—Aquel que no aprende de su error, está condenado a repetirlo, y yo tarde lo entendí. Mirame, Belial —mi abuelo me observó con los ojos enrojecidos—. El camino se va haciendo corto, tarde o temprano voy a dejar este mundo, y cuando eso suceda, no quiero irme sabiendo que tú tendrás el mismo destino que yo. —Abuelo, tú no sabes la gravedad de las cosas. Hay algo que ella no sabe y… —¿Y por eso vas a vivir encerrado en tu amargura eternamente? No tientes al destino, Belial. Yo lo hice y mira como terminé. Para el mundo yo he sido un hombre muy afortunado con familia y dinero, sin saber que hace mucho mi alma murió —pasando sus dedos bajo sus ojos, intentó limpiar sus lágrimas—. Hice exactamente lo mismo que tú. Me enfoqué en el trabajo para no recordar el dolor que me embargaba cuando la