Capítulo 44

1418 Words
Orión Las horas se desvanecían en un torbellino de sombras y sueños turbios. Las pesadillas me envolvían una y otra vez, cada una más atroz que la anterior, todas terminando de la misma manera desgarradora: con Octavia muerta en mis brazos. Esa visión recurrente era una tortura, un reflejo de mis peores miedos y ansiedades. En algún momento, entre esos terrores oníricos, percibí vagamente la llegada de Heider y Robert. Sus voces eran apenas susurros distantes mientras preparaban algún brebaje con las extrañas plantas que habían encontrado. Estaba demasiado sumido en mi estado febril para comprender completamente lo que sucedía, pero era consciente de su presencia y de sus esfuerzos por ayudarme. Finalmente, una sensación de despertar me invadió, sacándome del abismo de mis pesadillas. Abrí los ojos para encontrarme con Heider sosteniendo un cuenco con un líquido de color violeta. A su lado, Jake me miraba con preocupación. —Es hora de tomar esto, Orión, —dijo Heider con suavidad, extendiendo el cuenco hacia mí. —Te ayudará a recuperarte. Tomé el cuenco con manos temblorosas, notando el aroma extraño que emanaba del líquido. Al probarlo, el sabor desagradable inundó mi boca, pero me obligué a tragarlo, confiando en que Heider sabía lo que hacía. —¿Qué es? —pregunté con la voz ronca, pasando el cuenco a Jake. —Una antigua receta de curación, —explicó Heider. —Espero que acelere tu recuperación y te ayude a conectar de nuevo con tu lobo. Mientras Jake tomaba el brebaje, me recosté, sintiendo cómo el líquido comenzaba a surtir efecto. Mis pensamientos aún estaban desordenados, pero la angustia de las pesadillas comenzaba a disiparse, reemplazada por una sensación de claridad creciente. —Gracias, Heider, —murmuré, cerrando los ojos y esperando que el brebaje hiciera su trabajo. Mi mente, aunque todavía nublada, empezaba a enfocarse en la misión que nos esperaba. —¿Cómo está el clima afuera? ¿Cuánto demoraremos en estar en territorio de Los Cazadores Sagrados? —pregunté a Robert, cuya expresión reflejaba preocupación y concentración. —Nos queda un viaje de más de doce horas por delante, Alfa. Tal vez un poco más por el clima inestable de las montañas, —respondió Robert, mirando hacia la salida de la cueva. —Si nieva, podríamos tardar el doble del tiempo. Asentí, procesando la información. Las montañas eran conocidas por su terreno difícil y su clima impredecible. La idea de un viaje tan largo y arduo era desalentadora, pero sabía que no teníamos otra opción. —Debemos estar preparados para cualquier eventualidad, —dije, intentando mantener la voz firme a pesar del cansancio que sentía. —Una vez que estemos en mi territorio, todo será más fácil. Robert asintió, su mirada seria. —Haremos lo que sea necesario, Alfa. Estamos contigo en esto. Miré hacia Heider y Jake, sintiendo una ola de gratitud por su presencia y apoyo. —Gracias a ambos, —dije sinceramente. —Su ayuda ha sido invaluable. Heider ofreció una pequeña sonrisa, mientras que Jake asintió con determinación. A pesar de la dureza del camino por delante, sabía que no estábamos solos. Aunque aún no me sentía completamente recuperado, era consciente de que debíamos avanzar. El pasaje a través de la montaña era un corredor cavernoso, cuyo inicio estaba envuelto en sombras que se tragaban la luz. Jake lanzó una mirada hacia la oscuridad antes de decir, medio en broma. —¿Alguna alma caritativa trajo una linterna, o nos lanzamos al estilo místico de encomendarnos a algún Dios? Robert soltó una risa ligera. —Por suerte, siempre nos equipan con una para las patrullas, —dijo, sacando una linterna de su cinturón y encendiéndola. El haz de luz cortó a través de la oscuridad, revelando el camino rocoso que teníamos por delante. —Yo también traje una, —sonrió Heider a mi lado, mostrando su propia linterna. Rápidamente, empacamos lo poco que había traído Heider. En ese momento, Robert me extendió su abrigo. —Toma, Alfa. No aguantarás mucho solo con esos pantalones cortos. Agradecí su gesto, envolviéndome en el abrigo. A pesar de mi fuerza como Alfa, la enfermedad y el encierro habían mermado mi resistencia, y cualquier ayuda era bienvenida. —Vamos, —les dije, intentando infundir confianza en mi voz. Aunque mi cuerpo