Orión Volví a despertar solo en la celda, sin tener noción de cuántos días habían pasado desde mi última consciencia. Mis brazos colgaban inmóviles de las cadenas de plata, y la ausencia del bullicioso enlace mental con Ciro me indicó su silenciosa angustia al no poder actuar en este momento. Con Ciro fuera de escena, mis heridas demoraban más en curarse. Lentamente, bajé la vista a mi cuerpo para evaluar los daños. Mi pecho estaba marcado por cortes circulares, heridas peculiares que resonaban con la forma característica de mordidas. La sensación punzante de dolor se mezcló con la impotencia mientras observaba las marcas que narraban una historia en mi cuerpo la cual no recordaba. —Alfa... —escuché la voz de alguien que no conocía, una melodía suave y cargada de temor. —Agua —susurré