Capítulo 19

2035 Words
Octavia La oscuridad de la noche nos envolvía mientras avanzábamos a través del bosque, y las nubes cargadas luchaban por ocultar la luna, sumiendo el entorno en una penumbra inquietante. Cada paso que dábamos resonaba en el silencio, solo interrumpido por el suave murmullo de los insectos que se alzaba como un zumbido constante en el fondo sonoro de la noche. —La luz del día nos dejaría expuestos, vulnerables. La noche... es nuestra aliada, aunque haga frío y este oscuro —dije, dejando que mi voz reflejara una mezcla de cautela y nostalgia. Aunque la urgencia de la situación nos empujaba a avanzar durante la noche, una parte de mí se sentía incómoda bajo la manta oscura que ocultaba no solo nuestros movimientos. —Por aquí, las noches esconden secretos y peligros que no imaginas, princesa. ¿Cómo una chica tan delicada puede sobrevivir en este juego de sombras? —Lucien me lanzó una mirada burlona, su tono era una mezcla de provocación y curiosidad genuina. Sentí la necesidad de desafiar esa imagen equivocada que tenía de mí. Sus palabras eran como una aguja que buscaba desestabilizarme, y aunque mi determinación no flaqueó, su tono burlón me afectó más de lo que estaba dispuesta a admitir. El sonido de sus pasos resonaba en el suelo irregular del bosque mientras avanzaba y se adelantaba en el camino, marcando su presencia de manera contundente. Su actitud desafiante no hacía más que aumentar mi irritación, y luchaba por no mostrar mi desagrado de manera evidente. —No sabes nada de mí, piensa lo que quieras —respondí con firmeza, mi voz cargada de desafío. No podía evitar sentirme agotada de tener que demostrar una y otra vez que no me subestimaran solo por mi apariencia. —Y no vuelvas a llamarme así. A pesar de mis palabras, Lucien parecía tomar mi reacción como un desafío divertido. Sus pasos repicaron mientras avanzaba, y su tono de voz tomó un matiz más ligero mientras continuaba la conversación. —Quizás necesite encontrar un apodo que capte tu esencia, algo más que "princesa". Después de todo, parece que el destino nos ha atado en esta aventura inesperada —Lucien dijo con una sonrisa astuta, sus ojos buscaban los míos, tratando de leer más allá de mis palabras. Su juego de apodos era más que una simple broma; era una forma de mantener la ligereza en nuestra tensa coexistencia. Sentí una oleada de calor en mis mejillas ante su sonrisa, y luché por mantener la compostura. No podía negar que su atractivo ejercía su propio tipo de magnetismo sobre mí, y necesitaba mantener la mente enfocada en la tarea que teníamos por delante. —Al parecer sabes mucho sobre estas tierras. ¿Podrías compartir algo de información? —pregunté, cambiando de tema para evitar que mis pensamientos divagaran por caminos peligrosos. Lucien se detuvo por un momento, y la expresión en su rostro se volvió más seria mientras consideraba mi pregunta. Sus palabras resonaron en el aire, llenas de un tipo de conocimiento que yo apenas estaba empezando a adquirir. —Vaya, me imagino que si eres Luna eres una mujer lobo, por lo tanto, deberías saber todo sobre los seres que existen en este continente... —me respondió, y su mirada se encontró con la mía en un desafío silencioso. Cuando no obtuvo una respuesta inmediata, giró para mirarme directamente, sus ojos brillando con una chispa de curiosidad y evaluación. —¿Has estado encerrada todo este tiempo? La pregunta resonó en el aire, y me sentí atrapada en su mirada intensa. La vulnerabilidad de mi situación se hizo evidente, y sus palabras parecían escarbar en las heridas de mi pasado. Suspiré, sintiendo el peso de mis experiencias recientes y la brecha en mi conocimiento. —Hace solo unos meses conocí mi... condición. Solo sé de la existencia de hombres lobo y brujas... Tampoco hemos tenido mucho tiempo de aprender —respondí, permitiendo que la fatiga se filtrara en mi voz. La