Promesas rotas

1603 Words
“Y si el amor se nos rompe/Porque el amor se equivoca/ El mundo amanecería/Repleto de lunas rotas” Rosana —¿Está segura de que quiere aceptar mi caso? —le pregunto Paul Bellini a la joven y hermosa abogada que estaba sentada frente a él. —Sinceramente, no es el tipo de casos que aceptaría, pero algo me dice que debo hacerlo —cruzó sus piernas, se inclinó hacia adelante, se quitó las gafas y miró directamente a los ojos, a su cliente.— Creo que lo principal es que usted sea absolutamente sincero conmigo, no quiero mentiras, ni mucho menos sorpresas. —Es usted muy arriesgada, Claudia; mi conseglieri no se equivocó al recomendarla. —ella sonrió de forma jactanciosa. —Vaya, se aprendió mi nombre muy rápido, considerando que es la primera vez que nos vemos frente a frente. —Soy muy cuidadoso de los detalles, de eso dará cuenta más adelante. Por ahora solo puedo decirle que cuando algo me interesa, lo grabo en mi inconsciente —ella enarcó la ceja y lo miró sin pestañear. El guardia de seguridad, se acercó, lo tomó del brazo y lo levantó de la silla, como pudo con las esposas puestas, él estrechó la mano de su abogada. —Gracias por aceptar mi caso. Salió de la sala de visitas, ella se levantó de la silla, sintió que el corazón se le quería salir por la boca, respiró profundamente. El guardia le abrió la puerta y ella salió de aquel lugar. Subió a su auto, la decisión que había tomado era difícil, pero, ¿cómo no hacerlo? si de ello, dependía la vida de su hijo. Media hora después, llegó al colegio; Santiago la esperaba afuera, al verla corrió hacia ella, Claudia bajó apresuradamente y tuvo que correr cuando vio que el niño se desvanecía ante sus ojos. Lo cargó entre sus brazos, abrió la puerta y lo acostó en el asiento de atrás; levantó sus piernitas, mientras aguardaba a que el oxígeno y el bombeo sanguíneo llegaran hasta su cerebro; veinte segundos después el niño reaccionó, se sentó y sonrió aún aturdido por aquel síncope que viene haciéndose cada vez más frecuente en él, con el pasar de los años. —Santiago mi amor, cuántas veces te he dicho que no corras. —le dice, la mujer angustiada a su pequeño hijo. —Mamita, me emocioné al verte. A veces olvido que no puedo ser igual al resto de mis amiguitos. —se cruza de brazos y hace pucheros en demostración de descontento por su cruel situación. —Pronto mi amor, luego que te operen de ese corazón hermoso que tienes, podrás jugar, correr, hacer todo lo quieras —lo sujeta de la barbilla y lo mira con ternura— Te lo prometo, mi amor. ¡Te lo prometo! Claudia toma a su pequeño de seis años, le coloca el cinturón de seguridad, sube al auto y conduce de regreso a su casa. Flash Back*** —¿Thiago pero como me haces esto? Todo el tiempo esperando quedar embarazada para que nuestra familia creciera, y tú, miserable, tienes una amante. —No empieces Clau, yo no tengo otra mujer. Claudia comienza a respirar con dificultad, él trata de calmarla. —Tranquilízate mujer, que si le ocurre algo al niño será por tu culpa. —Eres, eres —respira agitada— un imbécil, co... como vas a culparme a mí, cuando el único que traicionó aquí, fuiste tú. Thiago observa la palidez de Claudia, trata de echarle aire con las manos, pero ella está sufriendo un ataque de pánico. Desesperado ante aquella situación, llama a la ambulancia del seguro privado. —Cálmate mi amor, por favor. —la ayuda a recostarse en el sofá. La ambulancia llega rápidamente, los paramédicos la suben en la camilla, la meten a la ambulancia mientras le colocan el oxígeno para ayudarla a respirar. Ella mira, el reflejo de la luz roja en la ventanilla de la ambulancia, que aparece y desaparece con cada giro; comienza a sentirse un poco mareada, nada de aquello debería estar pasando, menos cuando falta tan poco para que su bebé nazca, las lágrimas se deslizan por su rostro. Thiago era su novio desde el último año de la secundaria, fueron juntos a la misma universidad, estudiaron la misma carrera, Derecho Penal, trabajaban juntos en el mismo bufete. ¿Cómo podía hacerle eso, luego de siete años de relación? ¿Cómo pudo traicionarla con Verónica, una mujer que no solo, era mucho mayor que él, sino también su jefa? Cuando la ambulancia llegó a la clínica, ingresaron a Claudia de emergencia, era necesario ver la condición del bebé que estaba próximo a nacer. El médico la revisó y notó una especie de arritmia cardíaca en el bebé, mientras le hacían el ecosonograma