Octavia Con cautela, asomé la cabeza para inspeccionar el entorno, buscando cualquier indicio de un lugar seguro. Pero entonces, un chillido agudo y penetrante resonó en el aire, un sonido tan intenso que pareció vibrar en cada uno de mis huesos. El grito provenía de algún lugar encima de nosotros. Levanté la vista, escudriñando las ramas y las siluetas oscuras que se recortaban contra el cielo nocturno. Mi corazón latía con fuerza, cada latido como un eco del grito que acabábamos de escuchar. —¿Qué fue eso? —preguntó Lucien, su voz baja y alerta. —No lo sé, pero no me gusta, —respondí, sintiendo una oleada de miedo mezclada con la urgencia de encontrar un refugio. El sonido había sido tan inhumano, tan lleno de amenaza, que cada instinto me decía que debíamos escondernos. Nos pusimos