sensación de ser una recién llegada en un mundo desconocido pesaba sobre mí, y Lucien había tocado una fibra sensible con su pregunta. Lucien me observó atentamente, y un brillo de comprensión cruzó su mirada mientras asentía con suavidad. La noche continuaba extendiéndose a nuestro alrededor, y el murmullo de los insectos parecía acompañar nuestras palabras, creando una atmósfera serena en medio de la oscuridad. —Todas las criaturas, no importa su r**a, tienen luz y oscuridad. Está en nuestro libre albedrío qué camino tomamos en nuestra vida. Los hombres lobo viven en manadas, se mantienen unidos y viven en la luz, sacan lo mejor de sí mismos para que la manada sea unida y próspera. Pero hay otros que optan por la oscuridad, ese camino solitario que los lleva a vagar por sí mismos. No tienen moral, son más animales que humanos... —Sus palabras eran reflexivas mientras se detenía y tomaba asiento cerca de un arroyo. Me indicó que me sentara a su lado, y lo hice, deslizando mi mochila de mi espalda y colocándola entre mis piernas. Saqué una botella de agua y se la ofrecí. —Los errantes oscuros —murmuré, recordando haber leído algo sobre eso en los documentos de Orión. Lucien asintió, aceptando la botella que le ofrecía, y continuó explicando. —Exacto, ese término se utiliza para un lobo que se ha desviado hacia la oscuridad y la maldad en su viaje solitario. —Sus palabras eran serias, y el reflejo de la luna en el agua del arroyo parecía bailar en su mirada—Esos lobos atacan primero y preguntan después... sí sobrevives. La idea de enfrentar a esos lobos oscuros no era reconfortante, pero traté de mantener un tono optimista. —Entonces intentemos no cruzarnos con ellos —dije con un intento de sonreír, pero la tensión en el aire seguía presente. Lucien, sin embargo, parecía tener otro tema en mente. Mencionó a las brujas solitarias que practicaban la magia negra y creaban criaturas horribles. Mi mente se llenó de imágenes aterradoras, y mi agarre en la botella de agua se volvió más firme. —No te preocupes, princesa —dijo mientras yo abría la boca para protestar, pero me interrumpió—. Bien, no princesa, ¿qué tal... hermosa? No, muy obvio, ¿ángel?, ¿estrella? No... tengo uno mejor: cielo. Su voz tomó un tono sugerente que hizo que sintiera cómo la sangre subía a mis mejillas. Me levanté bruscamente y seguí avanzando por el camino, escuchando su risa burlona detrás de mí. —Deja ya de decirme apodos, no somos nada, limítate a decirme Octavia. Tampoco es que sea una Luna oficial... Lucien pareció disfrutar de mi reacción, y su risa resonó en la noche mientras continuaba avanzando a mi lado, desafiando mis protestas con su terquedad característica. El bosque se erguía majestuoso ante nuestra vista, y aunque había cruzado el límite de la manada de Orión hace unas horas, sentía una mezcla de nerviosismo y emoción mientras avanzábamos. Ansiaba llegar a mi destino de una vez por todas, y el bosque parecía ser el guardián de los secretos que esperaban descubrir. La luna, poco a poco, cedía ante la luz del sol cuando llegamos a un pequeño pueblo. A esta hora, la actividad era escasa; una panadería abría sus puertas, y algunos autos comenzaban sus trayectos, probablemente hacia el trabajo. Todos los que nos cruzaron en el pueblo eran claramente lobos, sus miradas curiosas se posaban en nosotros. —Allí —señaló Lucien con un gesto hacia una casona que ostentaba un letrero de motel sobre su entrada. El edificio se erguía con un aire modesto y acogedor en medio de la tranquila localidad. Nos acercamos al lugar, y una campanilla sonó suavemente detrás de la puerta cuando entramos. —Buen día y bienvenidos —dijo una voz monótona y femenina desde el mostrador. —Buenos días, dos habitaciones por favor. —respondí a la chica, quien levantó la mirada para ver a mi acompañante. —Lo lamento, en este momento tengo solo una habitación disponible. —La