aún se resentía, la determinación de encontrar a Octavia y descubrir qué había pasado con todos me impulsaba hacia adelante. Con Robert y Heider liderando el camino, iluminando nuestras pisadas con las linternas, y Jake cubriendo nuestra retaguardia, comenzamos nuestro movimiento por el pasaje montañoso. Cada paso era un esfuerzo, pero me aferraba a la esperanza y a la necesidad de enfrentar lo que viniera. El camino en la montaña parecía interminable. Después de avanzar durante cuatro horas, el cansancio comenzó a hacerse sentir en todos nosotros. Agradecí en silencio cuando Heider sugirió que nos tomáramos un momento para descansar. Jake, Heider y yo nos acomodamos en el suelo rocoso, mientras Robert se aventuraba a inspeccionar la zona circundante, asegurándose de que no hubiera peligros inminentes. Heider me pasó una botella rústica que contenía el líquido curativo de color violeta. —Toma otro poco de la medicina, —me dijo con una voz suave pero firme. —Gracias, —respondí, tomando un largo sorbo del brebaje. No pude evitar hacer una mueca por el sabor amargo y desagradable. Tras beber, le extendí la botella a Jake para que también tomara. Me dirigí a Heider con una pregunta que había estado rondando en mi mente desde que ella habló del brebaje. —¿Cuánto más para que pueda volver a comunicarme con Ciro? —le pregunté. La desconexión con mi lobo era una fuente constante de inquietud para mí. Heider me miró con sus ojos llenos de comprensión. —Solo unas horas más, Alfa, —dijo ella, su tono tranquilizador. —El brebaje está haciendo su efecto; solo necesitas un poco más de tiempo. Sus palabras me dieron esperanza. La idea de volver a conectarme con Ciro, de sentir su presencia en mi mente una vez más, era lo que me mantenía enfocado y determinado a seguir tomando ese líquido asqueroso. Nos tomamos unos minutos más para descansar, cada uno sumido en sus pensamientos y preocupaciones. A pesar del agotamiento, sabíamos que no podíamos demorarnos mucho. Cada minuto que pasábamos en la montaña aumentaba los riesgos de que nos atraparan. Finalmente, Robert regresó, informando que el camino adelante parecía despejado. —No hay nada ni nadie en la proximidad, podemos descansar un par horas para después poder continuar, —anunció Robert, tras una exhaustiva inspección del área. Aproveché la oportunidad para cerrar los ojos y recargar energías. A pesar del frío que calaba los huesos, el agotamiento era más abrumador. Justo cuando estaba a punto de sumergirme en un breve sueño, una voz familiar resonó en mi mente. "Orión," me habló Ciro, a través de nuestro enlace. "Aquí estoy, estaremos bien." "Ciro, no sabes lo feliz que me hace escucharte otra vez," le respondí emocionado. Sentir su presencia en mi mente nuevamente era un alivio enorme. "Diosa, estás hecho un asco," se burló Ciro, pero su tono era juguetón y cariñoso. "Tal vez podrías echarme una mano con esto. ¿Puedes cambiar?" pregunté, lleno de esperanza. "Solo aléjate un poco de los demás," respondió Ciro. Siguiendo su consejo, me levanté con cuidado y me alejé del grupo. La transformación comenzó, un proceso un tanto largo y doloroso debido al tiempo que habíamos estado sin cambiar. Sin embargo, en cuanto las patas de Ciro tocaron el suelo, sentí cómo la curación física se aceleraba notablemente. "Intenta cambiar, Jake," le sugerí a través del enlace. "Pídele a Robert que cambie también. Iremos más rápido así." Jake y Robert hicieron lo que les indiqué, transformándose en sus formas lobunas. Mientras tanto, me acerqué a Heider y me agaché frente a ella. "Sube," le indiqué, ofreciéndole un viaje en mi lomo. Heider, con una mirada de asombro y gratitud, se acomodó cuidadosamente sobre mi espalda. La presencia de Ciro, fuerte y poderosa, me llenaba de una energía renovada y de una sensación de estar completo nuevamente. Con Heider a cuestas, y con Jake y Robert a mi lado en sus formas lobunas, retomamos nuestra marcha por el camino montañoso. La transformación había sido clave; no solo nos proporcionaba una mayor velocidad y resistencia, sino que también aceleraba mi proceso de curación. Sentía que, con cada paso, me iba haciendo más fuerte, más capaz de enfrentar lo que nos esperaba.
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