para ver cómo se encontraba. Aquello se veía mal aspectado, la decisión era impostergable, debían practicarle una cesárea de inmediato. Tres horas después, el Dr. Lárez salió del quirófano, Thiago se acercó angustiado hasta la entrada del consultorio para saber cómo estaban Claudia y el bebé. —¿Doctor cómo están mi mujer y mi hijo? —preguntó visiblemente alterado. —Fue una operación algo delicada, la vida de ambos estuvo bastante comprometida. Realmente es un milagro que ambos estén con vida; sin embargo —hizo un breve silencio, lo miró con preocupación y luego continuó diciendo— es posible que existan algunas secuelas en el bebé por lo que deben llevarle un control pediátrico, estricto. —No entiendo exactamente a lo que se refiere, pero están bien, verdad. —insistió en preguntarle. —Sí, aparentemente. Como le dije, fue una operación bastante delicada. Mas, su esposa está en recuperación; el niño está en una encubadora, ya que faltaban algunas semanas para su nacimiento. —le coloca la mano sobre el hombro a Thiago— De gracias a Dios que están vivos. Con su permiso, debo descansar. —Gracias doctor, gracias por salvar a mi bebé y a mi esposa. —El hombre volteó, lo miró y sonrió. Thiago sale del consultorio, va hasta el área neonatal, desde el vidrio que separa ambos ambientes, puede ver a su hijo. Es tan pequeño y frágil, tan vulnerable, se enternece al verlo. —Vas a estar bien, campeón, te lo aseguro. —exhaló un suspiro. Por instantes, la alegría de ver a su hijo lo invade por completo; mas, cuando recuerda que su relación con Verónica está al descubierto, siente como si algo le oprimiera el pecho. Claudia fue su primer amor, eso era innegable, solo que ahora él había dejado de sentir esa pasión intensa del comienzo que lo hizo jurar ante un altar “amarla para siempre”. Pronto, ella dejó de ser la amante y se convirtió en la amiga. Y como suele suceder en la mayoría de los casos “si dos ya no se llevan bien, siempre habrá un tercero para complacer” Thiago buscó en Verónica, lo que ya no encontraba en Claudia, pasión desmedida. ¡El deseo de la carne, había triunfado nuevamente! Regresó hasta la sala de espera, mientras aguarda a que suban a Claudia a la habitación para poder verla. Estaba tan emocionado, quería compartir con ella, la dicha de ser padre. En su mente, las ideas parecían jugar. En momentos lo sobrepasaba la emoción de poder tener a su hermosa familia, pero a ratos recordaba el amor que sentía por Verónica. La situación entre Thiago y Claudia, empeoraba a cada momento; a pesar de que antes de salir de la clínica, conversaron y se prometieron él uno al otro, que lucharían por su relación y por tener lo que ninguno de los dos tuvo: una verdadera familia; continuaban las mentiras por parte de él, y en ella aumentaban la decepción y la tristeza. Claudia era hija de madre soltera, su padre la abandonó cuando supo que ella estaba embarazada; en el caso de Thiago, su madre lo abandonó a los dos años, después de que su padre muriera en un accidente, él quedó a cargo de su abuela materna fue quien se ocupó de cuidarlo. Finalmente cuando, Santiago cumplió los seis meses, Thiago y ella discutieron a tal punto, que él no tuvo otra opción que confesar que “la amaba a las dos” pero para Claudia, aquello era lo más inverosímil que había escuchado en su vida, la peor de las mentiras. Tomó las maletas y las tiró a la calle. —Vete ahora mismo, vete con tu vieja —dijo dolida por aquella dolorosa verdad, ya Thiago no la amaba, estaba con ella por su hijo. Thiago terminó yéndose a vivir con Verónica y nunca más hubo posibilidades de una reconciliación entre ellos, el sueño de ambos de tener una linda familia, se había esfumado. *** —¿Cómo te sientes mi amor? —le pregunta al niño, mientras termina de prepararle las galletas con chispas de chocolate, que tanto le fascinan. —Bien, mamí. Tengo sueño —bostezó y dejó el control de video juegos a un lado del mueble. —Vamos a tu cuarto, y cuando se enfríen las galletas, tomamos un enorme vaso con leche fría y tis galletas preferidas —dijo animosa, intentando contagiarle un poco de entusiasmo a su hijo. —Sí, mami —bostezó por segunda vez, ella lo levantó y lo recostó de su hombro. Aquella madre sabe que el cansancio y la fatiga de su hijo, son síntomas posteriores a un síncope; su mayor miedo es ver que su pequeño se quede dormido y no vuelva a despertar jamás.
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