recepcionista no parecía segura de a quién dirigirse, ya que su mirada estaba fija en Lucien, quien, a su vez, mordía su labio inferior de manera provocadora mientras ella se disculpaba. —Lo tomamos —decidió Lucien, pagando la habitación y tomando la llave que la chica había dejado sobre el mostrador. Caminamos por el pasillo hasta la habitación que nos habían asignado. No estaba dispuesta a compartir una cama con este hombre desconocido, así que bien podría dormir en el sofá si era necesario. Al entrar en la pequeñísima habitación, mi corazón se hundió al ver una única cama, una mesa de noche y una puerta que seguramente conducía al baño. —Bueno, por lo visto tendremos que compartir la cama, cielo —se burló Lucien a mi lado, y su voz resonó en el aire. —Y una mierda que lo haremos —respondí con firmeza, y me dirigí al baño con la intención de escapar de esa situación. Aproveché la privacidad del baño para darme una ducha. Estaba ya desnuda y bajo el agua cuando abrí el grifo y un grito involuntario escapó de mis labios al sentir el agua helada tocar mi piel. —¿Qué ocurre? —Lucien entró rápidamente al baño, sus ojos buscaban amenazas por todas partes. Su mirada se clavó en mi cuerpo mientras él se quedaba parado en medio de la habitación, con una mano apoyada en la puerta. En un movimiento rápido, agarré la cortina de la ducha y me envolví en ella, pero mi brusquedad hizo que se desprendiera de su lugar y me desequilibré, cayendo en cámara lenta, sin tener nada a lo que aferrarme. Lucien actuó velozmente y me sujetó antes de que llegara al suelo. Sus fuertes brazos me rodearon, apretándome contra su pecho desnudo. Ambos nos estremecimos al sentir el contacto de nuestra piel, y nuestros ojos se encontraron en un instante de sorpresa. —El agua estaba muy fría —hablé, frunciendo el ceño, mi voz temblorosa, deseando que la tierra me tragara en ese momento. Lucien carraspeó y se aclaró la garganta, intentando desviar la atención de la situación incómoda que se había creado. —La revisaré, cielo —Lucien murmuró mientras me soltaba lentamente. En ese momento, aproveché para tomar mis cosas y corrí al pequeño cuarto contiguo. Me puse una camiseta que había empacado de Orión, tratando de borrar de mi mente la imagen y la sensación del cuerpo de Lucien contra el mío. —Completamente dañado todo, cielo. No hay agua caliente —habló desde el baño, su voz llegando a través de la puerta entreabierta—. Iré a hablar en recepción. —No, déjalo. Está bien así, solo no esperaba que el agua estuviera tan fría. Puedo bañarme igual. —Le dije las palabras una tras otra, nerviosa por la situación que se había presentado. —¿Podrás hacerlo sin volver a gritar como si te estuvieran matando? No es que me quejé de la vista... —Caminó hasta la habitación dejando el baño a su espalda, y su sonrisa juguetona en su rostro me confirmó que había visto todo mi cuerpo desnudo. —No seas idiota. —Pude decir antes de encerrarme de nuevo en el baño, tratando de alejar esos pensamientos incómodos de mi mente. Esta vez, tomé aire antes de abrir la llave del agua y meterme debajo de la ducha. El agua estaba tan fría que cada gota parecía una navaja cortando mi piel. Con la respiración entrecortada, me lavé rápidamente, sacándome el sudor y la tierra que tenía. Salí disparada apenas terminé para secarme bien y vestirme. Guardé una de mis navajas en el pantalón corto que me había puesto para dormir, sintiéndome más segura con ella cerca. Cuando salí del baño, la habitación estaba vacía. No me preocupé realmente; si Lucien había decidido desaparecer después de esa escena en el baño, no iba a quejarme. De hecho, estaba agradecida por la distancia. Me metí en la cama, añorando la comodidad de la mía, mientras me entregaba a la oscuridad del sueño, tratando de dejar atrás los acontecimientos de la noche.
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