piensa en el futuro de ese hijo, nada les faltará. Entonces, analicé la propuesta de Rogelio, en parte tenía razón. No estaba bien, pero una oportunidad como esta, no volvería a presentarse en la vida. —Solo como consulta. Si yo aceptara, ¿cuando sería la boda? —Hoy mismo —afirmó. —¿¡Qué!? P-pero si me acabo de divorciar, eso es… —Cuando hay dinero, todo es posible. Bueno, casi todo… ¿Aceptas ser mi esposa? Indecisa, me mordí los labios, miré mi dedo anular ya sin anillo, y luego toqué mi vientre. No sabía si iba a arrepentirme, pero vale la pena arriesgarse. —De acuerdo, me casaré con usted. … Esto era una verdadera locura. Se necesitaba un tiempo hasta que la sentencia del divorcio sea dada, como mínimo entre unos treinta a sesenta días, pero cómo siempre dicen. El dinero hace bailar al mono, y sin imaginarlo, esa misma tarde estaba firmando mi acta de matrimonio, teniendo como único testigo al empleado de mi nuevo esposo. El anillo en mi dedo relucía en elegancia, la mirada de paz de mi esposo me decía que al fin se sentía tranquilo. Llegué a la inmensa residencia de mi esposo. Era más grande que la de los Bercelli, y por supuesto más lujosa. —Vaya… ¿Y vive solo? —pregunté, mirando todo con sorpresa. —No, tengo la compañía de Will —señaló a su mayordomo, un joven muy sonriente que parecía de mi edad—. Él es muy leal, así que puedes confiar en él, además algo me dice que te caerá muy bien. —Prepararé algo para la cena, señor, y luego subiré a acomodar la habitación de la señora. —Oh no, no me llames señora. No estoy acostumbrada a ser llamada de ese modo, ni siquiera los empleados en la casa que creí mía, me llamaban con respeto. Solo llamame Ana. —Ana… Correcto, pero dígame, ¿desea algo en especial? Puede pedirme lo que sea. —Con lo que haya estaré bien. No tengo un gusto en particular. Él se acercó y analizó con cuidado mi rostro. —Ya sé, haré algo muy especial para los recién casados. Sé que le gustará, Ana. Will salió dando aplausos, lo cual me dejó desconcertada ante su alegría. No estaba acostumbrada a sentir un ambiente tan divino. —Él es así, Will ama el calor y color. —Puedo notarlo, imagino que su novia debe divertirse mucho con él. —Emmm, no creo que Will tenga esos gustos. De hecho, prefiere a las damas como amigas. —Oh, entiendo. Rogelio me había dado una habitación enorme para mí, me dio el acceso a toda su casa y que si necesitaba algo, no dudara en pedirlo. De modo que, mañana iría a la universidad, para hacer los trámites correspondientes que necesitaba en este último ciclo. Rogelio se ofreció a acompañarme y por supuesto que no me negué. Se le veía ese sentimiento de soledad, y en silencio me juré que siempre le haría compañía. Mi gratitud sería eterna. … Al día siguiente, Rogelio me esperaba ya en el auto. Will conduciría, él se encargaba de todas las labores en casa, salvo la limpieza, ya que al ser una mansión enorme, venían unos empleados que se dedicaban exclusivamente a eso. —¿Y se puede saber que estudia, Ana? —preguntó Will, mientras manejaba. —Diseño de modas, pronto me graduaré. —¡Diseño! Wow, yo quería ser modelo, pero mi madre se opuso. La moda siempre ha llamado mi atención. —Bueno, quién sabe. Quizás te considere para ser mi modelo. Eres muy apuesto. Ambos compartimos sonrisas y Rogelio estalló en carcajadas. —Eso me gustaría verlo, sería muy entretenido ver a Will como modelo. —Lo hago muy bien, señor. Tengo mis encantos guardados, incluso puedo modelar ropa de baño, lencería y otras cosas. —Creo que me abstendré de ver eso, prefiero ver un desfile elegante. —¿Lo pongo nervioso, señor? —Ja, ja, ja Ya basta Will. —Bueno, la risa es una excelente manera de relajarse —comentó, y le di la entera razón. Parecía mentira, pero habían pasado meses desde que no reía con ganas. Después de algunos minutos en los que seguimos bromeando, llegamos a mi centro de estudios. —Te esperaré aquí, luego iremos a un centro comercial. Necesitas ropa y algunas cosas que te harán falta. —Bueno… —No, no aceptaré un no. Ve rápido para que vuelvas pronto. Me sentía increíblemente cómoda con ellos. ¿Cómo podía ser posible que personas a las que acababa de conocer, fueran mejores que mi propia familia? No lo sé, pero se sentía bien. Teniendo los papeles en mis manos, busqué la facultad, llegué a los ascensores y tomé el correspondiente. No tardé en ser recibida por la secretaria, quien me facilitó la entrega de documentos, así que, salí más tranquila. Sin embargo, poco duró ese sentir, pues al bajar del ascensor, me encontré cara a cara a quienes menos quería ver. Sí, la otra de Belial, era una estudiante de otra facultad, nunca había tenido que encontrarmela, pero justo hoy sí. Sin decir una sola palabra, fingí no conocerlos y salí por un lado. —¿Acaso esa es tu educación? —preguntó en voz alta, Belial—. ¿O es que dejar de ser una Bercelli te hizo olvidar los modales? Sé que no debería contestar, de modo que seguí mi camino de largo, pero cuando iba cruzando el patio, mi brazo fue retenido con rudeza, para girarme con brusquedad. —Te vi —dijo con voz profunda y seria—. Te vi con un hombre. Sé que te casaste, felicidades —añadió con sarcasmo. Lo miré con asombro, ¿cómo había ocurrido? —Y eso que te importa, no me interesan tus felicitaciones. Metete en tus asuntos, que yo me haré cargo de los míos —contesté, sacudiendo mi brazo para soltarse de su mano. —¿Belial? —acercándose, Ratja se abrazó a la espalda de Belial —. Ana, sé que estás enojada, pero esto sucedió sin que lo buscáramos. Espero que algún día podamos ser amigas. En mi vida había conocido gente idiota e hipocrita, y luego estaba Ratja. —Fingiré que no escuché eso. No voy a desperdiciar mi tiempo en personas que no valen ni un centavo, traté de irme, pero nuevamente Belial me detuvo al pararse delante de mí. —¿Acaso yo valgo menos? ¡Pero claro, tu maridito vale más! ¿Cuánto te dio? —Belial, mejor vámonos. Se está enojando, es capaz de hacerle daño a nuestro bebé —intervino, colocando sus manos en su vientre totalmente plano. —Hazle caso a la madre de tu hijo, a tu mujer. Vete con ella. No vaya a ser que telepáticamente le haga caer y me culpe. —¿Me estás llamando estupida? —dijo ofendida. —Creo que eso lo sabes al mirarte al espejo. —Belial, me está ofendiendo —se quejó—. Acaba de llamarme estúpida, me ha insultado y… ¡Ay! —se encogió tocando su vientre—. Me estoy sintiendo mal, por favor llévame a casa. —¿Te duele? Mejor vayamos al hospital. —¡No! —gritó alarmada, poniéndose nerviosa—. Solo quiero descansar en casa. No quiero que algo le ocurra a nuestro hijo, alejame de ella —pidió, aferrándose a su hombro. —Está bien, te llevaré para que descanses. Él la levantó en sus brazos, llevándola ante las miradas de todos las personas que sabían que él era mi esposo. Cerré los ojos y suspiré con una sonrisa en los labios. —Enfocate en ti, Ana. Salí a darle el encuentro a Rogelio, quien rápidamente salió a abrirme la puerta. —No hagas mucho esfuerzo —le pedí. —Mientras aún tenga fuerzas, voy a usarlas. Me sentí tan conmovida por su caballerosidad. —¿Pasó algo? Traes el ceño fruncido. —Oh, no… No es nada. Mejor vamonos. —¿Estás segura que no quieres hablarlo? —No es importante, solo una discusión con personas que no valen la pena mencionar. —De acuerdo —no insistió—. Entonces, ¿ya tienes en mente lo que deseas comprarte? —Emm no, pero supongo que con unos cuantos cambios de ropa estaré bien. —¿Cambios? No querida, armaremos tu nuevo guardarropa y si te agrada algo más, solo pidelo.
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